En los últimos tiempos, PKK se había convertido en uno de los enemigos más acérrimos de la llamada revolución. Las relaciones entre Lima y Caracas no podían estar más deterioradas: luego de múltiples manifestaciones de desaprobación al gobierno de Maduro, el 30 de marzo de 2017 (luego de la sentencia 155 y 156 del TSJ), la cancillería del Perú anunció el retiro definitivo de su embajador en Venezuela y, posteriormente, la capital peruana se convirtió en el centro de operaciones de una comisión internacional, con representantes de 17 países, dedicada al tema de la crisis venezolana, conocida bajo el nombre del Grupo de Lima.
Para el gobierno venezolano el «perro simpático» -como le apodaron los chavistas luego de unas polémicas declaraciones de Kuczynski- era una lacayo del «imperio yankee» y Maduro no desaprovechaba ninguna oportunidad para atacar a su homólogo en cadena nacional.
Las tensiones llegaron a su punto más álgido cuando PPK decidió de revocar la invitación al presidente Maduro para la VII Cumbre de las Américas, que se celebraría en Lima el próximo 20 de junio. Por esta razón no es sorpresa que la noticia haya caído con particular agrado en Miraflores.
Las reacciones de gozo de los dirigentes rojos no se hicieron esperar y a través de las redes sociales, con sarcasmo y jocosidad, ridiculizaron al gobernante. Algunos incluso hicieron eco de algunos «memes».
Diosdado Cabello, el número dos del chavismo, fue el más expresivo de sus camaradas al dedicarle tres tuits a Kuczynski, en los que hizo gala de su característico humor y no escatimó en regodearse por su renuncia.
Por su parte, el presidente Nicolás Maduro no redactó un mensaje propio y se limitó a retuitear las impresiones de sus acólitos.
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