La primera audiencia tuvo que ser postergada porque ni el juez, ni la fiscalía, tampoco la familia de Edwin Valero, habían visto la película que estaban sacando de las salas de cine. Entonces se postergó para el 26 de diciembre, El Inca se había apagado en la pantalla grande quince días antes. Ignacio Castillo Cottin, su director, quería defenderse. Su discurso fue firme: no a la censura.
“Todo ha sido muy rápido. Estamos alegres, sorprendidos. El mismo juez, el doctor Salvador Mata García, que tomó las medidas cautelares fue el que sentenció la censura a principios de febrero. Nosotros apelamos inmediatamente la decisión y él se pronunció a favor de nosotros”, recuerda el director de La virgen negra (2008) y quien está trabajando en un nuevo filme, nada biográfico, pura ficción.
—¿Qué le llamó la atención sobre Edwin Valero?
—Fue esa relación que tuvo con la esposa lo que me motivó. Yo hacía la investigación del personaje para un libro, pero cuando me di cuenta de que la historia cerraba, que había una historia increíble entre ellos dos, vi que era muy redondo para llevarlo al cine. Ella fue su motivación para muchas cosas, buenas y malas. Tomando en cuenta que no soy muy fanático de las películas biográficas, no me gusta mucho. Siento que terminan siendo muy generales y no llegan a nada. Pero aquí había algo muy redondo.
—¿Qué sabor les ha dejado este proceso?
—Un nefasto precedente para el cine nacional. La censura es terrible. Lo positivo de todo esto es que el mundo cinematográfico demostró lo sólido que es como gremio, lo claros que estamos en nuestros objetivos independientemente de nuestras tendencias políticas, de lo plurales y diversos que somos como personas y en nuestro trabajo. Demostramos que estamos claros en cuáles son nuestros derechos y peleamos por ellos.
—Cuando sacan la película de las salas de cine, declaró que no le habían dado la oportunidad de defenderse. ¿Cuáles eran sus argumentos?
—Tomaron las cuatro medidas sin escuchar la contraparte. Fue una censura directamente. Cuando empezó la audiencia quedó en evidencia además que había sido una medida arbitraria porque ni siquiera el juez había visto la película, tampoco la familia de Valero. Fue una medida que el tiempo probó que no tenía ni pies ni cabeza. Nuestros argumentos eran que cuando uno hace una película, uno puede asumir las consecuencias, uno puede ir a defenderse ante un tribunal civil o penal, si corresponde; pero no puedes censurarla. La Constitución no lo permite.
—¿Han tenido contacto con la familia de Valero en todo este tiempo?
—No. Cuando empezó todo esto ellos trataron de parar la película con el tema del derecho de autor, y el Servicio Autónomo de Propiedad Intelectual (SAPI) no le paró. La película es totalmente mía, la escribí y estaba registrada. La Fiscalía 18 sobreseyó el caso. Luego intentaron la acción de amparo alegando que había escenas que podían dañar a los hijos de Edwin Valero; algo absurdo porque la película no es sobre los niños, sino sobre él. Hasta el sol de hoy no hemos tenido ningún contacto.
—¿Qué pérdidas económicas representó la medida?
—Es una inversión de producción que no se pudo llevar a cabo. Nos cortaron la promoción que hicimos, nos paró por la mitad. Perdimos los intercambios comerciales que habíamos logrado para publicidad de la película. Además de que el proceso legal cuesta. Sí ha tenido un impacto que no teníamos presupuestado.
—¿Cómo será el regreso de El Inca a las salas de cine nacionales?
—Todavía no lo sabemos. Tenemos una reunión con los distribuidores, estudiaremos bien el caso, entendemos que la situación ahorita del país es bastante complicada, pero ya veremos. Veremos cuáles son las opciones. Es algo que nos gustaría conversar con nuestros colegas, ver cómo podemos poner todo en su justo balance.
—¿Qué representa este fallo en un país de impunidad y corrupción?
—Es una victoria para el gremio. Para la libertad de expresión, para los venezolanos que hacemos cine en el país y que disfrutamos hacerlo. Vivimos aquí y creo que es importante, no solo como realizadores sino también como consumidores de cine, que tengamos la oportunidad de ver lo que queramos ver y que no sea un juez quien lo decida.]]>