Venezuela

Y cambiaron a San Antonio del Táchira por la Cúcuta de los ‘80

Hace tres décadas Cúcuta era una casa de empeño que decía ser ciudad. Nadie se preocupaba por el origen o el destino de los artículos de venta que por allí pasaban. Trabajadoras sexuales, buhoneros, casas de cambio y burros plagaban las calles de la localidad. 

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Centro Comercial en Cúcuta
Fotografía: Andrea Hernández

La frase que más soltaban los venezolanos que cruzaban los puentes internacionales era: “Que no nos agarre la noche en Cúcuta”. El pueblo parecía sacado de una Western estadounidense y arrojado en el borde de Colombia. Los forasteros emitían un suspiro de alivio al pasar a su lado de la civilización, luego de un día intenso de regateo y negociación con los cucuteños. Su lado era mucho más limpio, moderno y prometedor.

En la década de los 80, Venezuela era el futuro que avizoraban todos los países de Latinoamérica. Era la reina del carnaval, lo más parecido a Estados Unidos al sur del continente que descubrió Colón. El aficionado al cine, Cristopher Vallenilla, compara Cúcuta con la película protagonizada por Mel Gibson “Get the Gringo”. Ironías.

Vallenilla atravesó por primera vez la frontera cuando tenía ocho años. Acompañaba a su padre, un sastre que vendía y compraba máquinas de coser y material textil. Su madre no pegaba un ojo hasta saber que ya habían cruzado de vuelta. Exigía sin falta esa llamada.

Todo lo feo

Lo que más recuerda es que nunca vio nada bonito ahí. Las vías eran un alboroto y estaban custodiadas por militares que miraban las bolsas de mercancía con deseo. Muchas veces, ese deseo lo convertían en realidad cuando les quitaban parte de los productos a los que comerciaban para “hacer su agosto”.

Lo que no sabe el aficionado al cine es que lo que describió es el espejo de lo que hoy es San Antonio del Táchira justo al otro lado. Donde caminar de noche tampoco es una opción, como no lo era en la localidad colombiana.

San Antonio no sabría ni dónde comenzar para convertirse en la Cúcuta moderna. Una ciudad de 1.355.787 habitantes, según la proyección del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) para el año 2015, nuevos desarrollos habitacionales y centros comerciales que parecen crecer como arroz –uno de los productos que sí se consigue de ese lado de la frontera y a montón.

La ciudad

A diferencia de hace 30 años, ahora Cúcuta es una urbe. Sus moradores gozan de actividades culturales y recreativas. Pero quizás la evidencia más importante del desarrollo de la zona es que a las 10 de la noche todavía caminan por sus calles bien alumbradas. Puede ser que se sientan más seguros por la presencia de una fuerza policial que anda en motos amarillas fosforescentes y parecen Robocops. En San Antonio, hasta los militares se recogen a las 7 pm y no hay ni un cine.

Los centros comerciales y supermercados al mayor exhiben en sus estanterías una variedad de productos que haría salivar a cualquier venezolano; la vida nocturna es tan divertida como en cualquier país del Suramérica en el que se pueda salir de noche, pero con los beneficios y las excentricidades que solo puede ofrecer un país que tiene el dedo gordo del pie en el desarrollo.Makro Cúcuta

Una noche en un bar cucuteño promete. La música gusta a todo al que baile y a veces se presentan conjuntos famosos de vallenato sin avisar; nunca se escucha un “no hay” acompañado por una volteada de ojos. Todo lo hay. Y más.

Luego de que los presidentes de Colombia y Venezuela anunciaron la reapertura de la frontera de manera gradual el 12 de agosto, los venezolanos podrán ir a disfrutar «del otro lado» un sitio preparado para recibirlos. El alcalde de Cúcuta, César Rojas, ideó un Plan de Desarrollo junto con las comunidades que guiará la construcción de una mejor ciudad. Presentó un esquema para los próximos 30 años.

Uno se cruza con sonrisas y “qué puedo hacer por usted” incluso en los mercados, donde la abundancia es la regla. Como se ha visto en estos días de fronteras semi abiertas, los que cruzan para Colombia no saben qué hacer con tantas opciones. Si besar el piso o comerse un helado en una plaza, cualquier cosa es posible. Es que los venezolanos de hoy son los cucuteños de ayer.

Plaza en Cúcuta

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