Sexo para leer

Sexo, ¡que estrés!

Tener sexo no siempre te relaja. Esperar impacientemente ese momento también estresa y estresados no podemos rendir lo que quisiéramos. Debe existir un “equilibrio”. Todo el mundo nos habla de la búsqueda de un equilibrio que nos permite, o no, poder lograr cosas. Como seres humanos dependemos de ese “equilibrio”. Dependemos de poder aprender a balancear lo intelectual, lo emocional, lo instintivo, lo motriz e incluso, lo sexual; de tal manera que, ninguna de estas energías sea desperdiciada e irrumpa el balance natural

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Por Milenko Podunavac

Los expertos aseguran que para poder llevar una vida sana y activa es indispensable considerar cada uno de esos factores que disturban nuestro equilibrio y así poder ser capaces de potenciarnos en todo sentido. Esta teoría sugiere entonces que, no debemos malgastar las energías innecesariamente, refiriéndose incluso a la pérdida de energía sexual mediante la eyaculación.

Todo hombre sexualmente activo, o que al menos haya eyaculado alguna vez sabe que, luego de eyacular se siente un clímax que es capaz hasta de adormecernos, y que nos inhabilita por instantes, minutos o incluso horas, dependiendo de cada persona. Esta relajación consecuencia de la eyaculación, apartando las causas físicas y científicas, es la “pérdida de energía” a la que  esta teoría se refiere. Sin embargo no quiere decir que dejemos de masturbarnos o de mantener relaciones sexuales, sino que intenta dibujar cómo nuestro cuerpo roba energía de una parte para otorgársela a otra. Es decir, si malgastas tu energía emocional preocupándote de más o quejándote del tráfico, a la hora de llegar a casa con tu pareja es posible que tu energía sexual no se active como debería.

Vivir en una metrópolis como Caracas, Ciudad de México, Nueva York o Los Ángeles es sumamente estresante. El tránsito vehicular parece un estacionamiento en donde incluso, si tuviéramos a la mano una botella de aceite, seriamos capaces de freír un huevo en el capot del carro. La contaminación es agobiante. La gente maneja hostilmente, y la inseguridad no nos permite distraernos. En definitiva, el mundo en el que vivimos es un caos, y resulta difícil de creer que alguien con este trajín diario, pueda llegar a casa a fornicar placenteramente, o al menos pueda satisfacer sexualmente a su pareja. ¿Entonces qué podemos hacer? Mudarnos al campo no es una solución. Necesitamos incrementar nuestra potencia sexual y aprender a no gastar energías sin necesidad.

¿Qué es Potencia sexual?

Muchos creen que potencia sexual es nuestra capacidad para ser máquinas de sexo desenfrenado y violento. Que es un poder suprahumano que nos permite tener sexo una y otra vez sin agotarnos; pero en realidad potencia sexual es lo que nos permite ser capaces de satisfacer placenteramente a nuestras parejas para luego satisfacernos a nosotros mismos.

Anteponer la satisfacción del otro ante la tuya siempre va a ser beneficioso. Para nadie es desconocido que muchas mujeres difícilmente alcanzan un orgasmo de buenas a primeras. Y muchos de nosotros sólo nos preocupamos por “acabar”, sin concientizar que ellas quizá ni siquiera han empezado a disfrutar.

Ahí está el problema. Lo que pasa en tu cama es problema tuyo y de con quién la compartas; sin embargo, lamentablemente, no siempre compartirás tu cama con la misma persona, y es esa satisfacción, la que se produzca ahí, entre tus sábanas,  la que hablará bien o mal de tus “destrezas” y no necesariamente lo que salga de tu boca.

¿Qué hacer?

Es necesario cambiar nuestra forma de vivir. Las mujeres ya no son aquellas que quemaban sus sostenes para liberarse del yugo social. Las mujeres de ahora simplemente no usan sostén porque sus senos se mantienen firmes delante de 450 centímetros cúbicos de silicona. Es otra época. Es una época en la que son ellas nuestros jefes, son ellas quienes aportan más a la casa y son ellas las que deciden cuándo, cómo y dónde tendrán sexo. Así que llegar a casa cansados, notablemente irritados por el clima y con una pila de trabajo, no es una opción.

Quizá suene un poco irreal, pero es la mera verdad. El estrés no nos deja copular en paz. Eyaculamos precozmente, o quizá nos demoramos demasiado. La flacidez se hace presente y algunas veces hasta nos da flojera siquiera intentarlo. Cada vez tenemos menos sexo, y la culpa es de no saber mantener la calma.

Antes veíamos cómo nuestros abuelos fueron capaces de tener hasta 16 hijos. Si, era otra época. Son otros tiempos, ¿pero cómo fueron capaces de lograrlo? Si bien la bonanza influyó en algunos casos, también es cierto que indistintamente del nivel económico, la prole abundaba. No se puede hacer una simbiosis. El número de hijos no puede indicar a ciencias ciertas si tenían más o menos sexo que nosotros, ni que nuestras abuelas hayan quedado o no satisfechas, pero lo que si podemos concluir es que quizá ellos estaban mucho más centrados. No tenían que manejar esquivando motorizados, ni tenían que alarmarse si su blackberry tenía saldo o no.

Nuestra salud está en riesgo, y el equilibrio interno está comprometido. No les vamos a decir que respiren profundo antes de gritar de ira, pero los retamos a que griten de ira y luego intenten tener sexo. No van a dar el 100%, y eso nunca es beneficioso.

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