“@HimiobSantome #13May Son 859 #presospolíticos en #Venezuela según lista actualizada del @ForoPenal enviada a @Almagro_OEA2015 y @UNHumanRights para verificación y certificación. Además, 8467 personas siguen sujetas a procesos penales injustos bajo medidas cautelares”.
Una hora más tarde, Luis Almagro, secretario general de la OEA, acusó recibo: “Certificamos lista de presos políticos en #Venezuela del @ForoPenal #OEAconVzla”.
Este mismo día se cumplen 85 años de la muerte del poeta barinés Alfredo Arvelo Larriva, quien se pasó 17 -de sus 51 años de vida- en las cárceles de Gómez.
Alfredo Arvelo Larriva había nacido en Barinitas el 25 de mayo de 1883, en una familia donde hubo varios escritores. Desde muy joven publicó notas periodísticas en medios de Caracas, donde no tardó en ser reconocido por la calidad de su escritura y, muy peligroso, por la firmeza de su oposición al régimen del tirano de La Mulera.
Leía sin parar, escribía para varios medios y viajaba. A los 19 años se lanzó a un recorrido de dos años por la Amazonía; y luego hizo algo parecido por los llanos y los Andes venezolanos. Andariego contumaz, estaba en Ciudad Bolívar cuando tuvo “un lance personal” (escribió Roberto J. Lovera De Sola para su entrada sobre este poeta en el Diccionario de Empresas Polar) “en el cual resultó muerto su adversario (1904)”. Sin detenerse a indagar si el hecho se había producido por defensa propia, la “justicia” lo condenó a ocho años (1904-1911) en la cárcel de Ciudad Bolívar, ciudad, por cierto donde publicaría su primer libro, Enjambre de rimas (1906).
Un año después, en 1907 fue trasladado a la cárcel de Maracaibo y de allí a Caracas (1909). Salió en “libertad” en 1911, pero en 1913 estaba de regreso al calabozo por haberse involucrado en la conspiración de Román Delgado Chalbaud. Esta vez pagaría nueve años de cana. De hecho, se casó en la cárcel con Mercedes Aguilera (en 1921). Y no dejó de emborronar sus versos en los jirones de papel que lograba agenciarse. Cautivo en Puerto Cabello, en la Rotunda, en Maracaibo, se hizo el autor de los poemas más leídos de su tiempo, gracias a la diligente labor de correo de quienes los sacaban de manera clandestina y los reproducían firmados con el seudónimo de E. Lenlut, (las primeras letras de EL ENLUTADO, sobrenombre endilgado por sus amigos dada la manía del poeta de vestirse siempre de negro).
Las rejas se abrieron para él en 1922. Se fue unos meses del país y regresó para pasarse un tiempo en Barinas y en Trujillo. En 1928, año de mucha agitación política en Venezuela, hervidero de conspiraciones, se anotó a una de ellas, y al ver que fracasaba marchó al exilio. Se ve que no quiso correr el riesgo de otra prisión. Pero ya esta se había instalado en su carne y en sus huesos. “Vivo”, escribió en 1909, cuando tenía 26 años, “en esta desolada soledad / una rara juventud de ancianidad; / una rara mocedad de senectud: / preso y joven… y mañana el ataúd”.
Murió en Madrid el 13 de mayo de 1934, un día como en que Gonzalo Himiob establece que en Venezuela hay 859 presos políticos y 8467 personas sujetas a procesos penales injustos bajo medidas cautelares.
“Despierto. Es alta la noche. La gran tiniebla, / honda, callada, por la estancia se entró / fúnebremente. De mi yacija rústica entre la red / crujiente acurrucado escucho los pasos de la ronda…”. Versos de su poema “El guijarro”.
Repatriados, los restos de Alfredo Arvelo Larriva reposan en el Cementerio General del Sur desde octubre de 1949. Ahí crujen cada vez que un venezolano es arrastrado al secuestro político. En estos años, pobre poeta muerto, no han tenido sosiego. Y así ha llegado a 85 años en la muerte, por primera vez es un anciano.