Opinión

Simón y esta ola de "normalidad" en Venezuela

Otra lectura obligatoria sobre la película Simón nos recuerda la fragilidad del olvido forzado. Estas heridas no sanarán sin justicia y reparación a las víctimas.

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Simón, la película

En un momento del país en el que la memoria parecía haber cedido frente a la masificación de la banalidad del disfrute de nuevos ricos, con modos más estridentes que los del mismísimo Pablo Escobar, irrumpe la película “Simón” para recordarnos cómo fue que llegamos a esta supuesta e inflada “paz”.

El film, basado supuestamente en una historia ocurrida durante el ciclo de protestas del año 2017, es un retrato nítido del aplastamiento de la protesta por la fuerza de una salvaje y feroz represión, que dejó un poco más de un centenar de manifestantes muertos a plomo en episodios donde siempre estuvo involucrada la actuación de la fuerza pública, cifra documentada por la Fiscalía General de la República que estaba en manos de Luisa Ortega Díaz (y presentada ante la Corte Penal Internacional).


El 2017 fue de los años más oprobiosos e infames en la actuación de la clase política gobernante para mantenerse en el poder.

Fue el año que vimos tanquetas entrando a estacionamientos de edificios tras derribar muros perimetrales y golpear carros,  solo para amedrentar a comunidades que se unían a diario a la protesta estudiantil.  Fue el año que vimos uniformados llegar hasta la planta baja de torres residenciales a romper vidrios de carros que a duras penas habían logrado mantener hasta ese momento la golpeada clase media venezolana, hoy arrasada por la conducción económica de ese mismo gobierno contra el que protestaban.

Fue el año que vimos también, en edificios de El Paraíso en Caracas, cómo les destruyeron varios ascensores en un severo castigo por haber protestado. 

Siempre pensé que si todo esto pasaba a la vista de todos, ¡qué otras cosas no pasarían dentro de cuatro paredes!

Pues bien “Simón” se ocupa de eso: de ofrecer una visión de lo que pudo serlarepresión en las celdas a las que iban a parar las decenas de detenidos diario en las protestas. Por respeto a la gente que no ha visto la película, no contaré aquí mucho detalle sobre ella. Pero si diré que “Simón” llega oportunamente,en un momento en el que, a la gigantesca y constante operación de propaganda política enfocada en mostrar una supuesta estabilidad, se le han unido un coro de espontáneos remando también en la dirección normalizadora del horror y del olvido, muchos anotados en la idiota línea de que si no opinan sobre política no les pasará nada.

Un nuevo tipo de pseudo ciudadano, hombres de negocios, supuestos nuevos empresarios,  que creen que obtener prosperidad y generar lucro es algo que no pasa por tener la expectativa de querer una Democracia con instituciones sólidas y separación de poderes. 

Un nueva risible clase social que cree que la falta de democracia nunca les tocará la caja registradora.

Pues “Simón” ha venido a recordarles que la basura que se guarda debajo de la alfombra no desaparece, hasta que te ocupas de ella. No existe aún la alfombra que se trague la basura, así como no será posible ni con toda la ola normalizadora y frívola que nos invade, obviar que aquí llegamos tras una imposición de poder estabilizado a sangre, fuego y bota militar.

Esta película es el recordatorio de una de las tantas heridas que tenemos y que algunos han querido que olvidemos y que no sanará hasta que haya justicia y reparación.

“Simón” es una forma de memoria, algo que es imprescindible cuando desde el poder a diario intentan imponernos una única versión de los hechos. “Simón” ha venido a romper además una especie de hipnosis de cierta clase venezolana, obnubilada por el brillo de gigantescas súbitas fortunas, obtenidas en opacas y dudosas operaciones.

Cierta gente que, justo ese mismo año 2017 hasta llegó a respirar gas lacrimógeno en las protestas y hoy sucumbe ante la seducción de la riqueza fácil. Afortunadamente no es la mayoría.

Debo destacar para finalizar la extraordinaria demostración del talento artístico del actor Franklin Virgüez, creo que en la mejor actuación de su vida, quien hace una lacerante y pavorosa interpretación de una realidad de la que nadie estará a salvo hasta que logremos tener Democracia.

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