Opinión

El debate: nada nuevo bajo el sol

Organización con fallas. Preguntas amplias y tiempos muy cortos para las respuestas. Pero al final un espacio aparentemente democrático y necesario para estos tiempos. Así se vivió el debate de precandidatos a las primarias en la UCAB

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Escribo este artículo el miércoles 12 de julio. Esta mañana salí de mi casa para asistir al debate de ocho de los precandidatos a las primarias en el Aula Magna de la UCAB. Mi primera pregunta: ¿por qué no invitaron a todos los precandidatos? ¿Quién decidió a quiénes invitar y a quiénes no? Un debate que pretende ser “democrático” no puede -o no debería- empezar excluyendo.

Al llegar a la UCAB me encontré a Teresa Albanes, de bastón, haciendo cola para entrar. Caramba… entre tantos estudiantes que estaban ahí «en la organización», ¿no hubo una sola alma caritativa que la acompañara a pasar sin hacer cola? Los gritos de «para agilizar la entrada tengan sus cédulas a mano» fueron innecesarios y estridentes.

La «organización»… ¡Por favor! La invitación (la copio textual) decía: «Hora de ingreso medios de comunicación ya registrados y confirmados será 9:00 am y se cierran las puertas del Aula Magna 11:00 am para iniciar». ¿A quién se le ocurre invitar a venezolanos a las 9:00 am para empezar a las 11:00 am? ¡Por supuesto, empezó tarde porque casi todos llegaron tarde!

Hace una semana pregunté si mi marido podía asistir y la respuesta que recibí fue: «No. Ese registro cerró». Pero esta mañana, si algo sobraba a las 11:20 am, eran puestos. A eso de las 11:30 am empezaron a decir por los micrófonos que nos sentáramos «para dejar entrar a quienes no estaban acreditados». ¿Y la seguridad? Menos mal que no pasó nada, pero después de habernos pedido a quienes asistimos que nos registráramos, chequearan nuestros nombres en la entrada principal de la universidad y nuevamente en la entrada del Aula Magna, dejaron entrar como rebaño a los no acreditados.

Agradecí la ovación a los padres de Juan Pablo Pernalete, quienes apoyaron el debate desde su fundación. También la presencia del señor del papagayo, quien tenía uno que decía: «Debate por la libertad que está por venir». ¡Que así sea!

Empezó el acto con las palabras de bienvenida, primero de un muchacho, luego del profesor Francisco Coello, director del Centro de Estudios Políticos Mercedes Pulido de Briceño, quien se dirigió a «todos y todas». Tal vez sea necedad mía, pero yo no puedo con eso… Como mujer, me siento perfectamente incluida dentro de «todos».

Luego intervino una joven, quien finalmente introdujo a los presentadores, Luis Carlos Díaz, que estuvo, como siempre, inteligente e impecable, y una muchacha llamada Isabella, que no estuvo a la altura, tal vez porque leyó muy mal.

Llegaron los candidatos y empezó la ronda de preguntas. La primera: «¿Qué tienen ustedes que decirle al país?». Minuto y medio para responder.

¡En minuto y medio no hay tiempo de responder una interrogante como esa! Me recordó a las preguntas que les hacen a las misses, que no responden y la gente se burla de ellas diciendo que son brutas. ¡No es que sean brutas -que algunas definitivamente lo son- es que son imposibles de responder!

Si a mí me hubieran preguntado, como hacen en los concursos de belleza, «si tuvieras una varita mágica y pudieras resolver un solo problema del mundo, ¿cuál resolverías?», todavía estaría pensando mi respuesta. Igual pasó aquí con una pregunta tan vaga, tan amplia, tan imprecisa. Las respuestas estuvieron igual de vagas, amplias e imprecisas.

Por ejemplo, Andrés Velásquez, que usualmente habla bien, perdió un minuto agradeciendo a la UCAB, a los organizadores, a los estudiantes, a los medios de comunicación.

Segunda pregunta: «¿Cómo definen al régimen?». A mi modo de ver, ahí se peló Tamara Adrián, quien respondió: «No es democrático, pero tampoco es dictadura porque no entró por la fuerza». ¿Cómo que «no entró por la fuerza»? ¿Qué fue lo que hizo Maduro en 2018, sino una usurpación? Después añadió: «Quizás una autocracia, pero puede ser vencida por votos».

Prosperi fue tibio en su respuesta: «Un régimen autoritario que no respeta la Constitución». Cuando le tocó el turno a Caleca, fue rotundo: «Es una dictadura, porque no respeta el estado de derecho». Después de esta respuesta, las que vinieron a continuación ahondaron en su respuesta. María Corina y Delsa excelentes en las suyas, porque hablaron de los derechos humanos, los presos políticos, las alianzas criminales y el saqueo del país.

De la tercera pregunta rescato la respuesta de Caleca, que fue muy criticada en ciertos chats a los que pertenezco «por desesperanzadora»: «¿Qué garantías reales nos ofrecen ustedes a los jóvenes para no tener que irnos del país?».

«No puedo ofrecerles nada, solo que se nos unan en este trabajo de salir de la dictadura», respondió. ¡Y tiene razón! Pero claro, gustan más las respuestas políticas donde todo suena muy bonito, pero siempre está ausente el «cómo» lo piensan hacer. ¿Cómo se «reinstitucionaliza»? ¿Cómo se «refunda el Estado»? ¿Cómo se «deja atrás el socialismo»? ¿Cómo se cambia de modelo político (remember CAP)? ¿Cómo se cambia de un estado militarista a una economía de mercado?

Las palabras suenan bien, pero se deshacen al toparse con una realidad como la que enfrenta Venezuela hoy. Igualmente sucedió con la cuarta pregunta: «¿Cómo garantizaría un entorno favorable para los negocios e inversión en Venezuela?» y con la quinta (que sólo se les hizo a cuatro de los ocho candidatos): «En las primarias, ¿estamos eligiendo el líder de la oposición o el candidato para el 2024?». En esta última María Corina reiteró que «hay que cobrar por la fuerza, con un liderazgo que enfrenta y no se subleva» y yo me pregunto con qué fuerza vamos a cobrar si los militares siguen apoyando al régimen de Maduro.

Hubo un momento en el que cuatro estudiantes subieron y tomaron el micrófono. Yo juraba que iban a formular preguntas, pero no, más bien parecían arengas políticas, excepto por la única mujer del grupo, que hizo una de las preguntas más inteligentes (no sé si su pregunta era el resultado de las arengas anteriores).

La sexta pregunta fue: «¿Cuáles son los grandes errores que se han cometido?». Me gustaron las respuestas de Tamara, Caleca, Delsa y Velásquez. Encontré patética la de Prosperi, quien dijo que «había que pedirle perdón a Dios», y al pueblo, en eso tiene razón, pero no era una respuesta. Por cierto, me gustó el gesto de Prosperi de aplaudir a sus compañeros cuando respondían.

Las dos últimas preguntas se refirieron a cómo lograr un acuerdo de unidad y si hay un plan de sucesión ante los candidatos inhabilitados. Tamara dijo que «winter is coming» (viene el invierno), en clara alusión al popular dicho de Game of Thrones que advierte que se avecinan cosas malas. Yo le diría que el invierno llegó a Venezuela cuando Hugo Chávez ganó las elecciones. Superlano estuvo muy bien recordando el triunfo de Barinas: «Si en Barinas se pudo, en Venezuela se puede».

Pienso que Henrique Capriles perdió no yendo y que María Corina metió la pata al no levantar los brazos entre Superlano y Pérez Vivas para la foto final. No entendí su actitud, pero no me gustó. Si algo tengo claro es que sin unidad no vamos a ninguna parte. Y hablando de todo, el video de la llegada de Superlano al debate ha debido costar un dineral y me pareció cursi y fuera de lugar.

En fin, después de leer tuits y chats con tanta gente que respeto alabando «el civismo», «el respeto», «la concordia» y otros epítetos, concluí que estamos tan mal que algo que debería ser normal, nos parece algo que hay que aplaudir. Y tienen razón: en esta Venezuela salvaje, cruel, inhumana y feroz, algo de civilidad se agradece.

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