Venezuela

Un argentino varado en la frontera

Optó por  trasladarse a la frontera entre Brasil y Venezuela, llegó a Santa Elena de Uairen para regresar por otra ruta a su añorado San Pedro, ubicado a unos 170 kilómetros de Buenos Aires, pero el recorrido sufrió un cambio de última hora y fue a parar a la frontera entre San Antonio y Cúcuta.

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Texto y fotos: Rosalinda Hernández C. / Táchira

Carlos Alberto Rotundo no se considera turista, se define como un viajero del mundo. Es un abogado de 67 años, jubilado y  retirado del ejercicio profesional. Ahora se dedica a recorrer el mundo en su camioneta con la que ha llegado hasta Canadá y ahora a la frontera colombo-venezolana.

Movido por conocer  Guyana y Surinam, el 2 de junio de este año emprendió un largo viaje, disfrutó del paisaje y cumplió un sueño más de los que viene tejiendo al rededor del mundo en su camioneta.

De regreso tomó la carretera transamazónica que de Portobello lo condujo a Manaos y de allí a Santa Elena de Uairen. Lo que nunca estuvo  en sus planes fue llegar hasta la frontera Colombo-Venezolana, y allí permanecer un mes esperando un salvo conducto para regresar a su natal San Pedro-Argentina.

«Quise regresar luego del recorrido por la misma vía pero se encuentra en muy mal estado. Me di cuenta que estaba en la mitad del  camino y que cualquiera de las rutas que tomara me iba a llevar la misma distancia y tiempo de vuelta a casa», dijo Carlos.

No es la primera vez que visita Venezuela. En el año 2012, lo trajo su deseo de conocer el estado Mérida, sus montañas y lo enamoró el teleférico. La diversidad climática del país lo condujo a las costas venezolanas, a la desembocadura del río Orinoco, la sabana y parte del estado Zulia.

“Yo vi en mi primera visita a Venezuela como sacaban el contrabando hacia Colombia por Maracaibo. Vi camionetas con tanques gigantes de gasolina y alimentos de manera descarada y no entendía nada de eso”, relató el argentino mientras recordaba la vía entre Paraguachón y Maicao-Colombia.

Un mes en espera

Cuando Carlos Rotundo ingreso al país por la frontera con Brasil, nadie le informó que no podía salir de Venezuela con su casa rodante (como la suele llamar) porque la frontera estaba cerrada al tránsito vehicular.

“Les dije que iba a salir por Colombia y ninguna autoridad me advirtió que no se podía. Yo sabía que estaba cerrada frontera pero pensaba que por ser extranjero me permitirían salir, me pareció lógico…hasta un buen viaje me desearon los militares”.

Al llegar a San Antonio,  la frontera del estado Táchira con Norte de Santander, se enteró que no podía proseguir su viaje: “no puede pasar me dijeron las autoridades militares”.

Le recomendaron llamar a la embajada argentina y que fuera ese organismo diplomático quien solicitará a la cancillería venezolana la autorización para permitir el paso del vehículo hacia Colombia.

“Realice la petición pero Argentina no tienen embajador en Venezuela, me dirigí entonces Cónsul General. Me dijo que nada se podía hacer: la frontera está cerrada y no me puedo meter en los asuntos soberanos de un país’, cosas que yo comprendía”, contó Carlos.

Con un poco de impotencia y desagrado, relató que lo único que pedía a los representantes consulares de su país era que formalizaran la petición a Cancillería y el gobierno venezolano sería quien tomara la decisión de dejarlo cruzar la frontera en su camioneta.

“Me piden que regresara por el mismo camino por el que llegué. No se si no entendieron o no tienen la voluntad de ayudarme, ni a mí, ni a la pareja de paisanos argentinos que llegaron hace unos 15 días en las mismas condiciones que yo y esperan les permitan pasar. Ellos van a México”.

Ya tiene un mes de haber llegado a San Antonio y aunque con su pasaporte de extranjero puede cruzar la frontera, llegar a Cúcuta-Colombia, comprar un boleto aéreo y volar a su país, Carlos dice que no lo puede hacer por los costos que implica un viaje de ese tipo, teniendo en cuenta que deberá regresar a buscar su carro.

Dice estar “muy enojado” con su consulado porque a su juicio no le han prestado la colaboración necesaria.

“No he recibido el apoyo que esperaba de las personas que han debido preguntarme, ¿usted está bien?, ¿está comiendo?, ¿tiene dinero? Hasta hoy no me han preguntado nada”.

Después de insistir día tras día, logró que el consulado general de Argentina en Venezuela, realizara la solicitud al gobierno venezolano para permitir el paso con su vehículo hacia el puente internacional Simón Bolívar y de allí a Colombia.  Aún esta por aprobar dicha petición.

Entre alegrías y nostalgia

Una pensión de jubilado le ha permitido costearse los viajes. Es prevenido y calculador. Siempre carga el dinero suficiente para un imprevisto como el que le ha tocado vivir ahora.

“Aquí el dinero rinde porque con un dólar puedes hacer una comida. Mi problema no es el dinero en realidad, aunque lo rindo porque no sé cuánto tiempo voy a estar aquí y los recursos son limitados”.

Carlos ya quiere retornar a su casa, aunque no se queja de las atenciones recibidas en Venezuela, porque siempre lo han tratado bien.

Esta estacionado con su casa rodante frente al puesto de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), en el aeropuerto  de San Antonio y aseguró que los militares lo cuidan. Le prestan el baño, regalan agua, seguridad y le dan acceso a Internet, lo que ha permitido estar en contacto constante con la familia.

De pronto la nostalgia se posa en el rostro de Carlos. Traga fuerte y viene  el recuerdo de su casa,  de la familia, a quienes “extraña mucho y quiere ver muy pronto”.

Tiene tres hijos, adultos y una esposa que considera “muy guapa”.

“Siempre hablo con ellos por Skype y percibo la nostalgia y preocupación que sienten por mi ausencia”.

La gente es especial

Mientras se conversa para la entrevista en un parque frente al aeropuerto Juan Vicente Gómez de la localidad fronteriza, innumerable carros y motos pasan por la carretera, al llegar al punto donde se encuentra estacionada la camioneta de Carlos, se detienen, tocan corneta y saludan al argentino como si se conocieran de toda la vida.

Mientras contesta los múltiples saludos de sus nuevos amigos, señala que no tiene más que palabras de agradecimiento para los militares destacados en el terminal aéreo y para los habitantes de San Antonio que han sido hospitalarios con él.

“La gente nos atiende, nos invitan a comer helados, nos traen frutas y como es un pueblo pequeño, todo el mundo ya nos conoce y cuando nos ven por ahí no saludan efusivamente y hasta nos brindan”, precisó.

Como particular y muy especial describe la forma de ser del habitante fronterizo que han hecho que sus días transcurran con mayor tranquilidad.

“Veo que Colombia y Venezuela tienen vínculos muy fuertes, veo que aquí la gente no conoce de fronteras. Venezolanos y colombianos conviven sin ningún resquemor lo hacen como hermanos”.

Ha conocido los pueblos tradicionales del Táchira, gracias a los amigos espontáneos que el destino ha traído a su vida por estos días.

“Me han invitado a San Pedro del Río, un pueblito típico del Táchira, queda a una hora más o menos de aquí y se come muy bien. También me han llevado a Peribeca, otra zona turística. He probado la cerveza venezolana, los dulces  y todo esto me ha parecido muy bien”, rememoró.

Lo que se lleva de la frontera

Rotundo ha tenido la fortuna de viajar, recorrer mundo y conocer gran parte de Latinoamérica. Considera a su gente alegre y bondadosa en general. Pero de la frontera tachirense se llevará uno de los mejores recuerdos, ¿por qué?

“Aquí hay una comunidad de gente muy afectuosa que se siente orgullosa de ser de la frontera. Son una comunidad y tanto venezolanos como los colombianos se jactan de vivir aquí, de pertenecer a esta zona. Hay mucha diversidad y privilegian y dan importancia a lo local. Me siento muy bien acá aunque no fue mi idea venir”.

La comida venezolana lo conquistó y se saborea al rememorar un par de patacones, el sancocho y los asados criollos que ha probado en el Táchira, que son una parte de lo que también llevará en su recuerdo al  retornar.

Cuando llegue a Argentina, y le pregunten cómo está Venezuela, el viajero aseguró que les dirá que está pasando por algunos problemas.

“Hay intereses de ambas partes que les convienen que el país este de rodillas. Que el pueblo venezolano está pasando dificultades no lo puede negar nadie y no se ha logrado llegar acertadamente a un sistema de distribución de alimentos”.

Desea que la situación económica, política y social de Venezuela se resuelva pronto y por la vía de la paz.

“Cuando un país está en dificultades los responsables son los que gobiernan y los que quieren gobernar, todos son responsables”, dijo.

Otros paisanos

Mientras el equipo de El Estímulo se despedía de viajero, se percató de la presencia de un perro de frondoso pelaje castaño que escoltaba a Carlos, era un chowchow siberiano. Aunque no es de su propiedad  el animal no lo desamparó durante la entrevista.

Comentó que sus dueños son una pareja de argentinos de 30 y 33 años, provenientes de la ciudad de Junín, provincia de Buenos Aires que en sus mismas condiciones llegaron una semana luego que él a San Antonio.

“Ellos llevan viajando desde hace un año en una camioneta Berlingo y esperan igual que yo les permitan pasar a Colombia. Allí nos despedimos porque ellos continúan la travesía hacia México”.

Para el momento de la visita los paisanos de Carlos habían salido al centro de la población y no fue posible contactarlos para agregar la experiencia al relato.

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