Venezuela

Un Haka para Susana Barreiros

El ritual de intimidación de la selección de rugby de Nueva Zelanda, en un deporte que es una especie de barbarie civilizada, podría servir para canalizar el desahogo ante un sistema judicial que ha derivado en civilización bárbara.

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Este viernes empieza en Inglaterra el octavo Mundial de rugby, que por supuesto, no parará al país como lo hace el de fútbol. Para la mayoría de los venezolanos, el rugby es un deporte ignoto que remite a violentas y viriles diversiones del patio del colegio como el cero-contrapucero. De manera similar al boxeo, podría definirse como una barbarie civilizada.

Para los que no sabemos demasiado del juego en sí (excepto que se practica en la Hacienda Santa Teresa, donde de paso también hacen ron), uno de los momentos más esperados ocurrirá el domingo aproximadamente a las 11:15 de la mañana, antes del debut de la campeona defensora Nueva Zelanda ante Argentina: el Haka.

¿Qué es el Haka? Un ritual de intimidación que practica la selección de rugby de Nueva Zelanda antes de cada juego, de origen maorí. Los maoríes son los habitantes originarios de de ese país insular de Oceanía (conocido más que nada en Venezuela como otrora suplidor para nuestra escasez perpetua de leche, y seguramente hoy como atractivo destino migratorio), que nunca fueron realmente conquistados por los europeos y hoy constituyen alrededor del 15% de la población. La cultura maorí, no siempre en su aspecto más positivo, ha sido difundida en Occidente a través de películas como Lección de piano y Cuando éramos guerreros.

Imagínese a 15 tipos más papeados que un hijo de Hulk y Vanessa Senior, algunos con el vernáculo tatuaje facial (moko), que coreográficamente se golpean los muslos, los brazos y el pecho, te menean la pelvis como Elvis, te dicen cualquier grosería en un dialecto que no entiendes, te sacan la lengua y en ocasiones hasta te amenazan de muerte pasándose el dedo por el cuello. Eso es un Haka. Vea el Haka antes de la final del Mundial de 2011:

Uno de los códigos no escritos del deporte contemporáneo es que el equipo que es notoriamente superior generalmente no humilla al rival inferior. Antes de un juego de fútbol entre Alemania y Liechtenstein, por decir algo, no vemos a los alemanes pintándole una paloma a los liechtensteinianos (¿?), sino que les dan banderitas y suvenires, pobrecitos, chico. ¿Recuerdan la que se armó en la LVBP cada vez que José Castillo, ex de los Leones, celebraba un hit haciendo el “hacha”? Por no hablar de los jonrones que se perrea Alex Cabrera.

En ese sentido, el Haka es una rareza legitimada por la antropología. A nadie le gusta que le pinten un Haka, pero bueno, es un ritual de un pueblo originario, lo que por paradoja le convierte en políticamente correcto. En ocasiones, ha despertado controversias y quejas oficiales, rivales que le dan la espalda o lo desafían. Por supuesto, hacer un Haka también es un riesgo: ¿qué cara pones luego si pierdes, como en aquella final Sudáfrica-Nueva Zelanda de 1995 que se recreó en la película Invictus?

Después de todo, un Haka es inofensivo, un simple desahogo. Lo que te haría daño es que te caiga un rugbier neozelandés encima. Si usted como venezolano tuviera la oportunidad de hacerle un Haka a alguien como catarsis, ¿a quién escogería?

En este momento, yo creo que me quedo con Susana Barreiros, la jueza que condenó a Leopoldo López, y que se me ha convertido en un personaje más detestable que Susanita, la amiguita de Mafalda empeñada en casarse con un boliburgués. Porque estoy casi seguro de que hasta el más chavista sabe que, en el fondo, se ha cometido un acto injusto, abyecto, dentro de un presunto Estado de derecho que todos deberíamos acatar, pero que ha derivado en una civilización bárbara. Que hay personas que han matado a otras personas y no han recibido una sentencia para permanecer 13 días, 9 meses, 7 días y 12 horas en una prisión militar. En cuestión de horas Venezuela ganó el preolímpico de básket, el León de Oro del festival de Venecia y la justicia con más ojos.

Según la veo en la veintiúnica foto que se ha difundido en Internet, con su toga de adorno, y además por su apellido, parece una galleguita o una portuguesita. Y según una carta de su ex profesor, Susana Virginia estudió Derecho en San Antonio de los Altos. Uno relaciona erróneamente inmigración europea y San Antonio de los Altos con cosas positivas, con una conserje laboriosa o una friíto con neblina. ¿De donde salió esta gente? ¿Estuvieron siempre a nuestro alrededor y no supimos advertirlos, porque hablaban en maorí? Para mí es un misterio. ¿Qué puede hacer uno ante instituciones copadas por múltiples Susanas clonadas como el Agente Smith de The Matrix, que desacatan mandatos expresos de cortes internacionales? Lo poco y único que está en mis manos es imaginar que el 6 de diciembre hago un Haka ante el tarjetón.

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