Día de la Mujer y lo que pasa por la mente de las niñas
Las palabras tienen el poder de marcarnos y hacernos creer tanto cosas positivas como negativas de nosotros mismos, y si esas palabras además son dichas por personas que admiramos, queremos o tienen algún tipo de autoridad es aún más fácil creer en ellas. De allí que los padres, las escuelas y la comunidad tienen un impacto tremendo en lo que las niñas terminan creyendo sobre sí mismas.
Justo cuando el ocaso da paso a la noche, una niña recuesta el rostro sobre sus manos pensando en qué será cuando sea grande. Puede que mire a las estrellas, sin saber que una mujer afroamericana llamada Katherine Johnson, que en la NASA hizo cálculos matemáticos fundamentales para que el hombre llegara la luna en 1969, o que otra mujer, una latinoamericana llamada Diana Trujillo, lideró al equipo de personas que logró enviar a un robot muy avanzado al planeta Marte en 2021.
Un robot que justo lleva el nombre de una de las cualidades que necesitará esa niña para ser lo que ella quiera ser en su vida como mujer: perseverancia.
A medida que crece y se constituye su identidad, cada niña experimenta crisis de confianza sobre lo que puede y no puede hacer. En consecuencia, si las niñas están expuestas a un entorno que asocia su género con determinadas profesiones y ser niña con estar limitada para hacer ciertas cosas, el impacto en la autoconfianza a medida que crece puede ser devastador.
La mujer que esa niña será
En 2014 la marca Always lanzó la campaña #LikeAGirl que muestra los resultados de un experimento que buscaba evidenciar las creencias tanto de adultos como de niños alrededor de la pregunta ¿qué significa hacer algo cómo una niña?
Para los adultos de ambos sexos y para algunos de los niños varones, hacer cosas como correr, pelear, lanzar la pelota “como una niña” tenía un sentido peyorativo asociado a ser débil, poco hábil para los deportes o muy sensible, y las niñas más grandes afirmaban que a veces ser niña se sentía como algo malo.
No obstante, las niñas más pequeñas distinguían que correr como una niña significaba “correr tan rápido como puedas”.
Respuestas que condicionan el futuro
Este experimento mostró que los prejuicios y las etiquetas socioculturales como “el sexo débil” pueden condicionar la respuesta de las niñas y posteriormente de las mujeres para animarse a hacer cosas sobre las que han aprendido a creer que no serán buenas. Esta es una de las razones de la baja participación de las mujeres en áreas de conocimiento conocidas como STEM por sus siglas en inglés, relacionadas con ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.
El potencial de la mujer para ser lo que quiera ser ha sido objeto de debate por mucho tiempo. A finales del siglo pasado la periodista española Carmen Rico – Godoy publicaba su novela “Como ser una mujer y no morir en el intento” que mientras se convertía en récord de ventas le permitió a muchas mujeres explorar en clave de humor los desafíos asociados a los distintos roles que les toca ejercer, la ambigüedad de algunos de ellos y el prejuicio que sugiere que a veces son molestas porque son más sensibles, irascibles o incomprensibles y que muchas veces se sienten impostoras en su propia piel, como si no fueran capaces de lograr cosas para las que la evidencia sugiere que están preparadas.
La palabra como amenaza
En 1999 la revista de Psicología Social Experimental, publicó un artículo titulado: Amenaza de estereotipos y rendimiento matemático de las mujeres, que explicaba los resultados de un estudio realizado por los científicos Steven Spencer, PhD, Diane Quinn, PhD y Claude Steele, PhD, en el que le dijeron a un grupo de mujeres avanzadas en matemáticas que un examen que estaban por tomar solía mostrar diferencias en los resultados de acuerdo al género.
A las mujeres que se les dijo esto, tuvieron resultados inferiores a los de los hombres y a las que se les dijo que los resultados del examen no mostraban ninguna diferencia asociada al género, tuvieron resultados igual de buenos.
Este estudio –y otros que vinieron después- puso en evidencia que la exposición a un estereotipo negativo de que las mujeres tienen una habilidad matemática más débil o inferior a la de los hombres, puede hacer que una mujer perfectamente hábil y capaz sienta debilitada su autoconfianza y tenga un desempeño peor que cuando se siente aceptada, valiosa, capaz de contribuir y validada por su entorno.
Cuando se les contó a las niñas lo que en realidad hacían estas mujeres, la respuesta de estas fue fascinante: estaban conociendo la historia de mujeres ingenieras que trabajan en energía.
“Los científicos, por lo que yo sé, en su mayoría son hombres” decía una de las niñas, pero finalizaban la experiencia diciendo: “capaz que cuando sea grande también puedo ser ingeniera”.
Lo que decimos importa. Las palabras tienen el poder de marcarnos y hacernos creer tanto cosas positivas como negativas de nosotros mismos, y si esas palabras además son dichas por personas que admiramos, queremos o tienen algún tipo de autoridad es aún más fácil creer en ellas. De allí que los padres, las escuelas y la comunidad tienen un impacto tremendo en lo que las niñas terminan creyendo sobre sí mismas.
No morir en el intento
La novelista española Ana María Matute una vez dijo “La palabra es lo más bello que se ha creado, es lo más importante de todo lo que tenemos los seres humanos. La palabra es lo que nos salva”.
Empecemos por decirle a las niñas, que se levanten siempre que se caigan pese a los cuestionamientos, que pregunten sin temor a la respuesta, que le hagan caso a su intuición, que todo lo que vale la pena requiere esfuerzo, que la vida a veces va a doler, pero eso no las hace menos valiosas y que sigan corriendo tan rápido como puedan porque son niñas y eso es maravilloso.
Cuando una mujer tiene un mentor, la guía de la comunidad o alguien que crea en ella y sus capacidades, pasan cosas maravillosas como terminar calculando la ruta de vuelo para la primera misión de la NASA | Por: Carmen Militza Buinizkiy