Melomanía

Jorge Drexler, en su tinta y tiempo

Tuvo su noche de romance con Caracas el 27 de septiembre en una buena producción de AGTE Live. El uruguayo Jorge Drexler estableció una conexión emotiva con su público desde que puso pie en el escenario: arte y entretenimiento. Eso vimos

Fotos: Betania Ibarra @bibarris
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Sabes que el público objetivo del concierto es de cierta edad cuando llegas a la Concha Acústica de Bello Monte y ves sillas de plástico. Sillas en el mismo lugar en el que se ha bailado bajo la lluvia, sobre esas gradas de cemento que remiten a los peores raspones de la infancia. Es entendible: la música de Jorge Drexler suele ser para disfrutar mientras se campanea un trago.

Pasaron diez años desde el último concierto de Drexler en Venezuela. En aquella ocasión tenía menos canas y menos Grammy. También, parecía improbable verlo hacer fusiones con géneros urbanos. En el podcast de Jaime Altozano, explicó que la música tiene tres niveles: el emotivo, el intelectual y el corporal. La suya, según dijo, oscilaba en los dos primeros registros. Pero en su álbum “Tinta y tiempo” había tratado de llegar también al tercero.

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El Jorge Drexler que ofreció un concierto en Caracas el 27 de septiembre es un hombre de 59 años cuya evolución pareciera dirigirse hacia el sueño de cualquier artista: la liberación total. Entró a escena dando brincos y se movió enérgico por la tarima, versionó de la forma más animada su repertorio y bailó con la gracia del que no sabe pero disfruta. ¿Resultado? Tuvo a su público bailando y cantando con él durante las más de dos horas que duró el espectáculo, ignorando a las sillas que rumiaban su inutilidad.

Porque eso fue: un espectáculo. No solo arte, música; sino también entretenimiento, show. Sobresalió el manejo de las luces, la banda impecable, versátil y con mucha presencia femenina. La gente gritó, aplaudió y hasta hubo una propuesta de matrimonio que recibió su «bendición» pública.

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(Fotos: Betania Ibarra)

Drexler se desenvolvió con un carisma que oscilaba entre lo dicharachero y lo filosófico. El espectáculo, a fin de cuentas, no solo buscaba apelar a lo emotivo y corporal. Entre canción y canción, el uruguayo explicaba las letras y ofrecía reflexiones sobre el calentamiento global, la migración y las relaciones sentimentales.

En tiempos en los que se discute el edadismo y prevalece una obsesión con el consumo adolescente, un casi sexagenario demostró que la consolidación no pasa por mirar el mundo desde una torre de marfil, abrazando a la Gorgona, sino por seguir moviéndose, cada uno a su manera. Hasta que el cuerpo y la noche aguanten.

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