No hubo ninguna sorpresa este 6 de diciembre. El chavismo en el poder, que encabeza Nicolás Maduro, se hizo de la Asamblea Nacional. Y más allá de la discusión sobre la legitimidad de estas votaciones, nos demuestra que está movido por el poder y la lógica del control.
El 6D simboliza algo de lo cual ya teníamos claras señales en 2017 y 2018, la voluntad de imponer una realidad política y de asumir el costo de ello. En 2017 Maduro impuso una Asamblea Nacional Constituyente, sin tener como fin redactar una nueva constitución, sino que fue un espacio para refrendar sus decisiones, ante la ausencia de un parlamento dócil.
La ANC no fue reconocida por buena parte del mundo, se hizo contradiciendo la constitución vigente, pero allí estuvo durante el tiempo que se le necesitó.
En 2018, entretanto, el mismo Maduro coarta cualquier posibilidad de alternabilidad en la presidencia, cuando hizo unas elecciones presidenciales a su medida. Un proceso totalmente ilegítimo, sin duda alguna, pero de nuevo el chavismo impuso su realidad. Maduro es ilegítimo, pero es el que manda, el que gobierna.
Esta misma lógica, de imponer su realidad de facto, contra viento y marea, la vivimos ahora con la Asamblea Nacional. Si votaron 19 o 31 por ciento de los venezolanos del padrón electoral será una larga discusión bizantina, en la que no pocos invertirán largas horas. Esto es un asunto secundario para el chavismo en el poder. Las votaciones se hicieron, hay una lista de diputados electos, y el 5 de enero tomará posesión un nuevo parlamento.
La dinámica que ha caracterizado al chavismo en el poder, al menos desde 2015 cuando la respuesta a la derrota electoral sonora que recibió en las elecciones legislativas, fue desmontar institucionalmente a la Asamblea Nacional, no es otra que esta: con tal de tener el poder, de consérvalo o alcanzarlo, no importa el nivel de destrucción que deje a mi paso.
Un total de 135 sentencias de un afín Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), tal como lo documentamos en Cotejo.Info dejaron en claro que el chavismo no podía convivir democráticamente con la separación de poderes.
Teniendo un control total de las instituciones qué vendrá después de este 6D. Si nos guiamos por declaraciones de quienes ahora son diputados electos, Diosdado Cabello y Cilia Flores, vendrá una acción de jaque mate contra Juan Guaidó y los diputados que le rodean. También ya hay claras señales de que se actuará contra el financiamiento internacional de las organizaciones de la sociedad civil.
La lógica del control de las disidencias, por parte del poder, seguirá y en momentos en que los sectores opositores tradicionales aparecen inmovilizados, la represión selectiva tendrá por objetivos también a voceros y activistas de lo que se ha venido llamando “chavismo crítico”.
Contrario a lo que fue la gran oferta electoral de Maduro, ni éste renunciará (ya que según su narrativa ganó el PSUV de forma arrolladora), y, por otro lado, no podrá esperarse un cambio de timón en lo económico con un parlamento que estará encabezado por las figuras de confianza del propio Maduro.
Viene, a fin de cuentas, más de lo mismo, sólo que todo está y luce que estará peor.