Venezuela

Cierre de la frontera multiplica las desgracias en la sitiada San Cristóbal

Por Rosalinda Hernández C. @roshernandez. Desde San Cristóbal.- ¿Cómo cambió la vida de la gente común desde el cierre de la frontera? La respuesta es unánime y sin titubeos. Las colas persisten para adquirir alimentos, medicinas, baterías y hasta para comprar comida a las mascotas. El bachaqueo no terminó, se hace a mayor escala e internamente y la delincuencia está desatada.

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Han pasado más de 60 días desde el cierre indefinido de la frontera de Táchira con Colombia y la declaratoria de estado de excepción, dos medidas extremas tomadas por el gobierno de Nicolás Maduro con la promesa de acabar con los problemas de esta región. Pero en San Cristóbal y sus alrededores ha empeorado hasta un extremo agobiante la distribución y abastecimientos de alimentos, de medicamentos y productos de primera necesidad. La escasez persiste junto con la contrariedad de la gente común, según pudo constatar El Estímulo entre los testimonios de quienes a diario pasan entre cinco y nueve horas en largas colas al sol buscar algo que llevar a casa.

La ciudad que era cordial se ha vuelto invivible, coinciden muchos frustrados pobladores. Hay evidencias de que la delincuencia aumentó luego del cierre de la frontera porque algunas personas que vivían del contrabando hacía Colombia ahora están cesantes y se dedican a robar.

Es común ver desde la madrugada a la gente reunida en las cercanías de abastos y automercados en espera de poder comprar productos de la cesta básica a precios regulados. Los ciudadanos aguardan impacientes en su larga espera, a la intemperie y expuestos al auge de la delincuencia desatada.

El terminal terrestre de San Cristóbal sirve de termómetro para medir la cantidad de tachirenses que se movilizan a diario desde cualquiera de los 29 municipios hacia la capital para intentar conseguir los productos de primera necesidad porque es poca la comida que llega a las poblaciones del interior.

Cargando pesadas bolsas, con rostro trasnochado, cansancio, pero con la sensación de haber logrado una hazaña insuperable, abriéndose paso entre la multitud, llegó Yuleida Castro a la parada de autobuses. Antes de abordar la unidad que la llevaría de regreso a su casa en la población de Santa Ana, a unos 40 minutos de San Cristóbal, la mujer narró sus peripecias para comprar alimentos. Eran cerca de las 10 y 30 de la mañana.

“Estoy desde ayer aquí, llegue a las 5 de la tarde al supermercado Bicentenario para hacer la cola y comprar hoy. Tengo una niña de cinco años y me pide leche todos los días y ahí es en la única parte donde la consigo, si no tengo que repagarla, hasta mil bolívares he pagado. Vengo de Santa Ana cada viernes, me quedo afuera del supermercado porque adentro del centro comercial no nos permiten estar. Cuando amanece empezamos a organizarnos en la cola hasta que abren y entregamos la cedula para poder pasar”.

Yuleida estaba feliz porque no solo logró entrar “en el primer lote” como describió el proceso de ingreso al establecimiento. “Pasan primero 30 personas de la tercera edad, luego 30 discapacitados y 30 más entre edad adulta y jóvenes”.

Esta vez pudo comprar el kilo de leche en polvo, también llevaba leche de larga duración, pasta, aceite, azúcar, arroz, cereal y jabón en polvo. Mercancía difícil de conseguir (a precio regulado) en cualquier comercio de la ciudad.

“Hoy fue un día de suerte, no todo el tiempo se consiguen tantos productos a la vez. El sábado pasado, luego de haber permanecido toda la noche esperando, abrieron y solo había aceite”, comentó.

Otras personas que se encontraban en el terminal con bolsas de comestibles de retorno a sus destinos y que prefirieron omitir sus nombres por temor a alguna represalia, denunciaron a presuntos funcionarios de la policía del Táchira que, aseguraron, los extorsionan.

“Venimos a comprar aquí porque a los pueblos no llega suficiente comida. Cuando los policías nos ven con bolsas de mercado, nos requisan, piden la cedula y nos dicen que les colaboremos o si no el mercado queda retenido porque somos bachaqueros o contrabandistas”.

Hasta en las colas hay hampa

Libia Sarmiento, llego a las 4 de la mañana a la cola del supermercado Cosmos en la avenida 19 de abril de San Cristóbal. Acompañada por un grupo de vecinos, se ubicó a las puertas del establecimiento, allí le informaron que debía anotarse en una lista, en ese momento se percató que delante de ella ya habían 309 personas.

Cerca de las 7 de la mañana, faltando pocos minutos para que abrieran el comercio, narró Libia, llegaron grupos de motorizados. “Se bajaron de las motos y pretendían pararse de primeros en la cola, la gente empezó a quejarse, les decían que había una lista y debían irse para atrás. Entre los motorizados había hombres y mujeres que empezaron a agredirnos verbalmente, la muchacha que tenía la lista se les acercó y quería hacerlos recapacitar o que se retiraran del sitio… ellos desenfundaron armas y empezaron a amedrentarnos, ahí vino una trifulca que terminó con la llegada de la Guardia Nacional”.
En San Cristóbal los arrebatones, robos y atracos están a la orden del día. Desde el cierre de la frontera hasta la fecha se han incrementado considerablemente, en contradicción con las cifras que recién presentó el director de Seguridad Ciudadana de la Gobernación del Táchira, Ramón Cabeza, donde aseguró que ha habido un descenso en la inseguridad del 96% desde que se cerró la frontera.

La apreciación ciudadana es otra y al consultársele a Cristopher Rosario, habitante de San Cristóbal sobre los índices de inseguridad presentados por el gobierno regional, dijo: “eso es falso, hace una semana por tercera vez en dos meses fui víctima del hampa. El primer atraco fue en septiembre, había hecho una cola desde las 2 de la mañana en el Garzón de la avenida Guayana, alcancé a comprar varios productos y al salir del establecimiento, pasadas las 10, crucé la avenida y a pocos metros de un grupo de Guardias Nacionales que custodiaban, no sé si irónicamente la cola, habían unos encapuchados. Me obligaron a punta de pistola a entregarles todo el mercado que había comprado, lo mismo hicieron a más personas que venía detrás de mí”.

Acceder a una batería es una tortura

Las colas para surtir combustible en el municipio San Cristóbal sí se acabaron luego del cese del paso hacía Colombia y ahora se puede colocar combustible a cualquier hora y de manera normal. Pero también es cierto que han aumentado las colas de carros para comprar baterías.

En la ciudad sólo un comercio las vende y quienes viven en sitios foráneos deben dirigirse a la capital si requieren de un acumulador de cualquier amperaje. Inclusive en la cola se encontraron personas de Apure y Barinas.

Diariamente, luego de las cuatro de la tarde y hasta las nueve de la mañana del día siguiente, es notorio en la avenida Rotaria el colapso de tráfico provocado por los vehículos que se agolpan en los canales de la arteria vial, a la espera de ser anotados en la lista de cupos para la batería.

“Solo cien personas se anotan diariamente. La fila empieza desde la tarde del día anterior pero no es sino hasta las ocho de la mañana que pasa el prefecto del municipio inscribiendo carro por carro. Yo vengo de San Antonio, soy médico y he suspendido durante dos días la consulta y no ha sido posible entrar en lista. Es una falta de respeto y humillación lo que nos hacen, no les bastó con cerrarnos la frontera que era una opción que teníamos los tachirenses para ir a comprar allá lo que aquí no se consigue aquí. Siento que cada día pierdo más libertades”, dijo Gloria Marín.

Sin protección, ni seguridad de ningún tipo, en una avenida oscura tienen que permanecer dentro de sus vehículos, arriesgando la vida. Las quejas y denuncias son inútiles porque no hay a donde dirigirlas, “el prefecto me dijo que si no me gustaba hacer cola que me fuera a vivir a Colombia, que él me podía conseguir un pase especial para cruzar la frontera, no sé si lo dijo en tono de burla o es cierto que él tiene esa potestad. Me ofendió al sugerirme que me fuera de mi país”, puntualizó Marín.

Los medicamentos siguen desaparecidos

“Cerrar la frontera no ha solucionado la vida de nadie, al contrario la empeoró”, dijo Juan Carlos Nieto quien está completamente de acuerdo con la solicitud del referendo consultivo para saber si los habitantes de los municipios fronterizos (Bolívar, Junín, Pedro María Ureña, Rafael Urdaneta, Capacho Nuevo y Capacho Viejo), están o no de acuerdo con el cierre, solicitud que llevaron ante el CNE, el diputado a la Asamblea Nacional, Walter Márquez y representantes del concejo municipal de Bolívar.

Las pastillas anticonceptivas, anticonvulsivos, sueros, soluciones fisiológicas, medicamentos hipertensivos y tratamientos para pacientes con cáncer continúan desaparecidas de las farmacias del Táchira.

La situación ha dado pie para que los galenos del hospital Samuel Darío Maldonado de la fronteriza población de San Antonio, (lugar donde se avalan exámenes, récipes e informes médicos para otorgar permisos especiales a enfermos o personas que requieran comprar medicamentos en Cúcuta), se sientan asombrados por la decenas de venezolanos que semanalmente buscan tratamiento y medicinas en el vecino país.

En medio de expectativa e incertidumbre pasan los días en la capital tachirense y no hay un solo lugar en el que no se escuche hablar de la crisis que se enfrenta, donde la calidad de vida, seguridad y el acceso a los productos básicos ha venido en detrimento, aun cuando el cierre de la frontera se justificó como una medida para erradicar la delincuencia y garantizar la soberanía alimentaria.

f1 Super bicentenario (1)

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