Opinión

"Viernes negro", el terror bañado en sangre

En una época que celebra el llamado “terror elevado”, Eli Roth decide dar marcha atrás y volver a las raíces del género en su estado más puro. El resultado es “Viernes negro”, un slasher en el que sobra la sangre, faltan extremos filosóficos y el humor burlón lo es todo

viernes negro
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En “Viernes negro” de Eli Roth, la sangre lo es todo. La derramada, que salta en chorros exagerados y casi humorísticos en el contexto de asesinatos brutales, en medio de las grandes escenas en las que el rojo oscuro es el contexto y también el objetivo. Y por supuesto, como parte de las secuencias más importantes, entre decapitaciones, vísceras expuestas y gritos enloquecidos de miedo.

Una cosa está clara, Roth no se toma en serio el género de lo espeluznante.

Antes que eso, recuerda su esencia, una época menos complicada y más cercana a la casi lujuriosa sensación de disfrutar del terror por el mero hecho de arrancar sobresaltos. Que es, en buena medida, lo que hace esta película que construye su visión acerca del bien y el mal sin otra ambición que divertir y horrorizar en un único torbellino exagerado.

Se trata de toda una rareza. El término “terror elevado” está en boga. Se extiende a películas de género cuyo objetivo es mucho más que asustar y que se acercan más a una obra filosófica elaborada. De “Talk to me” (2023) que explora en el duelo, el miedo a la muerte y el duelo, hasta la inclasificable “Beau is afraid” (2023), con sus tres horas de duración y reflexión sobre la ansiedad como el último monstruo a temer. Las grandes historias de terror parecen inclinarse hacia un lado más intelectual, elaborado y profundo. Todo en busca de justificar su existencia. Si el horror es parte de la cultura, debe tener un objetivo. Y ese ha de ser una exploración de la psiquis colectiva. 

Pero el terror es mucho más que eso. El género, que comenzó como el lugar perfecto para experimentar y que creció hasta convertirse en una mirada al ser humano, es uno de los más flexibles, abiertos a modificación y a exploración. Por lo que no es extraño que para la segunda década del milenio se hiciera una forma de especulación acerca de la naturaleza intelectual del terror.

¿Qué nos asusta? ¿Qué nos hace vincularnos con los miedos más profundos y primitivos? Mike Flanagan, Scott Derrickson, Ari Aster y Robert Eggers decidieron utilizar a las criaturas más aterradoras y los escenarios más oscuros para analizar al espíritu de los hombres. Los escindidos por deseos, vanidosos y codiciosos. El resultado fue una colección de obras de alto calibre y mejor factura, que elaboró al miedo como un lenguaje más sofisticado.

Eli Roth sabe lo que hace 

Eli Roth, discípulo de Quentin Tarantino, convirtió a “Hostal” (2205) en un festival de desmembraciones y decapitaciones, origen de una saga repugnante y exitosa. Lo mismo podría decirse de “Viernes negro”, que no aspira a otra cosa que causar escalofríos y risas — mejor juntas — y que lo logra en varias de las secuencias mejor escritas y mejor dirigidas del cine de terror del año.

Ramplona, sin mayor pretención de grandeza, pero tan cínica que «Viernes negro» se convierte en una declaración involuntaria de intenciones. Para el director, lo menos importante son los análisis concienzudos de la naturaleza humana. Mucho más relevante es la brutalidad y el contexto de un slasher clásico que, además se toma el atrevimiento de reírse en la cara de cualquier cuota de profundidad. 

En realidad, “Viernes negro” es una rareza de origen. En el 2007, una cinta reunió a lo mejor del cine provocador, singular y burlón en una pieza singular: “Grindhouse”, que juntó a Quentin Tarantino, Eli Roth, Robert Rodríguez, Rob Zombie y Edgar Wright, en un homenaje a diversos géneros extremos.

Dentro de la película, se incluían trailers de venideras cintas ficticias. Uno de ellos era “Viernes negro”, que mostraba a un asesino en serie con una máscara de peregrino, matando en mitad de acción de gracias. Casi veinte años después, Eli Roth recupera la idea, pero con un pulso firme que transforma a la premisa — que podría volverse tan genérica como simplemente provocadora, sin más — en algo más elaborado.

Viernes negro sangre 

Para empezar, “Viernes negro” tiene una magnífica apertura. Un centro comercial se encuentra en plenas rebajas, cuando una manada enloquecida de compradoras provoca una tragedia gigantesca. Grabada desde la perspectiva de un video de teléfono móvil, los largos minutos muestran el centro y el corazón de la cinta: la percepción de que el ser humano es malvado, incontrolable y salvaje en las ocasiones adecuadas. Incluso, en las que no lo son.

Los primeros asesinatos ocurren a plena vista en un hecho convertido en viral de manera instantánea y que deja una lección — también involuntaria — a cuestas: la masa, la turba, la conciencia colectiva es un monstruo en sí mismo.

Pero lo mejor llega después, cuando Eli Roth construye a un asesino resentido, violento y cruel a partir de ese hecho. Un año después de la estampida asesina, ocurre la reapertura del gran centro comercial, casi sobre los restos de los muertos y sin que haya la menor preocupación por homenaje o sensibilidad alguna. Lo que, claro está, se convierte en el caldo de cultivo ideal para una criatura casi mítica, que parece simbolizar todo lo bueno y lo malo de la cultura norteamericana. Sin intentar dar lecciones, Roth construye un monstruo contemporáneo y magnífico. Un peregrino enmascarado que asesinará a todos a su paso.

Y «Viernes negro» no es más que eso. Luego de sus primeros veinte minutos, el argumento sólo es sangre que salpica la pantalla, que hace resbalar a los personajes, sangre. Muy probablemente, eso sea el mayor núcleo de una trama que no tiene ambiciones, pero sí agallas. ¿Hay una diferencia entre ambas cosas? Tal vez, esa sea la pregunta que se plantea Eli Roth, que se reta a sí mismo entre asesinatos cada vez más brutales y con la sensación de que el cuerpo humano sólo es una colección de trozos mal encajados, destinados a provocar sobresaltos al público en salas.

¿Puede el cine de terror ser algo más que escalofríos? Por supuesto que sí. Pero en su esencia, el género está pensado para ser repulsivo, inquietante e infinitamente divertido. Todo lo que define a “Viernes negro”, el largometraje de terror que llega para subvertir un año de propuestas remilgadas y profundas. A la sangre, sangre, parece decir Eli Roth. Y eso es todo. 

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