Resistencia a través del arte, una mirada erguida de esperanza

La búsqueda más alentadora ha sido la de la libertad. Hemos sido testigos presenciales de lo que ha conllevado el ser libres en sus múltiples manifestaciones, sacrificios de todo tipo, torturas, destierros, muertes.
Hay testigos silentes que en su momento se erigieron como una esperanza de progreso y aires de cambios; de ellos, y de mayor importancia a mi parecer, es el Mástil Radiante del maestro venezolano Alejandro Otero, realizado en 1959 para la estación de gasolina SHELL.
El maestro Otero regresa de París en 1958, alentado por la caída del régimen de Marco Pérez Jiménez, gracias al sacrificio de miles de jóvenes que, arrollados por la dictadura, tomaron las calles y de manera contundente se plantaron en ella.
Era un renacer y con una cantidad importante de iniciativas culturales que se preparaban en el país. Eran tiempos de entusiasmo, es cierto, pero también de miedo, pues si bien se había salido de la dictadura, todo comienzo genera incertidumbre…
En este proceso de redirección de un país, de la búsqueda alentadora de un inicio, de consolar y homenajear a quienes lucharon y ya no estaban y a quienes seguían acá, nace la idea de sanar y salvar a través de las artes.
El Mástil Radiante es una columna de algo mas de 12 metros elaborada en aluminio, piedra natural, arcilla porcenalizada y cerámica veneciana.
Además de homenajear el alma y espíritu combativo de quienes lograron la libertad, también fue concebida para proteger a los transeúntes de los rayos del sol… Me pregunto: ¿Imagina la sensibilidad que debe tener alguien para idear una obra de arte que no solo te haga saber que estás rodeado de belleza y que tu alma tiene dónde refugiarse ante el dolor, sino que además sabe que estás tan desprotegido y lastimado por los hechos pasados que busca hasta protegerte la espalda del sol?
Es allí donde radica la grandeza del maestro Alejandro Otero. No conforme con ello, el título, Mástil Radiante, nos termina de aseverar su intención, pues, ¿qué es un mástil? Si revisamos su significado dice: cualquier palo vertical usado para sostener algo, y ese algo es nada más y nada menos que el alma de aquellos venezolanos que vivieron la dictadura y sus terribles consecuencias.
Para nuestro infortunado presente, no podemos obviar esa frase que ahora retumba en mi mente más que nunca: la historia es cíclica, pues en 2017 (casi 60 años después),Venezuela despierta de manera contundente y notoria de una dictadura férrea: el legado de Hugo Chávez encarnado en Nicolás Maduro. Una dictadura desalmada que nos ha quitado todo: calidad de vida, afectos (pues muchos han emigrado forzosamente), nos ha desvalido de nuestras propias vidas.
Ya son más de cien días saliendo a las calles a protestar, a manifestar; debatiéndonos entre la rabia y el llanto, entre la injusticia y el amor al prójimo, entre la vida y la muerte. Han caído más de 90 jóvenes que por no querer abandonar su país se arriesgaron y lo dieron todo: su existencia; y me atrevo a pensar, como decía el gran poeta Víctor Hugo, “perdieron la vida, pero han ganado la inmortalidad”.
Y allí entre bombas de gas lacrimógeno, disparos de maldad reprimiendo; entre jóvenes protegidos solo con escudos de cartón y madera, pero sobre todo con sus ideales intactos, me percato de ese tótem de protección, de esa columna que se esconde tras el gas enceguecedor: se revela el arte como redentor, el arte como esperanza y vida, el arte como testigo fiel de libertad.
El maestro Otero, sin saberlo, se perpetuó como testigo silente de la búsqueda incansable, de ese fuego indetenible, de ese deseo llamado libertad, de ese deseo llamado Mástil Radiante.
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