El Frente de Izquierda Popular, promovido por el político e ideólogo argentino Jorge Abelardo Ramos, entre otros, sostenía en grandes rasgos que el peronismo, a pesar de no ser un movimiento socialista, cumplía un papel progresista y revolucionario porque expresaba la resistencia nacional inmediata contra los explotadores centrales de la sociedad argentina: la oligarquía e imperialismo. Reconocía el derecho de las masas a poder llamar a las elecciones de 1973, la voluntad de las grandes mayorías nacionales y proclamaban el apoyo independiente a la candidatura de Juan Domingo Perón.
La crisis argentina se origina en el despilfarro y privilegio de una minoría parásita capitaneada por la oligarquía terrateniente y el imperialismo, que deben ser expropiados a fin de que el país sea dueño de sus recursos y del producto de su trabajo, y pueda erigir sobre ellos el progreso, la independencia y el bienestar general. El socialismo aparece como la única salida para la crisis, es decir, el manejo democrático y solidario de la economía por los propios trabajadores manuales e intelectuales.
La lucha por la democracia política, nacionalismo económico y la patria socialista tenían por principios básicos la expropiación de los terratenientes, nacionalizando sus estancias bajo la administración del Estado y los trabajadores, a fin de producir alimentos para el pueblo y lograr un aumento sostenido de los saldos exportables requeridos por el proceso de industrialización e independencia nacional. Expropiar el sistema de las empresas monopólicas extranjeras, “bomba de succión”, descapitalización y distorsión de nuestra economía. Promoción de los trabajadores y productores reales al manejo democrático de la economía en todos los niveles, destruir todas las formas de parasitismo, usura y especulación.
Movimiento al Socialismo
El Frente de Izquierda Popular coincidió ideológicamente con el recién fundado Movimiento al Socialismo (MAS) fundado en 1971. Ambas proclamaban un socialismo nacionalista después de haber roto vínculos ideológicos con los partidos comunistas de ambos países, sosteniendo su supeditación a los lineamientos del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).
En su órgano de difusión, que era el tabloide Izquierda Popular, manifestó su simpatía y apoyo al MAS y a su candidato José Vicente Rangel. Petkoff y Rangel fueron invitados a la toma de posesión del recién electo Héctor Campora. También el presidente de Cuba, Oswaldo Dorticos Torrado y de Chile, Salvador Allende.
En relación al proceso de electoral venezolano de 1973, Izquierda Popular califica al MAS como una nueva fuerza nacionalista de izquierda. Había acrecentado sus fuerzas con la incorporación de importantes sectores que, durante años, rechazaron la opción de la lucha democrática y legal y sostuvieron la lucha guerrillera.
La rica burguesía venezolana, administrada por “frondizista” y democristianos autóctonos, aplicó las grandes regalías petroleras para neutralizar las contradicciones internas. La guerilla se vio aislada de la población, por lo que debió sufrir una represión durísima. En la legalidad y junto al MAS, las fuerzas revolucionarias venezolanas pondrían su programa a consideración del pueblo. La información periodística hablaba de un gran avance del MAS en las zonas obreras y populares.
Falsa conducta revolucionaria
Comenzando la década de los 70, Petkoff argumentaba que los socialistas, como portavoces y representantes de un sello “muy bello”, encarnaban la idea más noble que pueda imaginarse, transformando el mundo y suprimiendo la explotación capitalista, para crear una sociedad sin explotadores ni explotados.
Acotaba que los socialistas y revolucionarios en general no poseían capacidad de hacerse entender por la gente común, de cuya aspiración socialista querían hacer abanderados. Se interrogaba si el modo de ser de la izquierda y la manera como transmitía el planteamiento revolucionario, servía al propósito de quebrar o debilitar ese “poder cultural” o, por el contrario, contribuía a reforzarlo, siendo este último la “falsa conducta revolucionaria”.
Los socialistas constituían una minúscula minoría en el país, en tanto que las fuerzas políticas y gobiernos que explícitamente postulan el mantenimiento de la sociedad actual para la época, pueden alcanzar “mayorías extravagantes”, particularmente en las elecciones de 1973 en Venezuela.
La Ley de Medidas Extraordinarias fue presentada en el primer gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez, tratándose de un programa de reformas “de toda índole”. Clasificadas por reformistas, “presentados en grande”, contribuyen a generar enormes emociones populares. La izquierda latinoamericana había tenido que enfrentar “desafíos reformistas”.
El caso argentino
Argentina, a partir de 1945, cabalgó sobre una muy favorable coyuntura económica con las “arcas nacionales hinchadas” por las exportaciones de trigo y carne, particularmente a causa de la Segunda Guerra Mundial. Perón subió los salarios y provocó cierta redistribución del ingreso, favoreciendo a las clases populares, al mismo tiempo que adelantaba otras medidas de corte reformistas, sin ninguna intervención revolucionaria. Se enfrentaba, en medio de “una notable soledad latinoamericana”, a algunos aspectos de la “política imperialista yanqui”, según Petkoff.
Eso bastaría para que lealtad de la clase obrera argentina y de otros sectores del pueblo humilde pudiera llevarlo a la presidencia en 1973, después de 18 años de exilio con más del 60% de los votos. El recuerdo de las “nada audaces reformas”, unido, por supuesto, a la carismática personalidad de Perón, fue “más que suficiente” para mantener la “gloria del reformismo peronista”.
La izquierda argentina, dueña de la filosofía y la economía marxista, se dedicó a hacer análisis grandilocuentes sobre el contenido de clases del peronismo, sobre el efectismo y demagogia de alza de salarios y sobre el mantenimiento de la vieja estructura económica, al mismo tiempo que no sabía o no podía captar la amplitud del “sentimiento de reivindicación justiciera” que rodeaba a Perón.
Doctrina estéril
La izquierda no fue entendida por el pueblo argentino, por la clase obrera, que no podía comprender esos análisis “totalmente despegados” de la realidad. Creía realizar un análisis doctrinario irreprochable. Sin embargo no sirvió para nada.
Perón creó un movimiento obrero poderosísimo y se ganaba el cariño y la lealtad del “pueblo humilde”. El partido de la clase obrera y el socialismo fue a parar a “ese triste rincón donde hasta hoy vegeta”. Petkoff advierte sobre los peligros del “doctrinarismo”, de la “infabilidad poca seria”, de la incomprensión sobre el modo real como la gente vive de la política.
Conclusión sobre Venezuela
El caso argentino, así como la experiencia brasileña, fue sustento explicativo para que el MAS apoyara las medidas económicas de Pérez propuestas en 1974. Ilustraba cómo la izquierda no había sido capaz de formular una alternativa real a los problemas que suscita el reformismo en la disputa por la conciencia popular.
Frente al plan reformista del presidente Pérez no serviría de nada limitarnos a “gritar” que todo reformismo tiene “patas cortas”, como tampoco ayuda a pretender magnificar su supuesta potencialidad transformadora. El MAS proponía construir una fuerza revolucionaria acompañando al pueblo junto a los sentimientos y la conciencia del hombre común. No vivirla en lugar del pueblo, no pretender iluminar al pueblo con “abstracciones”, como lo hizo la izquierda argentina.