Viciosidades

Captagon: la droga de los yihadistas suicidas

Pocos rezos y grandes cantidades de cerveza y cannabis complementaban el menú de entretenimiento de los terroristas de Paris. Siempre combinada con la poderosa anfetamina Captagon que consumían de forma intravenosa en busca de conseguir el valor “sobrehumano” para llevar a cabo sus siniestros actos de violencia contra civiles inocentes

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Así lo describió la prensa francesa luego de hallar varias jeringas con esa sustancia en las habitaciones de hotel y los apartamentos que había ocupado en Paris el miembro de los comandos, Salah Abdeslam y varios de sus amigos cercanos. De igual modo, grandes cantidades de Captagon fueron encontradas en el cuerpo de Seifeddine Rezgui, uno de los autores del atentado en la playa en Túnez en donde murieron 39 personas durante el pasado mes de junio.

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La droga es una anfetamina que posee el componente activo llamado fenetillina y actúa como acelerador del rítmo cardíaco provocando euforia inmediata, inhibición del dolor y perdida del miedo que se combina con un estado de “inmortalidad” muy adecuado para las misiones de terroristas kamikaze. Se puede consumir por vía intravenosa, en polvo o en pastillas de todo tipo.

“Los viernes se quedaba siempre para fumar en la terraza. Nunca lo vi en la mezquita”, dijo un vecino cercano al bar que frecuentaba Abdeslam en un barrio de la ciudad de Bruselas:  “No eran ni practicantes ni devotos. No tenían una barba prominente, iban de jeans y zapatos de goma”.

De igual manera, se cree que Hasna Aitboulahcen la primera mujer-bomba que se inmoló frente a la policía en Saint-Denis -y de quien se presume es la esposa de Abdelhamid Abaaoud, el organizador intelectual de los terribles actos- también podría haber estado bajo los efectos de una gran dosis de Captagon aunque aún no se conocen los resultados de la autopsia.

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La dosis de esta droga puede llegar a costar entre 5 y 20 dólares en el mercado mundial y comenzó a ser usada recreativamente por las familias ricas de la monarquía del Golfo Pérsico. Sin embargo, desde hace más de una década el fármaco ha encontrado su lugar en Siria hasta el punto que ese país se ha convertido en su principal productor, en donde, obviamente, es empleada para las milicias suicidas del Estado Islámico.

El uso de la droga por parte de los extremistas islámicos contradice todo los principios de su dogma fundamentalista. Más aún cuando en países como Siria o Irán cualquiera puede ser condenado a la pena de muerte solo por tomarse una cerveza.

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