Opinión

La máquina de torturar

De acuerdo con la Misión de Verificación de los Hechos, en todos los casos de detenciones políticas en Venezuela ocurrieron torturas. Golpes, asfixia, amenaza de violaciones, violaciones, descargas eléctricas y privación de comida son solo algunas de las torturas implementadas por la máquina de tortura

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La Organización Mundial contra la Tortura define a la tortura como “la destrucción intencional de un ser humano en manos de otro”. Si bien los métodos para torturar varían, éstos a fin de cuentas buscan “infligir gran dolor y sufrimiento” y “todos tienen el mismo objetivo: quebrantar a la víctima, destruirla como persona y negar su condición humana”.

La activación de una investigación contra el régimen de Venezuela, por parte de la Corte Penal Internacional (CPI), tiene a la tortura entre otros delitos de primer orden. Igualmente, la Misión de Determinación de los Hechos, nombrada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, ha contribuido a documentar el horror. En Venezuela tenemos una maquinaria institucional dedicada a la tortura.

Hace un año desarrollamos en El Estímulo una serie de artículos que pueden verse en este link y que daban cuenta del horror que se vive en torno a las detenciones políticas en el país. Nos basamos en el demoledor primer informe de la Misión de Verificación de los Hechos, que elaborado por tres expertos independientes ha terminado siendo un documento de referencia, incluso para la CPI. Durante varias semanas leí y escribí sobre varios casos.

Sin embargo, no había cruzado aún el puente del dolor intenso –como venezolano- que me produjeron dos productos, uno impreso y otro audiovisual. Ambos se han elaborado con la voz de las víctimas.

Por causalidades, a estas alturas pongo en duda las casualidades, fui citado un mismo día para asistir al preestreno del documental “Una palabra complicada”, producido por el equipo de la iniciativa periodística La Vida de Nos, y a una conversación con Oscar Medina en su rol de autor y coordinador del libro “Ahora van a conocer al diablo”, de la editorial Dahbar.

Fue un día triste, terminé derrumbado emocionalmente por tanto dolor. Sin embargo, logré reponerme al conectarme con el arrojo de víctimas, familiares, periodistas, productores, editores, que de forma valiente y respetuosa abordaron esta violación de derechos humanos, que en Venezuela ocurre de forma sistemática y masiva, con lo que pasa a ser considerado un crimen de lesa humanidad.

El libro y el documental no sólo nos permiten acercarnos al testimonio en primera persona, le ponemos rostros a las historias de terror padecidas por estos venezolanos y sus familias. Ambos, además, nos ratifican lo que ya sabíamos gracias a los informes de la ONU: Estamos ante una máquina de torturar generada desde el poder militar y policial del chavismo. Pero una cosa ha sido leer documentos con el tono técnico y distante de la ONU, y otra, escuchar la voz de quien ha visto al diablo y logró sobrevivir y por encima de todo su sufrimiento personal, tiene la fortaleza de contarlo.

Así se tortura en Venezuela

De acuerdo con la Misión de Verificación de los Hechos, en todos los casos de detenciones políticas ocurrieron torturas. Se documentaron estos tipos de torturas o malos tratos: 1) Golpes fuertes con bastones y objetos afilados, dejando marcas visibles, huesos rotos y órganos dañados; 2) Esposas excesivamente apretadas que provocan cortes en las muñecas; 3) Asfixia con sustancias tóxicas y en agua; 4) Posiciones de estrés conocidas como “el pulpo” y “las crucifixiones”; 5) Condiciones de luz constante, aislamiento en cuartos oscuros durante días, así como la prohibición del uso o el acceso a los baños; 6) Violencia sexual y basada en género, incluyendo desnudez forzada, amenazas de violación y violación; 7) Choques eléctricos en partes sensibles del cuerpo, incluyendo los órganos genitales; y, 8) Privación de comida y agua, tener que recoger la comida del piso sin ningún tipo de cubiertos o platos, así como la alimentación forzada de heces.

Para que hechos de este calibre ocurran y que además tengan lugar en distintas instalaciones policiales o militares del país, debe existir una suerte de preparación previa. El torturador necesita un espacio acondicionado para sus tareas, así como implementos para lograr su fin último: quebrar al otro, destruirlo emocionalmente, para que “confiese”. Sólo tortura quien tiene el beneplácito de su superior, y alguien que ordena torturar a otro sabe que goza de confianza -en la estructura de poder- para cruzar esta línea roja.

Los testimonios que hoy pueden leerse en el libro de la editorial Dahbar o verse en el audiovisual de La Vida de Nos, apuntan igualmente a otro tipo de tortura también puesta en práctica por la represión del chavismo. La tortura psicológica. Ya no se trata solamente de quebrar a través del dolor físico, sino de doblegar al otro a través de su mente.

La Organización Mundial contra la Tortura destaca que la tortura psicológica puede infligir el mismo grado de dolor, en términos emocionales que la tortura física, y menciona precisamente tres prácticas habituales en Venezuela: privación del sueño, reclusión prolongada en régimen de aislamiento o la amenaza de torturar o matar a un ser querido de la víctima.

En alguna época, gracias a mi buen amigo Raúl Cubas, me adentré en el horror que vivió Argentina durante los años de la dictadura militar (1976-1983). Con el paso del tiempo he observado, desde la distancia, los diferentes y complejos pasos dados por esa sociedad y sus instituciones –bajo diferentes gobiernos- con la finalidad de desmontar la máquina de torturar, asesinar y desaparecer.

En Venezuela este será, también, un gran desafío. 

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