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¿Más Epicteto y menos…?

Antes que se hicieran famosos Buscaglia, Dyer, Coelho, Covey, Ribeiro, Chopra, Sharma, Puig, Gray, Hay, Puig, etc, etc, líderes por años en las ventas mundiales del genero de autoayuda, un filósofo griego, que vivió parte de su vida como esclavo en Roma, nacido en Hierápolis en el año 55, y fallecido en Nicópolis en el año 135, dejó un legado sobre el buen vivir, editado por su discípulo Flavio Arriano. Bajo el título de “Manual de Vida o el Arte de Vivir”, recoge sus reflexiones sobre la vida y cómo afrontarla.

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Epicteto era un representante de la última fase del estoicismo (llamado nuevo o romano). El estoicismo fue la escuela de pensamiento fundada por Zenón de Citium, en Atenas, alrededor del S. III A.C. De allí deriva la frase “soportar con estoicismo”, es decir, sin perturbarse por los acontecimientos externos. ¿Es eso posible? Yo creo que no. La compasión en mi opinión, es un motor para la construcción de mejores sociedades. Sin embargo, en Epicteto hay mucho que rescatar y aplicar en nuestras circunstancias.

El Manual de Vida es un libro breve, pero de mucho valor, al que he vuelto varias veces, sobre todo cuando veo todos los “desbalances” que me rodean, o que nos rodean, por llamarlos elegantemente.

Una de las bases del pensamiento estoico y en especial del de Epicteto, es el de aprender a distinguir lo que depende de nosotros y lo que no está en nuestras manos. Lo que podemos cambiar y lo que no. De allí dependerá la felicidad y libertad del hombre. Coincidencia o no, quizás Epicteto conoció algo, una pequeña esencia del pensamiento budista.

El que muchas cosas no dependan de nosotros sino de los “designios del Hado (fuerzas desconocidas)” o de Dios, o como quiera etiquetárselo, ha llevado a algunos de estos gurús del New Age, a reafirmarle a la gente, “se feliz, no dejes que nada perturbe tu felicidad” (Hay uno muy famoso con su programa de TV matutino, que es un gran promotor de esta “pseudo filosofía de la resignación”).

Sin embargo, Epicteto, en la categoría de lo que depende del hombre y no del “Hado” colocaba dos motores de cambio muy poderosos: los juicios acerca de los acontecimientos y la voluntad. Sobre estos dos motores, el hombre tiene un absoluto dominio y su objetivo debe ser el de lograr formular los juicios correctos y dirigir rectamente su voluntad.

Para los juicios correctos Epicteto recomendaba abrir bien los ojos “tienes que ver las cosas tal como son y así te ahorrarás el dolor de los falsos vínculos y de la decepción evitable.” Mas adelante agrega: “Lo que en verdad nos espanta y desalienta no son los acontecimientos exteriores por sí mismos, sino la manera en que pensamos acerca de ellos. No son las cosas lo que nos trastornan, sino nuestra interpretación de su significado” Al final las cosas no son lo que queramos que sean, sino lo que son.

Esta reflexión más que motivar la resignación lo que invita es a convencerse que para que las cosas cambien para bien, hay que trabajar en ellas y no únicamente desear y esperar que cambien mágicamente alienados por el pensamiento optimista y no pragmático. Ello implica según Epicteto desarrollar como ideal supremo la “armonía entre la voluntad y la naturaleza”

Por otro lado, sobre la voluntad, para Epicteto, uno de sus principales bloqueadores es la culpa, sobre todo cuando le echamos la culpa a los demás de nuestros propios errores y desconocemos que la voluntad está siempre bajo nuestro poder. Esto último aplica a todas las dimensiones de los problemas que experimenta el país y que son atribuidos a todo tipo de seres inclusive, alienígenas.

Después de numerosos consejos mas, Epicteto llega a uno que es esencial para comprender mejor nuestra realidad; llamar las cosas por su nombre. Para Epicteto “Cuando llamamos a las cosas por su nombre, las comprendemos correctamente, sin añadir juicios o información por nuestra cuenta” Así, según él, no nos arriesgamos a engañarnos por las apariencias y sobre todo a construir “teorías e interpretaciones basadas en deformaciones que son fruto de dar un nombre equivocado a las cosas”

Si estamos mal, no estamos bien y punto. La voluntad puede siempre obrar para mejorar, sobre todo si lo hace con dosis de realismo. Dosis ésta, que no está exenta de ideales. Y así lo afirma Epciteto, al final de su libro, cuando nos invita a vivir y tomarnos en serio nuestros ideales, a servirles y acatarlos, porque según él, en la espera está la vulnerabilidad y el fraude.

Pero no se trata de cualquier ideal loco, puesto que, si no está basado en una apreciación equilibrada, real y justa de las cosas, mas bien estaríamos en presencia de una idea peligrosa, dañina y promotora de la muerte, lo que sería contrario a un manual de vida, el que necesitamos ahora, mas que nunca.

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