Opinión

Escultores de nuestro propio cerebro

Asumir desafíos y tener experiencias nuevas son situaciones que ejercen un efecto muy beneficioso sobre el cerebro. Lo mantienen activo y lo estimulan para que diseñe circuitos nuevos entre las neuronas. Y sí, nos hace más inteligentes

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Foto DS Stories / Pexels

“Si nos los proponemos, podemos ser escultores de nuestro propio cerebro”, hace referencia a lo expresado por Santiago Ramon y Cajal – médico español, ganador del premio nobel de medicina en 1906 por su trabajo sobre la estructura del sistema nervioso – y que me permite titular este artículo y desarrollar algunas ideas para convertirnos en jefes de ese maravilloso y complejo órgano que llamamos cerebro.

Por mucho tiempo se impuso la idea de que tu inteligencia dependía del equipo genético con el que vinieras al mundo. Por lo tanto, si los genes estaban de tu lado, las posibilidades de alcanzar el éxito eran elevadas; por el contrario, si no resultabas favorecido genéticamente, estarías en problemas.

Y sí, en cierta forma el equipaje genético te garantiza un porcentaje importante en la construcción del bienestar, pero la buena noticia es que buena parte de la construcción de este, depende – exclusivamente – de cada uno y de la forma en que encaremos las circunstancias que se nos presentan en la vida.

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Foto de Juan Pablo Serrano Arenas / Pexels

La neurociencia ha demostrado que ciertas propiedades como, por ejemplo, la personalidad, son procesos que podemos cultivar y adecuar a nuestras intenciones. Ahora sabemos que el cerebro se transforma a lo largo de la vida. A este proceso transformador se le llama neuroplasticidad.

Neuroplasticidad, la gran cualidad del cerebro

La neuroplasticidad es entendida como la capacidad del conjunto celular para generar modificaciones a nivel anatómico y funcional que le permitan responder a las circunstancias ambientales o a las demandas del desarrollo, así como las adaptaciones necesarias para sobreponerse a las patologías, los traumatismos o las lesiones.

Se trata de una competencia del sistema nervioso que le permite adaptarse y ajustarse de manera exitosa para responder a las necesidades que la información nueva demanda, e implica una alta relación con los procesos relativos al aprendizaje, específicamente, a los impactos que este proceso tiene sobre la configuración morfológica de nuestro cerebro, por cuanto se registra como alteraciones y/o ajustes en las estructuras generales de todo el sistema nervioso. En simples palabras, la plasticidad neuronal es la facultad del cerebro para recuperarse y reestructurarse.

Para que este proceso ocurra, se requieren procesos de estimulación que aprovechen esa plasticidad cerebral y generen funcionamientos alternativos para las distintas habilidades.

Diversas investigaciones sugieren que el cerebro cambia cada vez que aprende algo nuevo. Esto es aplicable a todo el universo de personas, incluyendo a los más longevos.

En consecuencia, asumir desafíos y tener experiencias nuevas son situaciones que ejercen un efecto muy beneficioso sobre el cerebro. Lo mantienen activo y lo estimulan para que diseñe circuitos nuevos entre las neuronas.

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Foto Monstera / Pexels

En resumen, hacen a las personas más inteligentes. De allí que no sea exagerado afirmar que cada uno de nosotros es el escultor de su propio cerebro. Este órgano adoptará la forma que tu esfuerzo, enfoque y paciencia quieran darle.

De modo que, conociendo la capacidad elástica del cerebro, la primera recomendación que debemos asumir es reconocer aquellos aspectos y actitudes que queremos cambiar.

Una vez identificado lo anterior, es inaplazable ponerte en acción y ejecutar los pasos necesarios para “obligar” a nuestro cerebro a reconocer nuevos hábitos que impactarán de forma positiva a tu vida, basado en aquellos aspectos que has decidido cambiar.

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Foto Andrea Piacquadio / Pexels

¿El secreto? No creo que haya alguno en especial, simplemente la voluntad de hacerlo, decidida y repetidamente. ¡pequeños cambios, generan grandes transformaciones!

No te dejes vencer por los fantasmas de la rutina e incorpora acciones que te permitan retar tu inteligencia y poner al límite tus condiciones físicas y cognitivas.

En un mundo tan vulnerable, la capacidad de adaptarnos rápidamente a los continuos cambios pasa por situarte del lado de la reflexión constante para identificar los procesos que queremos cambiar y explotar las inmensas posibilidades de adaptación disponibles en nuestro engranaje genético.

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