La comezón se intensifica en las noches y con el calor, cuenta Estela entre las moscas que revoletean sus pies descalzos. Eso mismo le pasa a Jesimar, su nieta de un año, quien además sufre por las ampollas, los granos y las costras que han brotado en su cuerpo por la enfermedad.
A pesar de lidiar con la hipertensión y los problemas en la piel, Estela se encarga de cuidar a su familia. Ayuda a Tibisay, su hija desempleada, en la atención de los nietos que comparten un pequeño cuarto que les sirve de habitación y cocina en el sector Los Corales, al norte del estado costero.
Desde hace tres años, Tibisay y sus hijos ocupan la planta baja de una casa semi destruida de dos plantas que se encuentra al lado de un pozo de agua hedionda y verdosa.
La zona donde viven (o malviven) es lo más parecido a una tierra arrasada por una bomba atómica, pues no se ha logrado recuperar del deslave que hace 17 años destruyó a la gran cantidad de edificaciones que engalanaban al otrora sector más exclusivo de la entidad.
Ahora, Los Corales es germen de la escabiosis que afecta a sus habitantes. Un censo realizado por el consejo comunal del sector contabilizaba 36 personas enfermas que están expuestas a calles de tierra sin cloacas, montañas de basura con moscas del tamaño de avispas y servicios públicos improvisados.
El agua que surte a los cuatro edificios que se mantienen de pie, ubicados entre las calles 12 y 16, proviene del Río San Julián, en las faldas del Ávila. La comunidad se encargó de unir 1,8 kilómetros de pequeños tubos de plástico para llevar el líquido a las familias que ocuparon las edificaciones vacías tras la tragedia.
Una de ellas fue la de María Claudia, de 19 años. Llegó hace siete años a Venezuela sin papeles en regla, proveniente de Barranquilla (Colombia). Desde hace cuatro ocupa un apartamento de una habitación en Los Corales con su mamá y su bebé de seis meses, quien también padece de escabiosis.
A pesar que la bebé presenta una constante picazón en sus piernas y en su espalda, la joven la sigue bañando con el agua que llega directamente del río. María Claudia dice que se quiere devolver a Colombia por la crisis del país y la situación familiar.
“La situación aquí es terrible. La mayoría de los que vivimos aquí somos colombianos sin papeles y muchos de ellos se han devuelto porque no aguantan”, afirma María Claudia.
Y el no tener papeles se ha convertido en una cruz para quienes viven en la zona alta de Los Corales. Sobre el problema de los servicios públicos, la comunidad no logra conseguir la atención del gobierno regional.
“El problema es que el Gobierno no consigue votos aquí. Y no le interesa. Al menos 70% del sector está tomado por invasores”, explica Ramón Guerrero, activista de Primero Justicia de la parroquia Caraballeda.
La falta de papeles genera muchos problemas a quienes viven en la zona. Como todos los hijos de Tibisay –cuyas edades varían desde los 6 meses hasta los 16 años-, los niños de la zona no estudian y a las personas se les dificulta comprar en las redes de mercado como Mercal o Pdval, por no tener cédulas.
– Sarna de Maiquetía a El Junco –
Primero Justicia levanta desde hace días un censo para determinar la gravedad del brote de sarna en Vargas. Desde 2011, no existe un boletín oficial que ofrezca cifras sobre la enfermedad. Pero médicos y militantes de ese partido aseguran que se han incrementado los casos en sectores como Naiguatá, Caraballeda, Macuto, Maiquetía y El Junco.
La Red Defendamos la Epidemiología asegura que el brote en Vargas se presenta desde el año pasado debido a los problemas que arrastra la red de salud pública y a la falta de agua potable, que en algunos sectores puede llegar a 40 días.
Las precarias condiciones de higiene inciden en la enfermedad. Maryuri Carolina Duarte, vecina de María Claudia, presenta escabiosis, a pesar de las duchas que toma a diario con el agua del río San Julián.
“La picazón es horrible en las zonas donde uno más suda”, comenta.
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