7 libros eróticos que deberías leer

Un error común es asumir la palabra «erótica» como sinónimo de obscenidad o pornografía grotesca. Al parecer, las personas han olvidado que el erotismo es un término para señalar cualquier cosa que nos excite sexualmente. Por lo tanto, la belleza del deseo está en cómo se manifesta de distintas formas para cada uno de nosotros. Lo mismo sucede en el mundo de la literatura erótica.

Generalmente, un libro de este género es un homenaje al tabú: aventuras, incesto, pedofilia, perversión y sadomasoquismo, son algunos de los temas recurrentes en este tipo de lecturas lujuriosas.

A pesar del éxito masivo de la saga ’50 sombras de Grey’, existen clásicos de la literatura universal con un contenido más rico en cuanto a intelecto y sensualidad se refiere. Y para demostrártelo, acá te traemos siete novelas eróticas destinadas a encender tu imaginación.

El amante de Lady Chatterley – D. H. Lawrence (1928)

Existen tres versiones de Lady Chatterley, un libro que siempre ha estado rodeado por un aura de escándalo. La tercera, la definitiva y la mejor de las tres, no se publicó completa hasta 1960. En El amante de Lady Chatterley Constance pierde la virginidad antes de casarse y más tarde, ya con su marido paralítico, toma con soltura un amante con el que tiene una larga relación antes de su mítico encuentro con el guardabosques. El marido comienza a escribir y a hacerse un nombre en el mundo literario, mientras que el amante, Oliver Mellors, es un oficial retirado. Asimismo, la diferencia social entre ambos es enorme, pero esto lo impide el deseo insaciable que existe en su relación.

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Historia del ojo – Georges Bataille (1928)

Es la obra maestra de la literatura erótica por excelencia. La historia se basa en el viaje a España de Simone y Georges, pareja inmoral que se regodea entre semen, sangre y orina. Escrita hace más de 80 años, todavía hacer levantar las cejas de la gente decente.

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Las edades de Lulú – Almudena Grandes (1989)

La protagonista, de 15 años, se enreda sexualmente con un amigo de su hermano mayor y se da cuenta de que le fascina el juego. A partir de ahí se convierte en la eterna niña (aunque tenga 30), insaciable, obsesionada por el sexo. Novela ganadora del Premio La sonrisa vertical, fue llevada al cine por el director español Bigas Luna.

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Madame Bovary – Gustave Flauber (1856)

La soñadora Emma, una joven de provincias casada con Charles Bovary, quien la ama pero es incapaz de comprenderla y satisfacerla, buscará la realización de sus sueños en otros amores, pasionales, platónicos, pero ninguno de ellos logrará calmar su desesperada ansiedad y sus románticas inquietudes.

La publicación de ‘Madame Bovary’ provocó el escándalo de la burguesía francesa, por lo tanto contribuyó a un éxito editorial sin precedentes.

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Justine – Marqués de Sade (1791)

Justine es una adolescente que recurre a todos los estamentos sociales para preservar su virtud, y en todos los casos, en lugar de recibir ayuda, lo que encuentra es incitaciones al vicio. Justine simboliza la virtud que con una escasa inteligencia debe enfrentarse a los engaños del vicio y, contrariamente a lo que cabría esperar, en lugar de ser recompensada por mantener su virtud, lo que recibe es toda clase de agravios.

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Delta de Venus – Anaïs Nin (1971)

Escritos a principios de la década de 1940 por encargo de un excéntrico coleccionista de libros que insistía en pedir «menos poesía» y descripciones más explícitas en las escenas sexuales, los relatos de Delta de Venus no vieron la luz hasta los años setenta.

Ambientados en torno al París de la época e hilados por la aparición recurrente de personajes comunes de distinta importancia según cada cuento, ofrecen una visión libre de las relaciones humanas, en la que el erotismo y el ansia de placer no excluyen la belleza, el sentimiento, la amistad y la búsqueda de la autenticidad.

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Helarte de amar – Fernando Iwasaki Cauti (2009)

En palabras del autor: «A comienzos de los 90 y recién cumplidos los treinta, escribí estos relatos que entonces me parecieron eróticos. No obstante, ahora que tengo cuarentitantos he descubierto que sólo eran literatura fantástica.
Uno cuando es joven tiende a confundir el erotismo con la sexualidad.

Al erotismo le basta con la fantasía, el deseo y la imaginación (ese es el quid de la cuestión); mientras que la sexualidad requiere pareja, espacio y una mínima parafernalia (ese es el kit de la cuestión). Así, a los treinta yo creía que mis personajes sólo echaban «quiquis», pero pasados los cuarenta he constatado que lo que hacían era un quid-kit.

Por eso Helarte de amar no es una colección de cuentos eróticos, sino un hatajo de disparates sexuales. Un libro de «ciencia-fricción»».

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