Venezuela

Mi Utopía (Sobre las firmas para el referendo)

Sí, esa foto. La del río. La del río lleno de gente cruzando. La del río de gente cruzando para evadir las trancas, los peajes y los cerrojos que las fuerzas armadas (armadas de armas, no de valor) le impusieron a los venezolanos que quieren expresarse, ser libres, y dejar de ser presidiarios de una banda de traficantes del poder.

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Vivimos un tiempo terrible, y a la vez, un tiempo virtuoso. Nunca tanta convicción por los principios estuvieron tan de manifiesto. Nunca nuestro panorama fue tan negro. Nunca fuimos tan ricos de espíritu. Nunca antes nuestros valores, de una forma tan masiva, fueron tan puros e indoblegables.

Rio Firmas

Hace más de una década que no vivo en Venezuela. Quise volver y las circunstancias me lo impidieron. Pero mis referentes son el país de donde vengo. Al que no he dejado de escuchar ni un día. Al que no he dejado de visitar ni acompañar. Estoy fuera pero soy venezolano. Además de lo que soy y todo lo que me ha nutrido, no he dejado nunca de serlo.

Y Venezuela me sigue inspirando. Esa foto sobre el río me dice más que el discurso de Obama cuando ganó en el 2008, que casi me aprendí de memoria. Nuestro presente es terrible, pero también es hermoso. La clase de gente a la que siempre me he preciado de pertenecer, hoy representa aún más que lo que representaba en el pasado.

Esa imagen navega el mundo por las redes porque dice demasiado de quienes somos. No es gente huyendo, sino gente luchando, burlando las armas, enfrentando el miedo, resteada con sus creencias.

Venezuela ha aprendido a vivir hoy. A desnudarse. A verse sus méritos, Y también sus costuras. Y a dejar de tener verguenza por ser quien es. Venezuela hoy se respeta a si misma. Aunque tengamos en el poder a los gobernantes más desvergonzados que hayamos tenido jamás.

Esa gente que pasa el río, que es Leopoldo López negándose al negocio y Capriles profesando como un Quijote inverosímil acerca de nuestras fuerzas creadoras. Que es la Unidad y el poder de la gente en la Asamblea. Y los empleados públicos rebeldes y los estudiantes encarcelados. Que son los millones de trabajadores decentes y creativos que viven dentro y fuera de nuestras fronteras. Esa vaina solidaria y jodedora y de alma buena que nadie sabe explicar pero que no se rompe.

Esa gente que pasa el río, que hace que la naturaleza le obedezca.

Hoy, cuando peor estamos, es cuando más orgullo siento de venir de donde vengo.

Las utopías, no importa qué realidad nos toque, no son sino el sueño que nos moviliza y que se pone a prueba cuando el mundo se empeña en imponer su lado oscuro. Sin utopías estamos muertos. Dejamos de ser animales pensantes, con imaginario, partes de un Dios creador y transformador.

Esa foto es mi utopía. Y la de millones, estoy seguro. Cursilería incluida.

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