A la argentina Camila Behrensen y al chileno Pablo Guzmán, ambos del Instituto Stowers de Investigación Médica, los mataron y luego incendiaron el apartamento. La policía no ha detenido a nadie. La comunidad científica asegura que eran brillantes y no descartan un crimen de odio
Camila Behrensen, argentina de 24 años, y Pablo Guzmán Palma, chileno de 25, compartían un apartamento en Kansas City, como hacen tantos jóvenes latinoamericanos que estudian en el exterior para reducir gastos. Ambos eran científicos, y estaban en cursos de especialización en el Instituto Stowers de Investigación Médica de esa ciudad estadounidense.
El 1 de octubre, a las 5 de la madrugada, los bomberos los encontraron muertos. Después de asesinarlos, el homicida incendió el apartamento, situado en Oak Street, a minutos de su centro de investigación y estudios. La policía de Kansas City aún no ha detenido a nadie, aunque dice que tiene un sospechoso pero sin pruebas firmes. Por eso ha pedido a la ciudadanía que aporten cualquier dato o imagen que pueda ayudar.
Un vecino, que aseguró que los jóvenes no daban ningún problema, declaró que había escuchado «como pisotones» a las 3.30 am que parecían provenir del apartamento de Camila y Pablo, Dentro de la comunidad científica del Instituto Stowers, sospechan que la xenofobia fue el motivo del doble crimen. El portal informativo Chv noticias difundió que habrían muerto a balazos.
Según los reportes judiciales, ese mismo día en Kansas City asesinaron con armas a 33 personas.
Camila y Pablo siempre se destacaron por su inteligencia y su habilidad hacia las ciencias. Su disciplina para el estudio era apreciada por todos sus profesores. Ambos habían ganado, por sus méritos, la posibilidad de estudiar en el prestigioso Instituto Stowers de Kansas City.
Con apenas 24 años, Camila ya se había graduado de biotecnóloga con altas notas en la Universidad Argentina de la Empresa, según el medio Página 12. Debido al confinamiento por pandemia no pudo iniciar enseguida sus estudios en el Instituto Stowers. Sin embargo, no perdió tiempo: durante dos años investigó los cambios metabólicos de las moscas de la fruta, lo que le permitió ser coautora de un artículo en Scientific Reports, asegura el diario La Nación.
Precisamente, la joven de Buenos Aires quería enfilar su carrera científica hacia el estudio del metabolismo. Soñaba con tener su propio laboratorio.
También era velocista, y participó en carreras de 800 y 1500 metros. Sus compañeros del Instituto Stowers la describieron como una joven brillante y responsable.
Pablo solo tenía un año más y, dice el diario Clarín, que era bioquímico egresado de pregrado y postgrado de la Universidad Pontificia Católica de Santiago de Chile, donde nació. Al momento de morir, se encontraba trabajando en el Instituto Stowers en mecanismos para regenerar la médula espinal y su aspiración era centrar su carrera en el estudio de las células y cómo interpretan diversas señales para su desarrollo.
Su tío Eugenio Guzmán, que habló con el portal chileno CHV, aseguró que el crimen era «algo tremendo que no tiene dimensión». Aseguró que Pablo era tranquilo y «demasiado bueno», y que del crimen solo sabían que «les pegaron, los balearon y quemaron el apartamento».
Lo describieron como un alma noble, brillante y maravillosa. Su profesora en Stowers, Dafne , escribió en sus redes que «habría tenido un futuro brillante: el mundo necesita más científicos como él. Es una gran pérdida».
También arrojó la posibilidad de que «esto fue un crimen de odio impulsado por la xenofobia”, aunque no se han dado más explicaciones sobre esta teoría.
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