Descubre tu potencial
A Ricardo Adrianza le encantaría dar una fórmula mágica para activar el potencial de manera automática, pero desafortunadamente no existe. A cambio da pistas certeras para lograrlo
A Ricardo Adrianza le encantaría dar una fórmula mágica para activar el potencial de manera automática, pero desafortunadamente no existe. A cambio da pistas certeras para lograrlo
Hace algunos años –específicamente en el 2017– presenté un proyecto de libro que me dio la llave para certificarme como coach profesional. La base de esta propuesta se enfocaba específicamente en desarrollar herramientas para que los jóvenes profesionales pudieran conectarse con su potencial, además de alentarlos en acrecentar sus fortalezas, entendiendo que la ejecución de un trabajo previo y de reflexión seria parte importante para el cumplimiento de este propósito.
Los resultados de mi investigación asomaron que solo 26 % de los encuestados referían conocer su potencial o propósito, y me atrevería a decir, con la experiencia que me otorga trabajar con jóvenes profesionales, que ese porcentaje no ha cambiado demasiado en la actualidad.
Ahora bien, esta “búsqueda” no es solo un problema para los jóvenes. También lo es para los adultos –incluso mayores– ya que prácticamente han invertido años de vida profesional en labores que no necesariamente constituyen el cenit de su realización individual, pero que han soportado, ya que constituye el medio de sustento familiar. Esto –evidentemente– no suma al bienestar o vida deseada.
Me encantaría darles una fórmula mágica para activar su potencial de manera automática, pero desafortunadamente no existe. Quizás el vivir una vida bajo el enfoque de “tener” antes que “ser”’, nos ha privado reconocer “la razón de vivir”, esa que nos deja la satisfacción plena por el trabajo realizado, el objetivo conseguido o el legado que estamos dejando.
La buena noticia es que existen muchas referencias para iniciar el camino de conseguir esa “razón o propósito”. Una, desconocida para mí hasta hace una semana, se refiere a la filosofía de vida japonesa ikigai, que se traduce como la “razón de vivir”. Esta filosofía nos pasea por las acciones que son fuente del valor de la vida, o las cosas que hacen que la vida valga la pena. Acciones sencillas que nos invitan a vivir de manera simple, fortaleciendo los valores y el sentido de la vida que encontramos en pequeños actos como el agradecimiento, la generosidad, la amistad, el sonreír, vivir cada momento, tomar las cosas con calma, entre otras.
Todas estas acciones nos lucen simples –su práctica explica las razones de larga vida de los habitantes de Okinawa– y, a decir verdad, lo son, pero practicarlas en medio de tanta calamidad, muchas veces se nos hace inalcanzable.
Encontrar tu razón de vivir o tu ikigai requiere explorar más allá de la superficialidad y rutina diaria. Es precisa una búsqueda profunda y prolongada en tu interior, para luego condicionarla e incorporarla en tus actuaciones diarias.
Sin menospreciar los efectos negativos que ha significado adaptarnos a vivir bajo las restricciones que imperan por los efectos de la pandemia, te invito a que mires este momento histórico como una maravillosa oportunidad de hurgar dentro de ti y de explorar donde se esconden tus miedos.
Un buen comienzo para descubrir tu potencial –que sugiero– es precisamente aceptar el reto de mirar dentro de ti. Soy un convencido de que la felicidad se construye desde adentro y, aunque pueda parecerte un enunciado soñador, cuando nos anclamos en ese concepto aterrizamos objetivos y hacemos nuestra realidad vivencial más lineal y placentera.
Te invito además que revises cuáles son tus valores claves y los enmarques en los rincones de tu vida. Algunos estudios sugieren que si vives acorde a tus valores, la vida te parecerá más significativa y tendrás una sensación de bienestar profundo.
Otro paso importante e ineludible es que ajustes tu discurso interno, lo que significa mantener todo lo que hablas en tu interior, centrado en la buena información y los buenos resultados. Ese discurso interior refleja tu imaginación, y tu imaginación es tu vínculo con la intención.
Sí todo eso en conjunto no te funciona, mientras lo perfeccionas, céntrate en ser la mejor persona que puedas ser, y desde esa esquina, aportarás tranquilidad a tu vida y se abrirá una rendija que te conducirá a encontrar ese estímulo que nos resulta tan esquivo. Además, abonarás el camino para humanizar una sociedad tan golpeada como la nuestra.