Venezuela

Chávez vive, el horror sigue

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Fabiola Ferrero/El estímulo

Tienen razón los chavistas cuando dicen que Chávez vive, aunque no en el sentido que ellos quieren que viva.

Yo siempre insistí que Venezuela no era un país racista, mucho menos clasista. Defendí la existencia del venezolano parejero frente a quienes aseguraban que ése no existía y pensé que aquellos que se sentían superiores eran una minoría. Pero me equivoqué de cabo a rabo.  A través de las redes sociales he podido constatar que Venezuela es un país racista y clasista. Como Chávez. Chávez se creía un ser superior aunque se confesara “pata en el suelo”, que de paso, no lo era. Chávez creía que tenía la razón en todo… ¡ay de quienes se atrevieron a llevarle la contraria! Quienes estuvieron cerca de él relataron las humillaciones a las que sometía a las personas cercanas. ¿Soberbia, demasiada jaladera que lo llevó a creerse todo lo que de él decían, estupidez o todas a la vez?…

Hugo Chávez era fanático, dogmático, supersticioso y prejuiciado. Los pilares de la estupidez, según el filósofo español José Antonio Marina. Y el ser así lo llevó a cometer los disparates más grandes que se han cometido en el país. Lástima que su paso por el poder haya coincidido con la subida más impresionante que hayamos tenido jamás de los precios del petróleo, porque de lo contrario no hubiera durado nada y no estaríamos sufriendo a Maduro.

Chávez creía que todo lo que se le ocurría era la verdad. Que con esa verdad en la mano, todos tenían que pensar como él, actuar como él, creer lo que él creía, esperar lo que él esperaba. Los que no lo hacían los sometía a los insultos más sórdidos, proferidos en cadena nacional. No vale la pena repetirlos, todos los recordamos.

Increíblemente, muchos de quienes se quejan de Chávez son muy parecidos a él. Creen que tienen la verdad en la mano. Casi nunca argumentan, porque las personas como ellos no argumentan: insultan y descalifican.

“El fin justifica la insensatez”. Una frase brillante que no es mía, sino de Óscar Andrés Aguilar Pardo, quien me la dijo cuando le conté sobre el intercambio en el Twitter. 

Y es que en el Twitter uno se encuentra con toda suerte de Chávez, aunque sean antichavistas recalcitrantes. En la vida no hay verdades únicas ni absolutas, porque la verdad es la adecuación de los sentidos a la realidad de cada quien. Pero como Chávez, estos individuos se sienten empoderados a avasallar con “sus” verdades.

Traigo el tema a colación porque el domingo en la noche, un sujeto en el Twitter me pidió que le explicara qué era lo bueno que según yo tenía Gustavo Dudamel. El tema de Dudamel es álgido, sobre todo porque se ha sacado de contexto todas las veces que se habla de él. Una gran cantidad de opositores no entiende que Dudamel tiene todo el derecho a ser chavista. Quieren que sea como ellos, que se pronuncie como ellos –aunque la mayoría no se haya pronunciado jamás- y que haga lo que seguramente ellos no harían en su posición. Algunos reconocieron sus méritos musicales, pero la mayoría usaron calificativos sinónimos de “mediocre”, una incapacidad de reconocer el genio que tiene el muchacho. Y esa mezquindad es sólo porque lo consideran chavista. Igualito que Chávez con los “escuálidos”, que no les reconocía nada.

Salieron a relucir argumentos increíbles, como el de quien opinó que “el Tercer Reich tuvo entre sus predilectos a Wagner. Excelente por cierto, pero, con ese pecado de horror”, como si Wagner, quien murió en 1883, hubiera sido responsable de las atrocidades del nazismo. Otro dijo que Dudamel era un criminal “porque sus amigos chavistas cometían crímenes”. Ese tuit lo borró y cambió la acusación de “criminal” por “jalabolas” en otro tuit. Y así, hubo otros que se metieron a pontificar sobre lo que Dudamel debía hacer y lo que ellos pensaban que era. Pero este artículo no es sobre Dudamel. Es sobre quienes sintiendo que tienen la verdad en la mano mienten, insultan, apabullan igual que Chávez lo hacía.

Como aquellos que bajan los vidrios de sus confortables carros y les gritan a quienes hacen cola bajo un sol inclemente o un soberano aguacero “¡marginales, ignorantes, sigan votando por Maduro!”. Como aquellos que descalifican por el origen de la persona, o su aspecto físico.

¿Qué tienen en la cabeza?… ¿qué tienen en el corazón?… ¿creen que insultándolos van a pasarse para este lado?… ¿qué los diferencia de Chávez?…

Yo salí también insultada y bloqueé a unos cuantos. Libertad de expresión no es igual a libertad de insultar. El denominador común de casi todos es que usan seudónimos. ¡Qué “valientes” deben sentirse, amparados por un seudónimo!…

Chávez está vivo en cada venezolano que actúa como él. Las instituciones jamás se sanearán si quienes las forman son personas que por la razón que sea, se sientan superiores a sus congéneres y los deseen como clones de sí mismos. Y mientras eso no cambie, el horror seguirá…

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