Viciosidades

Sexo en hiperinflación: ¿Cómo haces para tirar en este país?

La adrenalina de ser descubiertos es un potente afrodisíaco que ni el mismísimo rompe colchón puede superar. Pero, ¿qué sucede cuando te ves forzado a recurrir a lugares poco convencionales para tener sexo porque la hiperinflación no te permite ni siquiera pagar un hotel de mala muerte? Aquí es cuando la creatividad entra en acción

COMPOSICIÓN GRÁFICA: JUANCHI PARRA (@JUANCHIPARRA)
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Hablemos claro de una vez: si eres un chamo –o chama- que a duras penas puede pagarse la comida diaria y todavía vive en casa de sus padres, las opciones de llevar una vida sexual “normal” en Venezuela son casi nulas. Porque, y eso ya lo sabes, no importa si hay amor o no: el sexo siempre cuesta dinero.

Con una hiperinflación del 27.364% -hay proyecciones de 1 millón por ciento para cierre de año- y un salario mínimo mensual de poco más de 5 millones de bolívares, los gastos que implica una simple sesión de sexo –ni hablar de la inversión en levantarse a alguien- se le han puesto cuesta arriba a los más jóvenes. A todos, en realidad.

El costo de la mayoría de los hoteles regulares ronda entre los 5 y los 10 millones de bolívares por periodos de 4 y 8 horas, respectivamente. Por otra parte, un paquete de condones puede llegar a costar entre 940 mil y 1 millón 700 mil bolívares. Aunque existe –anota ahí- una opción más accesible: la Asociación Civil de Planificación Familiar (PLAFAM), donde un preservativo puede costar 100 mil bolívares y asesoran y ponen a disposición otros anticonceptivos económicos.

Eso en el caso de que vayas directo a la acción. Si la cita incluye preámbulos más o menos clásicos, modestos, sin nada del otro mundo, se necesitan al menos 20 millones de bolívares y esta es una cantidad que pierde vigencia incluso al momento de escribirla aquí. ¿De qué estamos hablando? De un par de hamburguesas sencillas de McDonald’s, dos entradas al cine y un combo de cotufas.

Es decir, si eres un pelabolas –como la mayoría- debes estar consciente de que mantenerse sexualmente activo representa otro reto de superación en este país.

Vamos a plantearlo de la siguiente manera: Estás saliendo con alguien y ambos deciden tener relaciones (tomando en cuenta que ninguno de los dos tiene ni medio para costear un “tiradero”). ¿A dónde se dirigen? ¿Qué hacen para cubrir esa necesidad del primer nivel de la pirámide de Maslow?

Para responder a nuestras interrogantes, conversamos con los “expertos”, es decir, con jóvenes de entre 20 y 27 años que tienen las muchas ganas naturales de su edad, pero padecen el excesivo peso de la hiperinflación que les ha tocado vivir.

Dulce hogar

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La casa de los papás -cuando no están o se hacen los locos- es el lugar predilecto. “Tirar es muy caro”, afirma Daniel, estudiante de 20 años: “A mi novia y a mí nos toca arriesgarnos cuando la casa está sola o perder el pudor con la familia”.

Daniel gana entre 20 y 30 millones de bolívares mensuales. Es decir, tres o seis veces más que el sueldo mínimo, pero entre los gastos de su casa y los personales, es evidente que no puede visitar un hotel, o al menos, no con la frecuencia que quisiera.

La casa de los padres es uno de los lugares más comunes porque, seamos honestos, no hay nada mejor que la comodidad del hogar, a menos de que tu mamá te descubra tirando como le pasó a nuestro periodista. Por otra parte, si tus papás son lo suficientemente panas, al día siguiente hasta les pueden llevar el desayuno a la cama. (Bueno, hay que ser realistas, eso no va a pasar, pero aunque sea un par de arepitas les dejarán en la cocina).

El carro

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Otro de los sitios preferidos, otro “clásico”. Quizás todos se imaginan en una escena romántica como la de Jack y Rose, pero en realidad tener sexo en el carro puede convertirse en una tarea titánica o en un hundimiento si no se toman las previsiones.

“Un día estaba con mi novio en el carro en una calle cerca de mi casa y la policía nos descubrió. Afortunadamente, no nos hicieron nada grave, solo nos regañaron y nos dejaron ir. Pero eso fue un mata pasión instantáneo”, recuerda Claudia, de 21 años.

Lo de Claudia se entiende: “Mis papás me mantienen y la mesada que me dan la invierto en la universidad. Mi novio gana 40 millones al mes aproximadamente y eso se le va solo en comida”, explica.

Para evitar este tipo de bochornos, lo mejor es ubicar sitios estratégicos donde no puedan ser interrumpidos ni por autoridades, ni por malandros. “Cuando voy a tirar con una chama que no es seria, uso mi carro y me ubico en el estacionamiento de mi edificio a cierta hora donde no hay casi nadie”, explica Jorge, de 26 años: “Por el contrario, si estoy saliendo con una chama en plan de ser novios, hago el esfuerzo por llevarla a un hotel. Uno debe saber con quién hacer ese tipo de gasto”.

Jorge, es evidente, demuestra una gran habilidad de observación: ha estudiado el campo y sabe cuándo está despejado. No corre riesgos. Y parece tener un olfato preciso para determinar con quién invertir su dinero: “Yo gano casi 70 millones de bolívares mensuales y un pelo más si me sale algún tigre. 70 millones suena a mucha plata, pero cuando entras a un supermercado o compras cualquier cosa para el carro, por ejemplo, eso se convierte en sal y agua”.

El lugar común señala que en materia de sexo en el carro destacan siempre los miradores, una playa en la noche, una callecita poco transitada. Pero el hampa acecha.

Los buenos amigos

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Nunca falta el pana que te rescata y te da luz verde. Te alcahuetea, diría la abuela. Sobre todo en las fiestas, -al mejor estilo de las películas de adolescentes de los 90- cuando tu amigo/a se percata de lo que está sucediendo entre tu pareja y tú, y entonces no tiene otra opción que despacharlos.

“Estaba con mi novio en una rumba, luego mi amigo, el dueño de la casa, se nos acercó y nos dijo: ‘Váyanse para el cuarto’. Eso nos sucedió varias veces”, comenta Ana, de 23 años. Que les ocurra con frecuencia representa un ahorro sustancial: Ana y su pareja ganan alrededor de 20 millones de bolívares al mes. O comen ese mes o van al hotel.

Lo que hizo el amigo de Ana podría tomarse como un gesto solidario o de hastío: a menos de que se trate de un voyeur, en cierto momento se torna incómoda la “intensidad” de algunas parejas urgidas. Pero, de cualquier manera, un aplauso para todos los amigos que salvan la patria: algunos héroes no utilizan capa.

Y ya sabes, si te vas del país y dejas tu apartamento vacío, ten ese pequeño gran gesto con el prójimo.

Batas abajo ¿O arriba?

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Los médicos se las traen. Uno los ve muy seriecitos, pero detrás de esa bata y uniforme impecable existen historias más candelas que las que solíamos ver en Grey’s Anatomy.

“Mi novio es médico y trabaja en un hospital. Allí hay un cuarto abandonado donde los estudiantes de medicina solían quedarse cuando hacían guardias, pero ahora es utilizado solo para tener relaciones. Le dicen ‘el cuarto del sexo’ y es un secreto a voces entre los estudiantes de los últimos años. Cuando lo van a necesitar, simplemente se van rotando las llaves por turnos y se quedan el tiempo que necesiten. He estado ahí en dos ocasiones y creo que pronto iré por la tercera”, confiesa Edgar, de 25 años.

Los ingresos de Edgar son de 45 millones bolívares, mientras que su novio apenas gana 2 millones (como la mayoría de los médicos en Venezuela) y logra sobrevivir con remesas que le llegan cada dos meses.

Por otra parte, las azoteas de los hospitales también funcionan para este gremio. “Los residentes o alumnos suben a golpe de 2 de madrugada, igualmente durante el día cuando no hay mucho movimiento en las residencias, aprovechan de subir”, afirma Carlos, un estudiante de medicina de 22 años: “Eso sí, esto solo lo hacen siempre y cuando sea un ‘rapidito’. Allá arriba no es muy cómodo que digamos, pero si se trata de una emergencia, no les queda otra”.

Los lockers del gimnasio

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Probablemente suena como una escena de película porno. Pero es que después de ver a tanta gente atractiva y de liberar las endorfinas, no es para menos que tu cuerpo entre en calor.

“Cuando iba al gimnasio, salía con mi instructor de crossfit. Los lockers nos esperaban después de cada sesión”, comenta Cristina, de 27 años: “Era mejor estar ahí que irnos a un hotel donde íbamos a hacer lo mismo y a generar un gasto innecesario en ese momento. Además, los lockers nos quedaban más cerca”. Igualmente, apunta que aunque no sabe cuánto ganaba su instructor hace tres meses, ella no iba a pagar un hotel cuando su salario era de 24 millones de bolívares y el máximo lujo que podía pagarse era un gimnasio económico.

Detrás del telón

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De todos los lugares mencionados, sin duda alguna este es el menos común. “Solía trabajar en un teatro pequeño como iluminador y a veces me tocaba cuidar el teatro”, comenta Andrés, de 25 años: “Cuando estaba solo, mi novio de ese momento y yo utilizamos los camerinos varias veces. Aparte de no gastar dinero, estábamos más seguros que en cualquier otro sitio. Nunca nos descubrieron”. Además, explica que en ese entonces (mayo de 2018) ganaba 10 millones 500 mil bolívares, mientras que su novio solo recibía sueldo mínimo.

Aunque la crisis económica en Venezuela hace todo más difícil, lo cierto es que la gente siempre encontrará la manera de solventar sus impulsos sexuales. Desde el rincón de una placita, hasta una sala de cine. Quizás muchos no cuentan con el dinero para pagar por el cuarto de un hotel del centro o de una suite con jacuzzi, pero deben estar agradecidos de que al menos tienen algo para comer. Y no estamos hablando de comida, precisamente.

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