Opinión

Vinotinto contra Bolivia: mal planificado, peor ejecutado

El 4-0 que sufrió Venezuela impacta, por las diferencias técnicas y de puntos que le alejaban del rival. Pero el partido deja demasiadas preguntas que el cuerpo técnico debe responder, no al público ni a los periodistas, sino puertas adentro. En una eliminatoria tan cerrada no se pueden dar tantas ventajas

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AFP

Decía Fernando Batista, después de la derrota 4-0 en el estadio Alto, que no hablaría de las condiciones que rodearon al partido. «No voy a hablar sobre la altura, no lo hice antes, ahora tampoco lo haré». De 10 preguntas, 8 son sobre la altura, por algo será. De mi boca no va a salir nada. No soy de poner excusas». La sentencia es interesante, una manera decir algo sin verbalizarlo, pues queda rodando el «por algo será».

Hablar de los más de 4 mil metros de altura que enfrentan los jugadores tapa el árbol. Es la manera que encontró Bolivia de sumar puntos, ante las diferencias individuales y juego colectivo de los rivales. Y eso es válido, así como se usa el calor y la humedad en Barranquilla, Colombia o la altura en Quito, Ecuador. Si la Conmebol lo aprueba, no puede haber pataleo. Se entendía, sin embargo, que ante tales condiciones, el llamado de 41 jugadores de Batista respondía a la posibilidad de dos equipos o al menos uno con ciertas características para el choque en el Alto y otro para Maturín.

Sin embargo, ni lo uno ni lo otro. Revisemos el 11 de Venezuela: Rafael Romo, Jon Aramburu, John Murillo, Nahuel Ferraresi, Yordan Osorio, Miguel Zárate; Daniel Pereira, Telasco Segovia, José Martinez; José Salomón Rondón, Jhonder Cádiz. A primera instancia, sin ver el posicionamiento en cancha, se pensaría que es un equipo que si bien se refuerza en defensa con la línea de cinco, tenía los hombres para manejar el balón en el mediocampo y explorar las caídas por los costados o los balones a las espaldas de los centrales rivales, en búsqueda de Rondón.

Rápidamente quedó claro que ni posesión ni juego directo. Venezuela chocó ante una Bolivia limitada desde lo técnico, pero acoplada a la altura. Era lógico, la alineación del debutante Óscar Villegas estaba conformada por jugadores de Always Ready, local en este estadio y el Club Bolívar, acostumbrado a la altura de La Paz. El gol de Ramiro Vaca, apenas a los 13 minutos, en una jugada que llega tarde «El Brujo» Martínez, evidenció las diferencias en preparación y ejecución entre ambas selecciones.

El brillante disparo de Vaca rompió cualquier estratagema. Bolivia siempre ha hecho este tipo de tantos desde afuera del área porque el balón toma una velocidad diferente desde la altura. ¿Es ventajoso pensar en que la experiencia en la altura de Alaín Baroja era un mejor opción en el arco? El gol, en efecto es una genialidad individual, aprovechando que nadie apretó (la distancia entre marca y rival fue un infierno para la Vinotinto). Pero luego, el penalti, es un regreso a esas pifias mentales que históricamente han fulminado a Venezuela en cualquier competencia. El doble empujón, en el que estuvo involucrado el mejor jugador local de la Copa América, Aramburu, evidenció la confusión mental producto del poco aire que llegaba al cerebro.

Son reveladores los minutos de los tres últimos goles: Carmelo Algarañaaz (45+5), Miguel Terceros (46, un minutos apenas comenzado el segundo tiempo) y Enzo Monteiro (89, finalizando el choque). Además, los dos últimos fueron producto de jugadas de fútbol sala: apertura a un ala, centro al área pequeña, remate de un pívot-llegador. Goles prácticamente de entrenamiento.

Desde el inicio del proceso de Batista se ha reconocido el problema que tiene el entrenador para que su equipo firme un primer tiempo sólido. Se le abonaba, sin embargo, la capacidad para reacomodar a sus dirigidos, con cambios, en la etapa complementaria. Había un cierto toque de fortuna -siempre necesaria en los equipos ganadores- en estas transformaciones. Contra Canadá, fue el último ejemplo de ello. Contra Bolivia no pudo ser.

¿Qué pretendía Batista con el 11 abridor? ¿Por qué dejar los 90 minutos a tantos jugadores que deberían iniciar o tener minutos ante Uruguay? No hay respuestas claras. Pareciera que en algún momento, el técnico argentino pensaba en un partido de doble alcabala, con jugadores de dominio como Pereira y Segovia. Al no ver resultados, luego intentó con otros más rápidos y de regate en corto, como Darwin Machís y Yeferson Soteldo.

Salvo una jugada individual, de Machís, que pudo significar el descuento, los cambios no generaron una modificación radical en la inercia del equipo, cansado y derrotado desde el segundo gol. Una última intentona, en una volea de Rondón sin convicción, selló el ataque inexistente del conjunto venezolano. Es una pena, por cierto, que nos vayamos con esa imagen de Pereira y Segovia, dos talentosos que parecieran ser las víctimas de un naufragio técnico.

El partido contra Uruguay puede llevar al olvido este de Bolivia si se gana. Así son las cosas en cada fecha de eliminatorias. El mismo entrenador recordaba que debutaron dando una pobre imagen ante Colombia en este premundial y luego sumaron nueve puntos. Eso es cierto; también lo es que a medida que pasen los encuentros, las distancias se van a acortar en los puestos directos y de repechaje. Y aquella ventaja que ilusionaba a un país puede recortarse en un parpadeo.

No se pueden dar ventajas, no más. Desde la preparación, el esquema táctico y el plan a ejecutar. No importa las condiciones climáticas ni el rival. Ojalá la experiencia de este fracaso – no por el resultado sino por el juego – en Bolivia sirva para lo que queda de competencia.

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