Sexo para leer

Yo sí fui a la "Exposexo"

Una vez al año, el sexo se vuelve protagonista en nuestra maltratada ciudad de Caracas. Hombres y mujeres con poca ropa, derrochan tamaño y silicona, en espacios colmados de gente, en donde se mezcla el olor a sudor, feromonas y lubricantes de frutas tropicales. Guácatela

Fotografía: Héctor Trejo | Abraham Sánchez
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Eran las 8 de la noche de un desolado domingo en Caracas, cuando me propuse tomar un taxi que me llevara al CCCT. Soy una mujer, pero a veces me gusta salir sola, solita.

Recibí la llamada de la operadora, explicándome que podía bajar a esperarlo: “la aguarda un Lancer color dorado en la puerta“. Para mi sorpresa, no era el asignado. En la acera se encontraba un cacharro bastante viejo, su aspecto destartalado era similar al del hombre que lo conducía. Un gallego al que no se le entendía una palabra y manejaba con dificultad con sus 75 años a cuestas.

Mi aventura nocturna, se tornó es una disputa a través del radio-contacto del taxi, mi presentimiento era el correcto. El pobre señor se había equivocado de dirección. En el camino, no paraban los insultos y burlas para el despistado tipo por el canal radial. Tal vez, la otra mujer también se dirigía al mismo destino que yo, queriendo disfrutar de algo nuevo. Sin embargo, me tocó pagar «el lujo» que se ha convertido transportarse en ésta ciudad, 700 Bs por una «carrera» que no pasaba de dos kilómetros ¡Tenemos Patria!, pensé. En silencio.

La entrada de la «Expo Sexo» en el Urban Cuplé,  estaba abarrotada. Todo sucedió al mismo tiempo: Jennifer Aboul llegando en mini falda y media docenas de hombres persiguiéndola; las bailarinas de danza árabe moviendo sus caderas al ritmo de la música. Strippers semidesnudos, rondaban el lugar con billetes «de 100» en las diminutas tangas de cuero y animal-print , provocando a quienes se les atravesaran. Un extraño olor a madera – típico de conciertos y eventos juveniles- impregnaba toda la planta baja del lugar, que alguna vez fue una gigantesca sala de cine.

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En un punto de mi velada, noté que realmente la tertulia armada en el CCCT era puro «show». Lo «grotesco» que se comentaba en los pasillos de la redacción, no tenía relación alguna con lo que sucedía en los espacios del Urban Cuplé. Todo era mentira. Caminaba y caminaba, esperando alguna escena que fuera lo suficientemente ridícula o pervertida, como para excitar a cualquiera. Pero nada. Tratando de agarrar hasta el mas mínimo detalle, encontré finalmente una escena que dio vida a todo «el meollo del asunto», lo verdaderamente grotesco y nasty, se había revelado frente a mis ojos de la manera más inaudita.

Ellos discutían en público. Los «chamos» se encontraban cerca de la barra. Él le hablaba con agresividad y ella lo desafiaba. Al parecer, la respuesta de ella no fue la que esperaba y la reacción fue «de animales». Procedió entonces, a echarle encima el vaso de plástico lleno con alguna «bebida espirituosa», por los comentarios de una tipa que también se había dado cuenta del conflicto:

– Lanzó en el aire 300 bolos, chama – hasta a ella le dolió.

– ¡Qué pendeja la tipa!, le dije.

Y nuestra «chama» tan solo se quedó con los ojos cerrados, le agarró la mano a su agresor y se perdieron entre la marea de gente excitada con el beat de la música de Djane Rosita.

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Machos desfilaban, tanto con alpargatas como con relojes Rolex. Nadie se salva. Una manada de -bomberos metropolitanos- se deleitaba de «puro lomito», en su descanso merecido, todos se babeaban por las «venus» que correteaban el lugar. Me topé con un muchacho de grandes músculos, recostado en sábanas blancas.  Se levantó y «montando el paro*» de que iba a seducirme se acercó y dijo: “Me llamo Carlos ¿y tú?».

-¿Es tu nombre real o artístico?, le devolví la pregunta. Se acercó más a mi, y mientras bailaba seductor, me secreteó al oído «…el verdadero». Me largué explicándole que su foto saldría en la web y me picó el ojo creyendo que era paja. Já.

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Cerca de la medianoche, conocí a «Mabella» – una mujer de cabello de fuego y grandes tetas – en el stand de nuestro amigo y colaborador David Páez. La sirena, resultó ser una actriz porno venezolana. Criollita. En la pantalla a mi lado, aparecía -felando- a un hombre robusto con un pene de, por lo menos, 20 centímetros de largo y ella orgullosa, posaba ante las cámaras de cualquiera sin vergüenza. Ya les traeremos más de esta nena autóctona, por este mismo canal.

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El erotismo balurdo* se respiraba en la sección +21. Camas con sábanas de seda, látex, sillas de cuero negro, repletas de mujeres en ropa interior con culos -falsos- casi intimando con unos supuestos «Adonis de Guarenas», en tangas afeminadas, que se mantenían inmóviles como estatuas. Por favor. Yo soy una jeva, y a mí no me excitan esos «pargos»*.

Entretanto, los visitantes disfrutaban de sus propias «cochinadas» –  lo que nunca les dejan hacer en casa, seguramente–.

Una mujer gorda, se dejaba agarrar las tetas, revelando sin duda -mucha falta de sexo- por un tipo, entre las rejas de una jaula. Otra, posaba para extraños, chupando un vibrador que, seguramente, había adquirido esa noche.

Los hombres se acostaban entre «Lolitas» y «Sasha Greys», de goma: unos sensacionales juguetes nuevos. Torsos de latex con abultados genitales, se exhibían en los numerosos puestos de sex toys. Culos. Penes. Bocas. Ofertas en  intervenciones quirúrgicas de todo tipo. Reconstrucción de vaginas, esencias a base de feromonas humanas y más penes de fantasía. Wagh.

A medida que pasaban las horas, los agentes de seguridad se relajaban más, comiendo tequeños y coqueteando con varias modelos, tal vez «cuadrando» los números telefónicos. Quién sabe. Por otra parte, los baños eran un festival de suciedad. Alguien tiene que decirlo.

No obstante, debo reconocer que la asistencia fue masiva, quizás por eso el colapso de los servicios.

Y no es porque UB me permita escribir lo que me da la gana en este espacio, pero el stand de esta marca, siempre estaba lleno de gente. La morena despampanante,  Nairobi Torres, firmaba autógrafos y podías ver, en primera fila, a todos los hombres «vueltos locos».

Me disponía a terminar mi jornada. no sin antes comerme una buena arepa y un jugo. Buscaba la salida más cercana, mientras el doble de Ricky Martin cantaba “Vive la vida loca” pero al mismo tiempo, sonaba sin cesar, en cada rincón, en cada stand, “Me voy enamorando” de Chino y Nacho. Aquello no me dejaba pensar y corrí desaforada hasta uno de los guardias que sí parecía estar haciendo su trabajo. Y de que manera.

Me acompañó hasta la puerta y estuve a punto de invitarle unas arepas. Pero no. No es lo que hace una dama. Además. Ya lo sabemos. Estamos en Caracas.

Y a pesar de todo, sigue valiendo la pena salir a la calle a buscar historias.

Nos vemos en la próxima.

L.A.

*Pargo: homosexual

*Balurdo: de mala calidad, grosero, ordinario, mal educado

*Paro: simulación, farsa, mentira

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