Melomanía

Jorge Drexler: "El poder del reguetón es ancestral"

Luego de diez años, el 27 de septiembre regresa Jorge Drexler a Caracas en el marco de su gira "Tinta y tiempo". Y con esta excusa, conversamos con él sobre componer, sobre sus canciones, sobre la IA y hasta acerca de su enganche con el sonido del reguetón y el perreo

drexler
Publicidad

Jorge Drexler es una figura relevante en la música. Es uno de los mejores letristas de habla hispana y un gran referente de la canción de autor. Ganó un Oscar, un Goya y 13 Latin Grammy. Justamente en la entrega de 2022 de estos galardones, resultó el artista más laureado con 7 premios y cinco de esos Grammy fueron por su disco “Tinta y tiempo”.

Ahora, luego de una década, Drexler vendrá a Caracas para presentar esta producción en un concierto el 27 de septiembre, en la Concha Acústica de Bello Monte y de la mano de AGTE Live.

Venezuela es un país con el que Drexler tiene una relación cercana. Su prima, con la que creció, vive en Mérida (luego de que sus padres se exiliarían allí cuando ella era adolescente), es astrofísica y una de las docentes más importantes de la ULA. Una prima que, además, escribe.

-¿Desde cuándo no ves a tu prima Alejandra Melfo?

-Pues tengo la suerte de que mi prima va a visitarnos a veces a Uruguay. Y a veces viene de visita a Madrid. Hemos coincidido hace poco, hace unos meses en la isla de Mallorca, que tocamos y que ella vino de visita. Nos vemos más de lo que veo a Venezuela, la verdad. Hace 10 años que no voy a Venezuela. Pero a mi prima tengo la suerte de verla más seguido.

-¿Y ahorita la vas a ver en Venezuela en el concierto que vas a dar en Caracas?

-Pues sí, se va a venir al concierto, se va a venir desde Mérida.

-¿Ella ha visto algún concierto de esta gira de “Tinta y Tiempo”?

-Sí, ha venido a ver el que te decía, el de… Mallorca, sí, era Mallorca.

-¿Y qué feedback te dio?

-Pues es muy emocionante, la verdad, para mí. Y fíjate que a la familia y a los amigos nunca les pido feedback. Les evito ese mal trago, porque la presencia es un acto de amor. Yo necesito más la presencia, elfeedbackde un familiar es… no hay que obligar al familiar a caer en esa situación.

-Claro… ¿Cuál es tu relación con la música de Augusto Bracho?

-Pues soy un gran fan de él, soy un admirador enloquecido de un disco de él que escuché muchísimo; y es una relación distante, porque no lo conozco. Hemos coincidido en el mismo espacio en algún lugar, pero por alguna razón no nos hemos conocido personalmente, que yo recuerde. Me encantaría mucho trabajar con él, la verdad es que ya una vez lo intenté y no conseguí contactarlo.

-¿Tienes relación con algún otro artista venezolano, o con manifestaciones artísticas de Venezuela, sean musicales o literarias?

-Sí, tengo. Además de mi admiración por Simón Díaz, admiro muchísimo a Arca y su trabajo, por ejemplo. Y… déjame pensar, a ver… está mi amigo el percusionista, que vive en Barcelona, Juan Berbín… bueno, había una canción que se llamaba La vida mejor, de un grupo precioso que me encantó… La Vida Bohème, ¿no?

-Sí, La Vida Bohème. ¿Y en cuanto a los poetas venezolanos que están ahorita haciendo cierto ruido en circuitos literarios internacionales?

-¿Por ejemplo?

-Rafael Cadenas

-No lo he leído… he oído hablar… Soy muy malo para los cuestionarios, te vas a encontrar una persona mucho más inculta de lo que crees aquí.

-Luego de 10 años sin venir, ¿qué esperas conseguirte ahora en esta vuelta al país?

-Es un retorno para mí sumamente emocionante, desde la última vez que fui a Venezuela no ha dejado de estar el país presente en mis canciones de una manera un poco desproporcionada, inclusive. Tengo una canción que se llama La luna de Rasquí, en el disco “Bailar en la cueva”, que habla de la isla de Rasquí, en el archipiélago de Los Roques, donde fue escrita: es un homenaje a Simón Díaz. En el siguiente disco tengo una coautoría con mi prima Alejandra Melfo en Despedir a los glaciares, que es sobre los glaciares de Mérida, sobre el Humboldt. En el último álbum, el eje principal del disco está establecido también en una coautoría con mi prima Alejandra Melfo, que es El plan maestro. La décima que escribe ella está cantada por Rubén Blades en el disco.

-Entiendo que al principio de tu carrera escribir era algo que te costaba, al punto de que estuviste buscando a alguien que se dedicara a hacer las letras y tú a hacer la música. De hecho, siempre compusiste primero la música y luego las letras. Eso se invirtió a partir del disco “Ecos”. Te consolidaste internacionalmente, ganaste mucha fama como letrista. Y ahora para este álbum experimentaste varias dudas o inseguridades en el proceso creativo. E incluso te fuiste a lugares más novedosos, con colaboraciones con C Tangana, por ejemplo. ¿Cuál es tu relación hoy día con el proceso de escritura?

-No tengo ninguna en este momento porque hace un año y medio que no escribo. Escribo muy poco, la verdad. Escribo muy poco. Escribo una vez cada dos años, durante muchos meses de manera muy concentrada. Y luego me retraigo hasta que tengo algo que realmente sienta que tengo que decir. Odio el acto de escribir automáticamente o de manera mecánica. Me gusta mucho escribir, aunque es un proceso que no disfrute. No disfruto escribir, disfruto tocar en vivo. Escribir es un acto importantísimo, quizás el más importante que tengo en la carrera, pero no es un acto disfrutable para mí.

-¿Te identificas con esta cita de Dorothy Parker de “odio a escribir, pero amo haber escrito”?

-Uy, qué buena. No la conocía, pero te la voy a pedir prestada. Me encanta. “Odio escribir, pero amo haber escrito”.

Es mi actividad más importante, pero lo es de la misma manera en que uno no diría “qué contento que estoy que voy a terapia”, pues ir a terapia no es una actividad alegre, o divertida, ¿sabes? Para mí, escribir tiene mucho de hacer una travesía en el desierto, de sentarte solo frente a una hoja en blanco y tener la valentía y la paciencia de dejar que aparezcan tus demonios uno por uno y quedarte atado ahí, al mástil, esperando a obtener algo de una canción. Y la mayor parte de las veces no lo obtienes. Es decir, por cada batalla que le ganas a la hoja en blanco, hay nueve que pierdes contra la hoja en blanco y con canciones que no llegan a término. Por eso todo el sistema gráfico del disco y del concierto es un homenaje a la hoja en blanco. El disco es una hoja en blanco, la portada. El escenario es una hoja en blanco, el blanco manda en el escenario. Entonces es como… Me gusta mucho esa cita de Dorothy Parker.

-¿Y la de Capote, que dice que a quien Dios le da un don le da al mismo tiempo un látigo para flagelarse? ¿Ves eso reflejado en tu proceso creativo?

-Te gustan las citas, ¿eh?… Bueno, puede ser. Es un poco extremo también. Un don es muchas cosas y a la vez es una entidad muy difícil de definir. Pero sí es cierto que no vienen regalados los dones, uno tiene que cuidarlos. Y se vuelven muchas veces en tu contra.

Drexler
(Foto: Anton Goiri)

-¿Pero sientes que tienes vocación para escribir? No estudiaste formalmente el tema de escritura como sí estudiaste música. ¿Sientes que tienes vocación? O sea, ¿te sientes especialmente dotado para eso?

-Siento que tengo vocación. No tengo idea hasta qué punto estoy dotado para eso. Por eso cuando me preguntan, la gente piensa que es un acto de humildad, pues digo que no soy un poeta. Como habrás visto, no soy un lector sistemático. Soy un lector ávido y desordenado y discontinuo. Leo mucho algunas cosas y nada cosas importantísimas, de repente. No tengo un sistema de lectura, no tengo unos horarios cotidianos de lectura fijos. Pero sí que sé cómo manejarme con la relación entre la palabra y su sonoridad, dentro de la melodía y dentro del ritmo. Eso sí que lo tengo desde que era un niño. Por eso, a pesar de que tengo una propuesta concreta para editar un libro, no me gustaría editar un libro solo porque escriba bien canciones. Escribir canciones es algo que sé hacer, que de alguna manera he ido aprendiendo con el tiempo, pero eso no quiere decir que si tengo un libro de poesía escrito haga falta mostrarlo, por ejemplo. Es decir, tengo que sentir que es algo que realmente cumple un rol en lo que haga. Si no, prefiero seguir con mis canciones, que es algo que controlo.

Igual que tengo música instrumental escrita. Alguna vez he escrito música instrumental para un ballet o para una película, pero no es mi lado central. Tengo amigos músicos realmente desarrollados, capaces de escribir para orquestas. Y yo, en realidad, lo digo con mucho orgullo, soy un cancionista. No soy un poeta ni soy un músico, estrictamente, aunque tenga formación musical. Y tengo una formación literaria completamente autodidacta. Mi formación sistemática es en música y en medicina, que es lo que estudié.

Pero también te digo que hace unos 20 años más o menos que vengo profundizando en el lado de las letras. Y antes era una pesadilla para mí escribir letras y sentía que tenía que encontrar a alguien más capacitado yo. Hoy sigue siendo una pesadilla, pero no encuentro a alguien más capacitado que yo para escribir las letras de mis canciones. Me cuesta muchísimo meter una letra de otra persona en una canción.

El hecho de que mi prima Alejandra, que tampoco se dedica profesionalmente a escribir, haya escrito una décima que me conquistó y que entró en una de mis canciones es una cosa prácticamente inédita. Y créeme que no tiene absolutamente nada que ver con mi familiaridad con ella. Es el hecho de que es realmente una décima brillante y que además abre un mundo. Abre un mundo acerca de entender al amor como una entidad anterior al amor romántico, digamos, muy anterior; es decir, tan anterior como el hecho de que hace 1.600 millones de años por primera vez dos células se juntan para combinarse y formar un tercer individuo que es una mezcla de las dos. De alguna manera ese primer acto de cooperación sexual o amorosa es una manera de inaugurar la relación entre las personas, que muy ampliamente se puede definir como amor, y no solo restringiéndose al comienzo y al fin del amor de pareja que es sobre lo que se suele escribir.

-¿Tienes propuestas para editar un libro?

-Tengo casi mensualmente una propuesta para editar un libro. Dicho con toda la sinceridad y toda la humildad del mundo, ya sea biografía, diálogos… Llegué a escribir un libro de poesía entero con una propuesta concreta de una editorial, y no lo quise editar.

Yo pienso que las cosas tienen que tener una necesidad. No sentí que fuera necesario lo que yo escribía. Por ahora no sentí que estuviera completo. Lo estoy dejando en barbecho, o sea, en remojo, a ver qué es lo que pasa, pero ya tiene como cinco o seis años ese libro. Y en cuanto a escribir una biografía personal, por ahora soy muy haragán como para ponerme a escribir todos los días. Soy una persona muy caótica en mi vida. Y sinceramente me fue mal en mi carrera durante demasiados años como para habérmelo creído de joven, que es lo que lleva a uno a considerar que es digno de que le escriban una biografía. No me considero todavía digno de que me escriban una biografía. Me da muchísima vergüenza hablar de mi historia como si fuera algo que tuviera que imponerle a los demás.

-Has hablado varias veces de que te gusta mucho esta idea de Ítalo Calvino sobre la Gorgona y de quedarse petrificado. Y es muy interesante que en este disco saliste de lo que venías acostumbrando, hiciste colaboraciones que podían no parecer tan obvias para los que habíamos escuchado tus trabajos previos. ¿Cuáles son los siguientes pasos en tu desarrollo musical?¿Qué estás buscando ahora?

-No sabría decirte. No he vuelto a pensar en mi desarrollo compositivo de manera consciente desde que hice el disco. Estoy todavía en periodo refractario. Mi periodo refractario es muy largo después de hacer un disco. Quedo como extenuado durante meses y meses. Y me dan muchas más ganas, por ejemplo, de ir a tocar a Venezuela, de ir a tocar a Caracas. Es lo que tengo en mi mente en este momento. De tocar en vivo, de relacionarme con mis músicos. Somos cuatro hombres y cuatro mujeres en escena, que viajamos juntos y es una experiencia muy importante para mí desde el punto de vista personal. No quiere decir que no esté todo el tiempo escuchando cosas. Y que no esté pendiente de cosas como la música urbana, por ejemplo, que me tiene desde hace muchos años cautivado.

Mucho antes de trabajar con C Tangana, ya tenía interés en qué es lo que pasa en la música urbana. Odio la neofobia. Odio la fobia a lo nuevo. Odio esa discriminación generacional que hay con la música urbana, por ejemplo. Hay toda una generación que habla pestes del reguetón. Yo soy un admirador del reguetón. Ya desde Tego Calderón, pero inclusive muchísimo antes de eso, desde que en el siglo XI en Persia empieza a describirse un ritmo como el ritmo del diablo, que era esa pa, pa, pa, pa, pa, pa, pa, que ya estaba determinado ese 3-3-2. El poder del reguetón es un poder tan ancestral como las cosas que se definen a sí mismas como ancestrales. Es un poder rítmico antiquísimo. Esa célula musical está en el tango, está en la milonga, está en la habanera, está en muchísimos patrones rítmicos que tenemos en nuestra América de origen africano. Entonces, me encanta escuchar ese poder. Me encanta leer el poder sensual que tiene el reguetón, que le ha abierto caminos en todo el mundo, también a partir de su coreografía.

Lo mismo que ha pasado con el tango. Yo veo un paralelismo muy grande entre la manera en que el tango conquista a través de un baile absolutamente prohibido, como era el tango al principio, censurado, que era el terror de sus padres, igual que el perreo es el terror de los padres hoy en día. Y no lo es para mí. No hay ninguna generación que no haya inventado un baile que horrorice a sus padres, o sea que es lo normal, es lo que tiene que hacer una generación. Y yo quiero estar abierto a eso, quiero escuchar eso, quiero entenderlo en su contexto.

Nunca quiero caer en una discriminación tan grave como cualquiera de las otras discriminaciones que estamos tan preparados, por suerte, para condenar. Pero hay una discriminación que no condenamos mucho, nunca, que es la discriminación etaria. Que es decir: “ah, los jóvenes de hoy en día” [en tono despectivo]; o también, en el mismo sentido: “no, porque estos viejos, cómo van a entender”. El ser humano es uno, en sus diferentes opciones, en sus diferentes colores, en sus diferentes orígenes, sus diferentes idiomas y en sus diferentes edades.

Entonces, para mí es muy importante tener en cuenta eso en este momento. Porque curiosamente está bien visto de repente salir y decir [de forma despectiva]: “ah, esta juventud de hoy en día”. Muchísima gente lo dice. “Esta música, música era la nuestra”, como si los jóvenes fueran tontos. O las generaciones jóvenes que piensan que tienen el monopolio de un montón de cosas, que piensan que las personas mayores no hacen, pero que hacen [risas] y tienen curiosidades que tiene la gente en todas las edades.

-En ese mismo sentido, ¿estás preparado para utilizar en algún momento algoritmos o inteligencias artificiales en tu proceso creativo?

-Bueno, nunca he dejado de usar algoritmos en mi proceso creativo, es decir, ya desde mi segundo disco las grabaciones fueron digitales, que es un proceso algorítmico, digamos: ya desde que codificas un sonido en unos y ceros, y luego lo tienes que reconstituir y le tienes que aplicar un algoritmo que emula la reverberación, estás trabajando con un algoritmo.

Cuando se dice algoritmo hay que entender qué es la definición. El algoritmo es una sucesión de órdenes para obtener un resultado, un resultado concreto, y eso lo puedes aplicar hasta en la gramática de la comunicación; entonces, no hay que tenerle miedo.

Drexler
En blanco, la portada de «Tinta y tiempo»

Me interesa muchísimo el tema de la inteligencia artificial. Muchísimo. Quizás es de las cosas de las que hablo más y converso más en estos días, pero siempre con amplitud de miras, ni pensando, como cree una generación, que es como la panacea, la solución y que a partir de ahora el ser humano se va a volver completamente irrelevante porque las máquinas van a poder hacer exactamente lo que hacemos nosotros; ni desde el otro punto de vista, pensando que es Satanás y que por eso mismo, como nos vamos a volver irrelevantes, es una condena para la especie humana.

A mí me da mucha curiosidad. Si te gustan las citas y las definiciones, la definición de poesía de Allen Ginsberg, que es mi favorita, dice: “Poetry is an empowered word”. La poesía es una palabra empoderada. Todas las cosas que he intentado de poesía, que he intentado un montón, desde versos con estructura abierta hasta versos con estructura métrica cerrada, que he intentado con chat GPT, no hubo ni una sola palabra empoderada en el resultado que me entregó el chat GPT. Es cierto que es un bebé que tiene unos meses, que es muy probable que evolucione y que aprenda modismos poéticos que no solo constituyan, como pasa hoy en día, una coherencia sintáctica y semántica como tiene el chat GPT.

La poesía es básicamente cuando se altera esa coherencia semántica, es todo lo que no responde solamente a la coherencia semántica. La poesía es una incoherencia semántica, es una palabra que no tendría que estar al lado de esta otra y que, sin embargo, la pones al lado y dices: “pétalo de sal” y se produce un circuito en tu cabeza que te dispara hacia una imagen incierta pero poderosísima.

Yo no le tengo miedo a las inteligencias artificiales. Estoy escarbando, pero no le encuentro realmente una utilidad creativa todavía. Sí logística, burocrática y práctica. Pero, ¿quieres que te diga algo? En mi trabajo hay muy poco de logístico, muy poco de burocrático y muy poco de estrictamente práctico. Hay mucho de logística para hacer un concierto y de practicidad como para que un disco salga adelante. Pero estamos hablando del trabajo compositivo, que en realidad se trata de otra cosa por ahora, se trata de tener una biografía y que se note en lo que escribes. La máquina puede tener un montón de información, pero no tiene una biografía. Se trata de sentir cosas… la máquina puede hacer sentir cosas, pero yo no sé qué siente.

Y se trata también de algo más, importantísimo. Algo que nos lo olvidamos. Todo el tiempo hablamos de inteligencia artificial en términos cartesianos, como el cerebro separado del resto del cuerpo, el cerebro como el chofer y el cuerpo que es el vehículo, el cerebro conduciendo al vehículo. Y eso no es así, hace ya mucho tiempo que se sabe que no existe una inteligencia sin una corporalidad, que el cerebro piensa desde el cuerpo. Hay que ver cómo se consigue en una máquina. Porque yo te digo, ya hemos encontrado una máquina que le gane a Kasparov al ajedrez, pero cuándo vamos a encontrar una máquina que la pongas en el Bernabéu y que pueda jugar el fútbol, que tenga una inteligencia cinética, que pueda compararse con Cristiano Ronaldo. Es decir, es mucho más complicado.

El cuerpo… la inteligencia cinética es una inteligencia que sistemáticamente la intelectualidad ha desprestigiado, pero que ahora estamos notando que aparecen máquinas que calculan más rápido que nosotros. ¿Qué es ser inteligente? ¿Calcular?

Lo más bonito de la inteligencia artificial, por lo más que creo que debemos estar agradecidos, es porque como nunca antes en la historia de la humanidad nos está obligando a preguntarnos qué es ser humano, qué es lo que hace a un ser humano realmente. Porque hay un montón de funciones que las máquinas hacen mejor que nosotros, a lo mejor eso [en lo que nos superan las IA] no es nuestra esencia ni es lo más importante que hemos venido a hacer al universo. Entonces, es un tema que genera muy buenas preguntas, eso es lo único realmente creativo e importante que he encontrado hasta ahora.

Igual, dentro de dos meses hablamos, porque esto cambia todo el tiempo…

Publicidad
Publicidad