Las sesiones fueron filmadas por un equipo de rodaje liderado por Sydney Pollack, pero el oscarizado director de «Memorias de África» o «Los tres días del cóndor» cometió un error de principiante, no utilizar claqueta, con lo que una vez en la cabina de edición se encontró con cientos de tomas de video y de audio sin sincronizar.
Mientras el disco resultante, «Amazing Grace», fue un bombazo inesperado para una diva que llevaba años fraguando éxitos pop, las bobinas rodadas por Pollack languidecieron durante años en algún almacén hasta que la historia llegó a oídos del productor musical Alan Elliott, un apasionado del góspel y de ese álbum en particular.
«Nunca me cansaba de escucharlo, yo crecí en ese barrio de Los Ángeles y tenía siete u ocho años cuando se grabó. Supongo que de alguna manera quería volver a tener esa edad y sentir lo que sentí, la habilidad de Aretha para transmitir espiritualidad; es algo que no se puede explicar».
Convencido de que con la tecnología del momento el problema de los audios podría resolverse, y con el beneplácito de Pollack, Elliott se endeudó para adquirir los derechos en 2007, pero entonces empezaron las verdaderas dificultades, un embrollo legal que nadie parece querer aclarar del todo.
«Es como cuando miras el camino delante de ti y lo ves todo liso y tranquilo, pero no percibes que justo en el medio hay un agujero enorme», recordó Elliott en una entrevista con Efe a su paso por el Festival de Cine de San Sebastián.
Según Elliott, que figura como co-director del documental, el mayor problema fue «el orgullo» de Sydney Pollack. «Era un hombre orgulloso, no quería admitir que se había equivocado y difundió la idea de que había un problema con el contrato de Aretha, hasta tal punto que ella misma se lo creyó».
Por otro lado, ese contrato no aparecía debido, según el productor musical, a que había dos divisiones diferentes de Warner implicadas y no se hablaban entre sí. En el pasado, Elliott contó que Aretha llegó a pedirle 50 millones de dólares para dar su consentimiento, pero ahora quiere quitarle importancia.
«Ese es otro asunto, pero no fue por el dinero», afirma. Lo cierto es que han sido los familiares de la estrella, fallecida en agosto de 2018, quienes finalmente han dado el visto bueno al documental, que se estrena en España este viernes.
«Aretha quería ser una estrella de cine y después de Woodstock le prometieron esta película con este gran director, mientras Diana Ross estaba haciendo ‘Lady sings the blues’ (sobre Billie Holliday). Aretha quería eso y Sydney no se lo dio», defiende.
La idea de devolver a la diva a sus orígenes musicales fue una audacia de su productor en Atlantic Records, Jerry Wexler, en un momento en que ya había colocado en lo más alto de las listas éxitos como «Respect», «Natural woman» o «Chain of fools».
«Amazing grace», un tributo a la música de su juventud, se convirtió en el álbum más vendido de su carrera.
El lugar elegido fue la Iglesia Bautista Misionera New Temple de Los Ángeles, liderada por el reverendo James Cleveland, que la acompaña al piano y contrarresta la solemnidad del recital con sus discursos al público y su sentido del humor.
Sorprende ver entre el público los rostros de unos jovencísimos Mick Jagger y Charlie Watts, embelesados. También están su padre, el reverendo C.L Franklin, y la cantante Clara Ward, una de las grandes influencias de Franklin.