Breve pero contundente. Haydeé Pérez Marcano habló un par de minutos con unos de los agentes antimotines que rodeaban este viernes la llamada «Marcha de los Abuelos», la movilización opositora que unió a jubilados, políticos y jóvenes estudiantes para exigir otra vez a Nicolás Maduro que se vaya del poder. Fotografía: Andrea Hernández | El Estímulo La marcha partió desde la plaza Brion de Chacaíto y apenas logró cruzar varias cuadras debido a los piquetes de policías y militares que impidieron a los manifestantes llegar al centro de la capital, donde queda la sede de la Defensoría del Pueblo, que dirige Tarek William Saab. La intención era denunciar cómo los pensionados deben sobrevivir en un país sin medicinas y con la inflación más alta del planeta. Fotografía: Andrea Hernández | El Estímulo Haydée marchó cuadras antes del punto de partida trazado por la disidencia política. Caminó sola desde Chacao, ignorando los dolores (o gritos) que dicen salir de sus huesos cuando fuerza el ritmo de sus piernas y caderas. Quizás, sus 74 años, le sirvieron de salvoconducto para hacer el mismo reclamo en el que miles de jóvenes venezolanos han sido reprimidos, lesionados, detenidos y hasta asesinados en más de 40 días de tensiones políticas. En 120 minutos, la viuda no se intimidó ante el agente. No le importó el escudo, el garrote y la máscara que lo hacían ver como un gigantesco Robocop. Se le plantó de frente. Como si le estuviesen cronometrando el tiempo, la abuela lamentó la represión en las calles contra muchachos. Criticó a los policías y los militares por proteger a un presidente que no se quiere medir en elecciones. Incluso, le dio tiempo para pedir paz y quejarse de que no le alcanza el dinero para comprar medicinas. El policía escuchaba y asentía cada frase que disparaba la abuela de tres nietos. Esta vez, la autoridad de la edad se impuso a la de la ley. Mientras Haydée sostenía su conversación, cientos de personas cruzaban el bulevar de Sabana Grande con pancartas, consignas y banderas. Fotografía: Andrea Hernández | El Estímulo “No nos maten también queremos ser abuelos”, se leía en uno de los avisos sostenidos por una joven. Cada manifestante iba a su paso. Algunos iban en grupo, otros iban en familia. Coloridos rosarios colgados sobre franelas blancas abundaban en el tramo. Unas abuelas en sillas de ruedas eran conducidas por sus hijos y también marcaban la ruta. Fotografía: Juan Barreto | AFP Aunque no hubo represión, la paz no colmó en la movilización. Algunos pensionados fueron rociados con gas pimienta por un piquete de la PNB que intentó impedir el paso por el bulevar. Luego del forcejeo y de la negociación, los funcionarios dejaron la marcha transitar por el lugar. Fotografía: Juan Barreto | AFP Los ánimos estaban encendidos. Cada paso hecho hacia la sede de la Defensoría del Pueblo era aplaudido por los marchantes. La oposición apostaba por llegar a la casa del Defensor por primera vez en siete intentos infructuosos, tras más de un mes de manifestaciones. Pero la octava no fue la vencida, gracias a otro cordón de seguridad levantado en Plaza Venezuela. Policías y militares frenaron el paso. Los manifestantes se toparon con dos camiones de la Guardia Nacional que desplegaron dos muros que frenaron en seco la movilización. La violencia no se impuso, aunque muchos de los manifestantes usaron las palabras como balas para “disparar” contra los agentes. Dinorah Gómez, una abuela y madre de dos hijos, se acercó al cordón de seguridad en la que decenas de uniformados escucharon estoicos sus gritos: “¡Ustedes también son pueblo!”, “!Abran los ojos, que los están utilizando!”, “!Tenemos derechos a pasar!”. Gómez aseguró tener miles de razones para marchar. Con 64 años a cuestas, cuatro profesiones, posgrados universitarios, lamentó que no le alcanza el dinero para comer. “Vivo con mi esposo y tuvimos que compartir el café fiado de la mañana porque no me alcanza el dinero”, dijo con la voz quebrada. Afirmó que su lucha no es por ella sino por la de sus nietos que la crisis “expulsó” de Venezuela. Dijo sentirse cansada de contactarlos por Skype en Argentina, Chile, Estados Unidos y México, los lugares donde se encuentran. Y no contar con el dinero para visitar al menos uno de ellos. “Me siento avergonzada por lo que vivimos. Marcho y marcharé cada día porque no me quiero ir de mi país. Venezuela se merece que luchemos por ella”, apuntó Gómez, una bioanalista que se gana la vida como distribuidora de productos Herbalife. Los inmigrantes también atendieron la convocatoria de la oposición. Ofelia Abreu es española, pero sus cincuenta años en el país la hacen sentir venezolana. “Yo quiero que este país vuelva a ser como antes, yo perdí mi negocio y no quiero devolverme arrimada en España. Porque yo soy de aquí y mis hijos están aquí”, dijo la jubilada emocionada. “Yo estuve en el 23 de Enero con esta misma bandera, tenía 17 años. Ahora a mis 76 vuelvo a luchar por la libertad, la de mis nietos y mis hijos”, dijo una señora en silla de ruedas acompañada por su hijo, mientras cargaba una bandera descolorida de Venezuela que dice haber enarbolado durante la caída del gobierno del dictador Marcos Pérez Jiménez. Fotografía: Juan Cañas El bloqueo en Plaza Venezuela obligó a muchos a cambiar la ruta hacia la avenida Libertador. Otro bloqueo militar y policial los esperaba. Mujeres canosas con banderas venezolanas se confundían con jóvenes enmascarados frente a la impenetrable barrera erigida por la fuerza de las armas. Fotografía: Gustavo Vera | El Estímulo Una de las mujeres, incluso, debió superar el murito que divide los tramos de la avenida, con la ayuda de sus compañeros de lucha. “Es que la piernas no me dan, no me dan” decía antes de lograr su objetivo. La movilización de los abuelos fue ahogada con el agua. No la de los chorros a presión lanzados por los vehículos de la policía, sino por el intenso aguacero que cayó sobre Caracas este viernes. Sin embargo, los ánimos por seguir marchando no se diluyeron. “Estaré en la calle cada vez que me lo pidan”, advirtió Ana Álvarez, quien terminó empapada por culpa del aguacero que aguantó por más de una hora, plantada ante los policías antimotines.]]>
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