Opinión

Abrirse para pensar abierto

Ramón Guillermo Aveledo invita a analizar el significado del regreso de Sergio Mattarella como presidente de Italia, un ejemplo de que hacer buena política es posible

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afp

Era tradicional en nuestro diarios, lo cual llamaba la atención a visitantes extranjeros, el gran espacio dedicado a la información internacional. Casi todo un cuerpo en los más grandes y varias páginas en los tabloides.

Recuerdo especialmente por su extensión y calidad, la sección internacional de La República, dirigida por Luis Esteban Rey, con colaboradores del nivel de Humberto Malinarich y Ted Cordoba-Claure. Tal dedicación sólo era explicable en el interés del lector venezolano por saber y comprender el mundo, una apertura muy reveladora de un talante nacional que se advierte disminuido.

Nuestra prolongada crisis que afecta la vida de todos, nos ha encerrado en lo que Sadio Garavini llama atinadamente “el monotema”. Comprensible desviación que esperamos y necesitamos superable, pero para que lo sea, requerimos precisamente de mirar por la ventana al planeta para apreciar y comparar, tanto los problemas que otros viven como los modos que encuentran de solucionarlos.

Por eso, me atrevo a invitarlos a asomarnos a un importante acontecimiento reciente en un país con el que tenemos múltiples y entrañables vínculos, como Italia, nacidos desde que un italiano bautizó esta Tierra de Gracia y desarrollado por los miles de venidos de allá que por generaciones han hecho de ésta su patria, trabajando, creando, fundiéndose en esa venezolanidad mestiza y plural que no sólo produce bellas mujeres sino ideas, iniciativas y modos de convivencia.

El 3 de febrero tomó posesión el Presidente de la República Italiana Sergio Mattarella, reelegido aunque había manifestado su intención de retirarse porque “la responsabilidad supera las expectativas personales”, como declaró al aceptar repetir en el cargo del que se había despedido. Su elección resuelve la amenaza de una crisis política, da estabilidad al gobierno y es una muestra de progresiva madurez en el sistema de partidos. Desde el centroizquierda, Enrico Letta ha dicho que es “una victoria de todos” y desde el 5 Estrellas Giuseppe Conte “tenemos un presidente garante”.

Jurista y político siciliano, católico progresista y reconocido por su honorabilidad, Mattarella ha sido diputado, ministro y juez del Tribunal Constitucional. A sus 81 años había anunciado su retiro, pero desde varios sectores políticos le pidieron reconsiderar su decisión como solución a un “juego trancado” tras siete votaciones.

Sergio Mattarella durante su discurso el 3 de febrero. Foto GUGLIELMO MANGIAPANE / AFP

Su antecesor, el excomunista Giorgio Napolitano, culminó sus dos presidencias pasados los 90 de edad. Obtuvo 759 votos de 1009 “grandes electores”. Por cierto, los contendores que hicieron más peso provienen como él de la magistratura. 90 votos obtuvo el derechista Nordio de 74 años y 29 el izquierdista Di Matteo de 61 años.

Según la Constitución Italiana, cuyo régimen es de democracia parlamentaria, el Presidente es jefe del Estado pero no del Gobierno. Es un cargo simbólico de la unidad nacional pero más que eso, es un árbitro de la política con capacidad y autoridad, preside el consejo de la magistratura y el consejo de la defensa nacional, es comandante de las fuerzas armadas, concede indultos y sobreseimientos, representa al país en las relaciones internacionales.

El gobierno está a cargo del Consejo de Ministros responsable ante el parlamento. Actualmente lo encabeza el economista Mario Draghi, exdirector del Banco Europeo. Su nombre sonó como favorito para ir a Quirinal, pero sensatamente, la mayoría de los políticos prefirieron que siguiera como Premier por la labor que realiza para estabilizar la economía y superar las consecuencias de la pandemia.

Los populismos nacionales han sido una reacción ante las insatisfacciones generadas por las democracias en tiempos de globalización y revolución en las tecnologías de información y comunicación. A la derecha en el Norte (Reino Unido, Alemania, EEUU), a la izquierda en el Sur (España, Grecia), a ambos lados en Francia y difícilmente definible en Italia.

En este caso, la inteligente elección de Mattarella muestra que la moderación, “el espacio siempre más ancho” que me dijo alguna vez Rajoy, gana profundidad y ha habido una necesaria convergencia por el interés nacional. Nadie jugó al caos. La aspiración parcial aunque legítima por conquistar y dirigir el poder, no estuvo por encima de la apuesta nacional por el interés común.

Buen ejemplo de que la buena política es posible.

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