El otro discurso
El chavismo fue históricamente un movimiento defensivo y regresivo, la expresión política del miedo y la resistencia de la sociedad venezolana a enfrentar los cambios que exigía su modernización.
El chavismo fue históricamente un movimiento defensivo y regresivo, la expresión política del miedo y la resistencia de la sociedad venezolana a enfrentar los cambios que exigía su modernización.
Compré en el Teresa Carreño una bola de madera con la firma de Hugo Chávez. La tengo encima del escritorio y la veo cada vez que escribo o trabajo en la computadora. La compré como chiste, como curiosidad antropológica, diciendo que pretendía estudiar el fetichismo político, los fundamentos esotéricos del socialismo del siglo XXI y el poder mágico del chavismo.
Los amigos me advierten que debería, más bien, estudiar una extraña forma de parafilia venezolana. A pesar de la repulsión que me produce, persisto en mantener la firma encima del escritorio porque el esfuerzo de comprender uno de los más extraños, autodestructivos y perversos procesos políticos venezolanos bien vale la pena.
La firma que cubre las edificaciones de la misión vivienda incrustada en una bola madera es, a fin de cuenta, una pertinaz imagen para reflexionar sobre culto a la personalidad y la locura de las masas. Y el esfuerzo de comprender es crucial, sobre todo ahora que buena parte de la oposición se plantea llegar al poder conquistando el corazón de los chavistas, atraer a los chavistas sin Chávez.
Pero el chavismo es la síntesis histórica del más pernicioso populismo político que es preciso desmantelar y transformar. Quien todavía no se atreva a desafiar, encarar y confrontar las ideas y la visión del mundo que componen y representa el chavismo, quien todavía coquetee con ellas, pertenece al pasado.
Ahora nos toca voltear radicalmente la relación entre la sociedad y el Estado, invertir la pirámide de dominación chavista. Si Chávez representó a una población que vive y depende del Estado, a nosotros nos corresponde configurar un Estado que responda y dependa de la sociedad, de la gente. No se trata, entonces, de un Estado liberal, centrado en la contención del poder público, ni un Estado social, degenerado en Estado prestacional, intervencionista y asistencial.
El chavismo fue históricamente un movimiento defensivo y regresivo, la expresión política del miedo y la resistencia de la sociedad venezolana a enfrentar los cambios que exigía su modernización. Fueron 17 años de pugna en contra del futuro. No más atajos. Vamos hacia la creación un nuevo modelo de Estado garante de una correlación distinta entre lo público y lo privado, entre el bien común y los intereses individuales.
Queremos una sociedad autorregulada y autónoma que mantenga la función directiva del Estado sin que los instrumentos de poder y autoridad estén en manos del Estado y, menos aún, en la de un caudillo.