Opinión

¿El exilio de Edmundo González pone fin a la lucha democrática en Venezuela?

El exilio que inició Edmundo González Urrutia si bien representa un golpe emocional para quienes apuestan por un cambio democrático en Venezuela, no parece representar el punto final de una lucha democrática que comenzó a gestarse mucho antes de que irrumpiera en público el ex embajador como candidato de consenso entre factores de oposición

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Daniel Hernández

Si a inicios de marzo de 2024 se le hubiese preguntado a cualquier venezolano quién era Edmundo González Urrutia, la respuesta de casi todo el mundo habría sido de: no sabe, no lo conozco. Si bien en el firmamento del campo democrático venezolano no se manejaba su nombre, ya en ese momento era claro que se había gestado un movimiento prodemocracia, con gran calado dentro de nuestra sociedad.

El deseo de cambio que se manifestó en las urnas de forma mayoritaria y pacífica el 28 de julio, tuvo sin duda alguna a un gran referente a González Urrutia, pero la apuesta de conducir a Venezuela hacia una transición democrática le antecede en el tiempo y va mucho más allá de la figura de este outsider.

El gobierno, sin duda, se apuntó un tanto a favor al obligar que González Urrutia tomara la decisión, en el seno de su familia, de irse de Venezuela. Es un punto a favor por el estado anímico que dejó la noticia entre esa mayoría que apuesta por un nuevo modelo de gobierno para Venezuela. En eso influyó, además, que la noticia estuvo enmarcada en la narrativa del chavismo.

Es el poder quien dio la primicia de que salió al exilio el candidato ganador de las elecciones, si nos guiamos por las actas que logró compilar y publicar digitalmente el comando opositor.

Si bien el rédito inmediato juega a favor del chavismo, por el impacto emocional, dentro de una estrategia dirigida a incentivar la desesperanza y el desaliento, apuntando a que el malestar social se vuelque en contra de las figuras opositoras, el hecho de que quien ganó de forma amplia unas elecciones deba salir al exilio poco después de las votaciones habla mal, bastante mal, del clima que prevalece dentro del país.

Al estar asilado en España, González Urrutia deja en evidencia que dentro de Venezuela no existen libertades ni garantías, incluso para figuras políticamente relevantes, como es su caso. Y eso, en ningún escenario, habla de un clima de paz y convivencia pacífica.

La decisión de irse la tomó González Urrutia con su familia, según informó su abogado en Caracas. Su comunicado público este lunes tuvo diversas interpretaciones y ciertamente existe una incertidumbre notable sobre qué pasos dará a continuación el ex diplomático. Si desde su exilio hace uso de su experiencia y contactos para seguir impulsando la lucha democrática, eso sería una gran contribución. La historia venezolana, especialmente en los años duros de la dictadura de Pérez Jiménez, está repleta de valiosos casos del rol que desde el exilio cumplieron figuras estelares de la democracia.

Si las razones y circunstancias familiares terminan pesando más y decide sencillamente pasar al ostracismo, igual González Urrutia deberá ser recordado de forma positiva. Su condición de outsider, su desinterés en tener el poder y su gallardía resultaron factores claves para que en situaciones sobrevenidas terminara siendo el candidato de consenso en 2024.

Lo que sí no tendrá vuelta atrás es pensar el país como lo fue hasta el 28 de julio. Esa fecha es parteaguas de un cambio social y político entre los venezolanos. La decisión de cambiar no aminora con la represión o el hostigamiento, posiblemente se solape se oculte, por el miedo. El deseo de cambio se manifestó con una acción concreta, votar masivamente, y eso no podrá ser borrado o reescrito.

Lanzar una represión masiva no genera más respaldo en una población que viene pidiendo por un clima de no conflictividad. Obligar a que el candidato ganador, según las actas que se han conocido hasta ahora, se vaya al exilio no destierra el deseo de cambio que late entre los venezolanos. Al contrario, la represión, la negativa a aceptar la voluntad popular, forzar el exilio, nada de eso le sumará apoyo a un poder que luce desconectado del pueblo.

La salida al exterior de González Urrutia, por razones que son respetables, coloca sí a la dirigencia política que permanece en Venezuela y en particular a María Corina Machado, en la urgente disyuntiva de replantearse una estrategia de lucha por la democracia.

Tal vez, finalmente, haya llegado la hora de un frente nacional para defender lo que fue la voluntad popular en las urnas el 28 de julio o una reedición de una junta patriótica (como la que operó a partir de 1957 y tuvo un rol de primer orden en los días finales de la dictadura). En cualquier caso, la situación parece demandar una convocatoria política amplia de los factores que siguen dentro de Venezuela en estrecha comunicación y sinergia con las figuras relevantes que están en el exilio.

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