Venezuela

Tumeremo, los detalles de lo abominable

“A muchos los obligaban a cargar los cuerpos de sus amigos asesinados en el camión. Y el que no lo hacía, lo mataban”.

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La frase la suelta con naturalidad María, la madre de uno de los sobrevivientes de la masacre de Tumeremo, al sur de Bolívar. Es “masacre” y no “presunta” como dicen muchos diarios de la región, subraya la señora con los ojos hundidos por las lágrimas. Ella resume con crudeza las horas de horror que vivió su hijo al ver cómo fueron acribillados y mutilados los 28 cuerpos de jóvenes mineros que se encuentran desaparecidos desde el 4 de marzo, fecha en que ocurrió la tragedia en Tumeremo.

María no lo dice, pero corrió con suerte. Su hijo se lanzó entre los matorrales para sobrevivir de la furia de una banda de delincuentes que, con fusiles y motosierras, asesinaron al grupo. No así le pasó a Josefina, quien sufre constantes dolores en el pecho luego de recordar la noticia del asesinato de su hijo en un fundo cercano a la mina de oro Atenas.

El joven es parte del grupo de desaparecidos que llevó a los familiares de las víctimas a trancar la vía que comunica los pueblos del sur de Bolívar con Brasil. La protesta obligó al gobierno a cambiar de discurso en cuatro días. De no reconocerlo, pasó a decir que hay “indicios serios” de que pasó algo “abominable” en la selva donde nació la leyenda de El Dorado.

María y Josefina están sentadas en el salón principal de una humilde casa rural de bloques y techo de zinc, en una de las zonas más deprimidas de Tumeremo. Desconsoladas, ofrecen a El Estímulo los detalles de cómo ocurrió una de las tragedias que colocó a esta localidad de 50 mil habitantes en el ojo de la prensa internacional.

Todo lo que saben lo dicen a partir de los relatos que escucharon de los sobrevivientes. Hijos y amigos de sus hijos que se salvaron de las acciones de la banda armada. Ellos no quieren hablar. El miedo los paraliza por temor a represalias de la alianza, que según las madres, forjó la banda armada controlada por El Topo con cuerpos de seguridad del Estado y con el gobernador de Bolívar, Francisco Rangel Gómez.

El nombre del gobernador destaca en los relatos de ambas señoras. También suena en la boca de las vecinas de María presentes en la casa y se escucha –en voz baja—en el novenario que se le hizo a Ángel Trejo Sosa, de 30 años de edad, en la casa de su abuela, ubicada en el centro del pueblo por parte de uno de los presentes.

“Mi hermano fue uno de los primeros que agarraron. Andaba con otros amigos en motos y los obligaron a bajarse en una alcabala que colocaron antes de llegar a la mina. A muchos los seleccionaron y luego los acribillaron. Otros los picaron con motosierras”, cuenta Morelia, una de las hermanas del chico asesinado, de 24 años de edad.

“Ni mi hermano ni sus amigos han aparecido, pero sabemos que están muertos”, agrega.

Morelia cuenta impasible el grado de sadismo vivido en las nueve horas que transcurrió la masacre. Asegura que las víctimas fueron capturadas entre las ocho y diez de la mañana en el fundo El Peregrino. Los apresados fueron colocados en fila india. Los sobrevivientes fueron los que corrieron hacia la selva.

Minutos antes de comenzar el horror, asegura Morelia, apareció un hombre “vestido con chaleco de la Guardia Nacional”. Él se presentó ante los capturados y comentó que tenía orden para “barrer Tumeremo”, revelan las versiones coincidentes de los familiares obtenidas por El Estímulo.

A partir de entonces, sujetos encapuchados y vestidos con prendas militares arremetieron contra los cautivos.

Allí pasó de todo, aseguran los familiares. Relatos dantescos que ellos dan como un hecho, pero que todavía no han podido ser confirmados por periodistas.

Utilizaron algunos mineros que dejaron vivos (nadie supo explicar por qué los maleantes perdonaron sus vidas) para cargar los cuerpos acribillados hacia un camión de volteo de color azul y verde, que luego los transportó hacia un desconocido paraje selvático pasadas las tres de la tarde.

La versión cobró fuerza este martes con la ubicación por parte de la Policía Científica de un camión con las mismas características denunciadas por los familiares de las víctimas en el sector Las Raizas, a las afueras de Tumeremo.

La ubicación de ese camión ofrece pistas para obtener el rastro de los 28 desaparecidos. Madres de las víctimas tienen fe en Dios, mas no en el gobierno regional, al que vinculan con las mafias del oro.

“Tenemos fe, en la justicia, en que el gobierno central tome acciones y no el regional porque representa la maldad”, dijo Josefina. Pero aparte de la justicia, María llama a vencer el miedo que desatan las bandas criminales:

“Aquí nos secuestraron los cuerpos. Nuestra Venezuela se está desangrando por los delincuentes. Tenemos esperanza en hallarlos, pero tenemos que dejar primero el miedo”.

Nota del redactor: Todos los nombres que aparecen en este trabajo periodístico fueron cambiados intencionalmente por razones de seguridad.

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