Venezuela

“Señor presidente, nosotros también existimos”

En las márgenes de la quebrada Anauco se levanta un caserío. Hace más de dos décadas llegaron sus fundadores, gestionando una solución improvisada a la falta de techo. Ahora, a pesar de la retórica triunfalista de la Misión Vivienda, siguen viviendo bajo un puente. Una familia completa ha crecido entre aquellas precarias paredes. La pobreza los expone tanto como las crecidas del agua

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Daniel Hernández

Rosinel Suárez tiene 25 años y vive bajo un puente. Lo hace desde que estaba pequeña. Tenía 10 años cuando abandonó el hogar de su abuela, en el sector Pinto Salinas de Caracas, donde una muchachera de más de nueve niños dependía de que ella hiciera las labores domésticas. Se hartó y corrió. Calle abajo, se instaló en una casa hogar de la que no tiene muchos recuerdos, más que el de los nombres del maestro Gabriel y la cocinera Belkys. De ellos también se escabulló a las pocas semanas para retomar la ruta que la condujo a donde vivía su padre, en la ribera de la quebrada Anauco. Desde entonces está allí, con el asfalto sobre la cabeza.

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