A la gente no le quedó otra alternativa que organizar su propia consulta popular. Por eso, la jornada que se cumplió el 16-J constituye un genuino ejercicio de democracia directa que la historia habrá de reconocer y registrar. A pesar del poco tiempo con el que se convocó y de todos los obstáculos que hubo que sortear, pudo más la firme convicción de una ciudadanía consciente que no se va a dejar silenciar.
Las cúpulas autoritarias y corruptas traicionaron los principios de la democracia participativa y protagónica y se arrogaron la representación del pueblo. Con sus interpretaciones acomodaticias usurpan el poder constituyente originario y confunden la propuesta de una ANC con la convocatoria de la misma, cuestión que corresponde al pueblo como único depositario del poder constituyente originario. Si bien la democracia representativa sigue siendo el modelo que predomina en Venezuela, a través del cual la soberanía popular delega los poderes públicos en unos representantes elegidos por el voto, cuando estos poderes constituidos se desnaturalizan y terminan secuestrados por grupos de interés que no responden al interés general de la Nación, la ciudadanía vuelve por sus fueros a través de las fórmulas de democracia directa consagradas en la propia Constitución.
El ejercicio de democracia directa que se logró el 16-J marca un hito en las luchas ciudadanas por la democracia, la justicia y la libertad. La masiva participación quedó registrada en millares de imágenes y videos y está a la vista de todo el mundo. La participación activa y protagónica no se quedó como letra muerta en la CRBV, sino que se expresó en este evento sin precedentes en la historia política venezolana. En la democracia directa, la soberanía reside en el pueblo que la ejerce directamente -sin mediaciones de ningún tipo-, a través de asambleas, plebiscitos, referendos y otros mecanismos de participación activa y protagónica. De esta forma, el poder constituyente estremece la sordera de los poderes constituidos que se alejan de las grandes mayorías, cuyos burócratas, dejaron de ser servidores públicos y se subordinaron a los mezquinos intereses de los grupos de poder.
Afortunadamente, la Constitución de 1999 consagró la democracia participativa y protagónica y los mecanismos a través de los cuales se ejerce. El 16-J la soberanía que reside intransferiblemente en el pueblo se expresó de manera directa, sin mediaciones de los partidos políticos, el CNE, ni ningún otro poder constituido. El 16-J el pueblo se empoderó y se pronunció. En adelante, que nadie se queje o pretenda poner en entredicho el valor de la consulta popular como un mecanismo de democracia directa y de empoderamiento ciudadano para expresar su voluntad.
La aritmética electoral
El padrón electoral vigente indica que hay 19.180.465 ciudadanos habilitados para votar. En 2013, Nicolás Maduro fue electo presidente con 7.587.780 votos (50,61%) y en 2015 la Oposición sacó 7.707.442 votos (56%). Más allá del debate sobre la cantidad exacta de venezolanos que manifestaron su voluntad el 16-J, las imágenes y videos de las redes sociales dejan un claro testimonio de la masiva, entusiasta y pacífica participación.
Sin embargo, el triunfalismo de algunos voceros de la Oposición generó expectativas imposibles de cumplir y no faltaron los charlatanes que pronosticaron una participación de 14 millones de personas, cuando en el escenario más realista podía aspirarse a 7 millones de votos. En las Parlamentarias de 2015, el CNE habilitó 14.515 centros de votación y 40.601 mesas electorales. Por la colusión antes expuesta entre los poderes públicos secuestrados por el Gobierno, esta vez le tocaba a la ciudadanía organizarse para realizar un verdadero ejercicio de democracia directa. Y así lo hizo.
Para canalizar la consulta popular se instalaron 2.029 puntos soberanos y 14.303 mesas. Con una participación de 480 personas por mesa -a razón de una persona por minuto a lo largo de una jornada de 8 horas-, se esperaba una participación de 6.865.440 personas (480 x 14.303 = 6.865.440). Sin embargo, acudieron 7.186.170 personas que, sumadas las actas del exterior, superaron los 7.6 millones, muy cerca de los 7.728.025 de votos que sacó la Oposición en las Parlamentarias de 2015.
En el exterior, el CNE solo reconoce 110 mil electores inscritos. Pero el exilio económico y político de los últimos cuatro años ha sextuplicado esta cifra y los 693.789 venezolanos que se pronunciaron en el exterior ofrecen una idea del impacto que tendrían esos votos en una elección reñida. Recordemos que en 2013, la diferencia entre Maduro y Capriles fue de 223.599 votos. Para aquel entonces estaban habilitados para votar 100.495 venezolanos, de los cuales votaron 60.832 y sólo el 7% (4.509) lo hizo a favor del heredero de Chávez.
No se trata de evaluar la jornada del 16-J como si fuera un proceso electoral. Pero vale tener en cuenta que en cada elección hay una abstención aproximada de 30%. Y la participación de 7.6 millones supera el 70% de los electores que pudieran participar en una próxima elección. El oficialismo puede abusar de los recursos del Estado para ponerlos al servicio de su maquinaria electoral y movilizar al chavismo duro que -en un cálculo muy favorable- a lo sumo llega al 25% de los electores, equivalente a 3 millones y medio de votos. El potencial de votos de la MUD, el chavismo crítico y los despolarizados supera los 10 millones de votos. Si en un proceso inédito como el del 16-J, convocado con apenas 15 días anticipación, participaron 7 millones 600 mil personas, el Gobierno tiene suficientes razones para estar aterrado y no querer medirse electoralmente.
En todo caso, de acuerdo a la CRBV, la consulta popular del 16-J, como expresión de la democracia participativa y protagónica no solo es legal, sino que la masiva participación le confiere una incuestionable legitimidad. El 16-J no se realizó una elección sino un ejercicio de democracia directa. Fue un grito de protesta que se escuchó dentro y fuera del país y debe evaluarse desde una visión integral que va más allá de los polémicos números.
Lo cierto es que la ciudadanía habló claro: no quiere seguir contando sus muertos, lo que quiere es contar sus votos. En este ejercicio de democracia directa, la sociedad demostró que quiere una victoria civil. No está esperando a que se levante el gendarme necesario para que asalte el poder y ponga orden. La gente quiere caminar por la vía pacífica, electoral, democrática y constitucional. No desea prolongar indefinidamente el calvario de marchas, trancazos y llamados a paros o huelga general. Pero si el Gobierno se niega a escuchar el clamor nacional, la ciudadanía seguirá resistiendo activamente en las calles para evitar que el país siga deslizándose por el abismo autoritario y dictatorial.
Se fragua un nuevo liderazgo
Al calor de estas luchas, un nuevo liderazgo está surgiendo. La valentía y heroicidad demostrada por millares de jóvenes, estudiantes y activistas de los derechos humanos se ha impuesto sobre la actitud vacilante y pusilánime de la vieja y calculadora dirigencia de las sectas políticas que han sido desbordadas y ya no controlan ni dirigen nada. Son los movimientos sociales, las organizaciones de base, las instituciones de la sociedad civil las que se llevan el principal mérito de esta histórica jornada.
El descontento y el reclamo de cambio trascienden a la MUD. La masiva y abrumadora participación ciudadana del 16-J es una expresión social espontánea que se expresa y respalda sobre todo en estas nuevas fuerzas dirigentes que nacieron en las calles, al fragor de más de cien días de arriesgada lucha, en la que muchos diputados y líderes de los partidos de la MUD han brillado por su ausencia, aunque ahora pretendan atribuirse el éxito de la jornada.
Los jóvenes, estudiantes, madres, padres, representantes, redes de apoyo y defensores de los derechos humanos son los que se han echado al hombro la gran tarea, los que han sabido honrar la memoria de los caídos exponiendo también sus propias vidas, los que no defraudarán la esperanza que hoy de nuevo renace y se levanta, incluso en los desilusionados y abatidos que tuvieron que irse del país y ahora, desde cualquier lugar del mundo, también levantan sus trincheras para denunciar la degeneración autoritaria y represiva de quienes han secuestrado las instituciones del Estado y pretenden aferrarse al poder en Venezuela.
La lectura de las cúpulas
¿Cómo entienden las cúpulas del PSUV, MUD y FANB esta masiva expresión del descontento? ¿Entendieron que la ciudadanía no solo le habló al Gobierno para que desista de su arbitraria convocatoria a una ANC espuria, sino que también le reclamó a la AN y a la FANB que cumplan con sus funciones y obligaciones para retomar el hilo constitucional? ¿O acaso están creyendo que ese clamor popular solo fue una sentencia al Gobierno y sus gendarmes y un respaldo a la MUD?
La gran mayoría de los venezolanos no cree que la constituyente va a mejorar la situación económica y social y el 45 % no se siente identificado con el liderazgo del Gobierno-PSUV ni de la MUD. En tal contexto, es previsible una altísima abstención en la elección de la ANC prevista para el 30 de julio. El gobierno está preocupado y con mucha torpeza despliega toda clase de presiones y amenazas en contra de los funcionarios públicos y beneficiarios de las misiones sociales y Clap para que vayan a votar. Al no participar la Oposición, se potencia la posibilidad de alterar la información sobre la verdadera participación y abstención en la jornada electoral. Solo la comparación de la evidencia ocular a través de imágenes y videos de los centros de votación permitirá estimar el volumen de movilización que logre el gobierno.
El chavismo está dividido y el oficialismo madurista luce incapaz de lograr un acuerdo básico para retirar la convocatoria a la ANC, sin que esta decisión desate los demonios de la euforia y el triunfalismo opositor. Así, un Gobierno fracturado, sin lucidez ni liderazgo, alarga su agonía ante la inercia de una dirigencia opositora que se inhibe de replantear un proceso de diálogo, negociación y acuerdos que desemboque en un gobierno de coalición, en el que ambos bandos complementen sus capacidades y recursos para superar la crisis política, reactivar la economía, desactivar la bomba de tiempo social y, una vez superada la crisis, convocar elecciones para que el nuevo gobierno reciba un país saneado y gobernable.
Desconocer al otro es el atajo perfecto para agravar la crisis de gobernabilidad y acercar al país a la tragedia de una guerra civil. Para conjurar el afán de venganza que genera la brutal represión y el alto costo de muertos y heridos, es necesario detener la espiral de violencia política y retomar el diálogo y la negociación para construir los acuerdos que el país necesita con urgencia, antes que se desangre.
Es hora del reencuentro y la reconciliación nacional sin impunidad. Se impone buscar alternativas en un sano y transparente ejercicio de la política. El discurso de defender con las armas lo que no se puede defender con los votos no ayuda. El primer paso sincero para avanzar hacia una negociación política lo tiene que dar el gobierno al retirar la convocatoria de la ANC y rediseñarla conjuntamente con la MUD, el chavismo crítico y los crecientes sectores despolarizados que están conformados fundamentalmente por movimientos sociales, organizaciones de base, iniciativas de la sociedad civil y activistas de derechos humanos. Y esta Oposición ampliada -que va mucho más allá de la MUD- tiene que aislar a los factores extremistas y violentos que criminalizan el diálogo y la negociación como un acto de traición.
La Revolución Bolivariana fracasó. El chavismo ya no es mayoría y será derrotado en cualquier elección. Pero sigue siendo una fuerza política importante y conserva influencia social y capacidad de movilización. Cualquier intento por superar la crisis y rescatar la gobernabilidad del país no podrá lograrse si una fuerza trata de arrollar y barrer a la otra.
Qué sentido tiene conformar un gobierno paralelo sin recursos, sin instituciones, sin capacidad de resolver problemas, totalmente enfrentado al otro gobierno que cuenta con el apoyo de la FANB. Por eso, más que la conformación unilateral de un “Gobierno de Unión Nacional” que excluye al chavismo, el reencuentro y la reconciliación de la Nación lo que necesita es un Gobierno de Coalición que reconozca el papel no solo de la MUD, sino también del chavismo crítico y los despolarizados en la superación de la crisis.]]>