Opinión

Entre matraca y matraca

Diciembre es una temporada de mucho movimiento por carreteras y vías citadinas y para los venezolanos también es sinónimo de "matraqueo". Estas son algunas reflexiones sobre el sistema de corrupción que se ha afianzado en las distintas rutas del país y vulnera a los ciudadanos

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«Entre pitos y matracas, entre música y sonrisas, las campanas nos anuncian que ha llegado un año más (…)» dice la popular canción que interpreta la orquesta Billo’s Caracas Boys por estas fechas de Año Nuevo. Pero aquellos pitos y aquellas matracas de la canción, que se referían a instrumentos de viento y percusión para acompañar la música mientras se bailaba, quedaron en el pasado, como muchas otras cosas en Venezuela. Ahora los pitos los tocan los funcionarios y es cuando empieza la matraca.

El modus operandi resulta siempre muy parecido, por supuesto, con las variaciones propias que le otorgan la imaginación de los protagonistas. Hace un par de meses, una crónica de Javier Ignacio Mayorca en su blog “Crímenes sin castigo” narraba lo sucedido a un ciudadano detenido por una pareja de PNB que venía en moto en la autopista de Prados del Este, a la altura del Hotel Tamanaco. La orden de paro fue supuestamente porque su automóvil no llevaba placa trasera.

Pero cuando él les enseñó los papeles del INTT que establecían que la placa perdida había sido denunciada y que estaba en proceso de obtener otra, uno de los policías dijo: «Pero es que además de no llevar placa atrás, usted atropelló a un motorizado antes del túnel de La Trinidad y se dio a la fuga. Eso es un delito grave. Tanto usted como el carro están detenidos». ¿Increíble? ¡En Venezuela eso es el pan nuestro de cada día! Lo paran porque no tenía placa, y al demostrar que tenía la denuncia en regla, inventan lo del atropellamiento.

Si eso hubiera sido verdad, ¿por qué esperaron para detenerlo tantos kilómetros más adelante? Por supuesto, de inmediato se puso en marcha la matraca: «(…) pero nosotros podemos ayudarlo». ¿Ayudarlo? ¡Si cometió un crimen, debería ir preso! Los policías ni son fiscales, ni son jueces. La «ayuda», que terminó pagando, parece que fue bastante sustanciosa. Todo para evitar caer en otras matracas más profundas, porque sí, hay niveles de matracas.

Hace unos meses, una amiga periodista y su marido venían saliendo de Maracay. En el antiguo peaje del avión, en la entrada de Palo Negro, los detuvieron. «Inspección de rutina», les indicaron. Su marido es escrupulosamente cuidadoso con tener todos los documentos al día. Cuando iba entregando todo lo que el oficial le pedía, este se le quedó viendo y le dijo: «Aquí falta la constancia de pago de los impuestos municipales del vehículo». Él se los entregó. «Carnet de la patria», dijo a continuación. «No tengo», respondió él. «Entonces estamos en problemas», respondió el policía.

Inútil explicarle que la obtención del Carnet de la Patria es voluntaria. «Claro, siempre uno puede ayudarlos, usted sabe…».

Cuando dijo eso, mi amiga sacó su teléfono y empezó a grabarlo. «¿Qué hace, señora?», le preguntó. «Lo estoy grabando porque yo soy periodista y voy a poner este video ya en Twitter. Por favor repítame lo que acaba de decirnos», le dijo ella. En un segundo les había devuelto los papeles que tenía en sus manos y hasta les deseó buen viaje.

La mañana de este viernes 29 de diciembre, una joven pareja acompañados por su bebé iban por el tramo entre Pastora y Taborda en el estado Carabobo a pasar un día de playa en Tucacas. Los detuvieron en el comando, también sin motivo alguno. Todos los papeles estaban en regla. Cuando el bebé comenzó a llorar por el calor, porque les habían ordenado apagar el carro y entrar al edificio, les dijeron que tenían que ver un «video de formación vial» que duraba una hora. «Yo los quiero ayudar, pero ustedes no se dejan. Pueden darnos una colaboración» y el eterno bla, bla, bla, de que no era para ellos, que había gente necesitada, y un largo etcétera. Cincuenta dólares les costó la parada. Lo más insólito es que el funcionario que llevaba la voz cantante (eran cuatro en total) les dio su teléfono «por si los paraban más adelante».

El abuso de autoridad por parte de los policías y el soborno a los ciudadanos son prácticas que socavan la confianza en las fuerzas del orden y minan el Estado de derecho. Los policías tienen la importante responsabilidad de velar por la seguridad en las carreteras y garantizar el cumplimiento de las normas de tránsito. Sin embargo, en muchos casos, algunos agentes abusan de su autoridad, utilizan su posición para extorsionar a los conductores, desde la imposición de multas injustificadas, hasta el uso de la coerción para obtener sobornos.

Como he narrado en los tres episodios citados, ese soborno a los ciudadanos crea un círculo vicioso de corrupción que socava la confianza en las instituciones gubernamentales. Los ciudadanos se ven obligados a pagar sobornos para evitar sanciones injustas o para agilizar trámites burocráticos, lo que perpetúa un sistema corrupto y debilita el Estado de derecho. Ya bastante corrupción tenemos en el país y un Estado de derecho por el subsuelo para seguir minándolos. Porque de lo único que podemos estar seguros es de que el fondo no tiene fondo: siempre podemos estar peor.

Abordar este problema requiere un enfoque integral que incluya medidas para promover la transparencia, la rendición de cuentas y la capacitación adecuada de los agentes. Es fundamental establecer canales efectivos para que los ciudadanos denuncien el abuso de autoridad y el soborno, y para que estas denuncias sean investigadas de manera imparcial. Pero eso no va a suceder mientras el chavismo siga en el poder, porque estos actos están empoderados y apoyados por ellos.

Feliz 2024 para todos, y que les sea leve este fin del 2023, entre matraca y matraca…

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