Venezuela

Aquí, tipo normal

Las cosas estaban tensas. En la marcha, la Guardia Nacional nos persiguió con bombas lacrimógenas. Luego un grupo, Dios sabe de qué bando, secuestró un camión mezclador de cemento y decidió prenderle fuego en medio de la avenida, en la esquina de la oficina. Temíamos una explosión en sala VIP. Allí aprendí que el gasoil no explota. Una hora más tarde nos llevaron la serenata de una guarimba bajo nuestra ventana. Justo allí recibo una llamada laboral internacional.

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¿Cómo estás?” Me preguntan, con acento brasileño, carioca, de Río de Janeiro. “Bueno, bien ¿Y ustedes?” Respondo, mientras veo a un encapuchado echarle gasolina a las llamas. Así. Tipo normal.
Unos días después el asunto empeoró: el gas lacrimógeno se coló por las ventanas y tuvimos que concentrarnos, bicarbonato en mano, entre todos los cubículos. Joa, que vive a una cuadra, decidió irse a casa. A los diez minutos regresó, empalidecida: no podía cruzar la calle porque había francotiradores disparando desde la terraza del edificio de al lado. “Bueno, hay que quedarse un rato”. Y nos quedamos hablando. Así. Tipo normal.
Irene está vendiendo todos sus peroles porque se va. Luego de sufrir en carne propia el ataque a Los Verdes, no quiere saber más de «dale-un-chance» y de «esto-está-por-cambiar». La llamamos y nos cuenta del apagón, los golpes en la puerta, los vecinos que metieron presos, según ella, al azar.
“Pero tú… ¿cómo estás?”. “Bueno… bien”… ¿Qué te puede decir?» Está así, con el alma en vilo. Tipo normal.
Esta semana me llama un familiar para contarme que el lunes estaba protestando con su grupo de trabajo, hasta que hirieron a un compañero disparándole una metra, y se llevaron detenida, aparentemente, a la gerente de Recursos Humanos.
“¿Y tú cómo estás?”. Le pregunto, preocupada. “¿Yo? Bien. Después de eso volvimos a trabajar”. Así. Tipo normal.
Anteayer llegábamos a casa y comenzábamos a leer los twitts sobre el asalto a la Asamblea Nacional, cuando quedamos en vilo con el ruido de un helicóptero que sobrevolaba bajísimo y haciendo detonaciones. Los vecinos recogieron a los niños que jugaban.
“¡Resguárdense!”. “¡Resguárdense!”. Con pánico me asomo a la ventana, pero ya no logro ver nada. A los diez minutos leo en Internet que habían tomado un helicóptero de la policía y que desde él tiraron granadas sobre el Tribunal Supremo de Justicia. ¿Que cómo estoy, habiéndolo tenido todo tan cerca? Bueno, bien. Así. Tipo normal.
La palabra “normalidad” puede entenderse en dos sentidos. El primero es el cumplimiento de las normas establecidas de funcionamiento, y obviamente no aplica a nosotros. El segundo sentido es estadístico, y tiene que ver con lo frecuente, lo habitual.
Y lo habitual ahora es el caos. En nuestro país hoy día no tiene sentido calificar una situación como “irregular”, porque los disturbios, ataques y enfrentamientos ocurren todos los días. El sobresalto en nuestras vidas ahora es así: tipo normal.]]>

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