Venezuela

Coronavirus agrava crisis de migrantes venezolanos

La pandemia de coronavirus agrava la crisis de inmigrantes en la frontera entre Colombia y Venezuela. Miles de venezolanos desplazados por la crisis económica de su país, saturan los servicios o viven en las calles

Migrantes venezolanos retornados reciben ayuda en San Antonio, Táchira. (Foto: Cortesía/El Estímulo)
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La pandemia de coronavirus agrava la larga crisis humanitaria de migrantes venezolanos en la frontera con Colombia. Centenares de personas se movilizan todavía a diario en la zona, mientras crecen la tensión y el  miedo. La cuarentena paraliza la economía y provoca más hambre.

Según la ONU, la crisis de los migrantes venezolanos es una de las más serías del mundo.

Ahora se complica por los efectos colaterales de la pandemia mientras las autoridades colombianas se concentran en atender a su propia población.

Covid-19, la enfermedad respiratoria que paraliza al mundo, agrava la situación de empobrecidas familias de migrantes venezolanos que ahora perdieron sus trabajos temporales.

En una de las fronteras más vidas de América, centenares de personas luchan por sobrevivir y mantener la actividad.

Mucho desafían las restricciones migratorias, el cierre de los puntos fronterizos de control, la cuarentena y el aislamiento ordenado para enfrentar la pandemia de Covid-19 (la enfermedad respiratoria provocada por el coronavirus) .

Hambre en la calle

En lugares como el corregimiento colombiano de La Parada, los venezolanos no dan tregua a la movilización.

También crecen el miedo y la paranoia. La zona fue militarizada para obligar a acatar la cuarentena, reportan medios locales de Cúcuta.

La Parada es una división municipal y es uno de los focos del drama que viven a diario miles de venezolanos desplazados de su país por la depresión económica, la hiperinflación  y el hambre.

En diciembre pasado, en La Parada, ya los venezolanos desbordaban las capacidades de La Parada (Foto Rosalinda Hernández/El Estímulo).

Ahora, familias enteras y migrantes solitarios son los primeros desplazados en la frontera a causa del coronavirus que ha puesto de cabeza al mundo.

Los habitantes de la zona se mantienen en alerta, por miedo a saqueos que, creen, pudieran iniciar los venezolanos hambrientos, dijeron vecinos a periodistas.

También temen que los venezolanos contagien el coronavirus, pues este colectivo está limitado a mantener mínimas normas de higiene debido a las condiciones precarias en las que viven.

“Hemos pasado normalito por los pasos de siempre. En La Parada casi todo está cerrado y hay que rebuscarse», dijo Jesús Barrientos.

Este venezolano vive del trabajo informal en la frontera entre el Táchira y el departamento Norte de Santander.

«Por algunas trochas (caminos en el monte)  no están molestando, por otras nos piden una colaboración. Del lado colombiano hay poca policía. Hoy me quedé trabajando hasta las seis de la tarde. Gracias a Dios se pudo hacer alguito porque hay que llevar comida a la casa”,  agrega.

Caminos verdes

La Parada, ubicado en el municipio Villa del Rosario del departamento colombiano Norte de Santander, es un refugio para decenas de inmigrantes venezolanos.

Allí, trabajar “en lo que salga”, representa el día a día para la mayoría de los venezolanos. La buhonería (ventas ambulantes) y el transporte de mercancías de un lado al otro de la frontera, son formas de sobrevivir.

También trabajan en restaurantes, servicio doméstico, construcción, agricultura, comercio y entretenimiento callejero.

Todas esas actividades están limitadas o suprimidas por el confinamiento obligatorio y el cierre de fronteras ordenado por Colombia -como en más de un tercio del planeta- en su esfuerzo por contener la epidemia.

En los últimos años del colapso venezolano, han llegado a estas localidades miles de familias provenientes de todas partes de Venezuela.

Buscan apaciguar el hambre y aliviar las carencias y necesidades que traen de un país donde la crisis económica, social y la conflictividad política los ha obligado a huir.

Sueño colombiano

Según Migración Colombia, hasta el 31 de diciembre de 2019, había más de 1,71 millones de venezolanos en ese país, de ellos el 58% (1,017 millones) estaban en condición de «permanencia irregular».

El Estado colombiano ha permitido incluso que los venezolanos registrados accedan al sistema de salud del país.

Bogotá, Cúcuta, Barranquilla, Medellín y Cali, son las ciudades que más han acogido ciudadanos venezolanos.

Los departamentos (estados), dejando de lado Bogotá, con más venezolanos son Norte de Santander, Atlántico, La Guajira, Antioquia y Santander.

En Cúcuta, capital de Norte de Santander, había 105.000 migrantes y el 80% está en la informalidad, según los datos oficiales.

Norte de Santander acoge a unos 202.707 venezolanos. En el municipio Villa del Rosario, donde queda La Parada, había 39.709 venezolanos.

Sin dinero, ni objetivos definidos, los connacionales han arribado en grandes masas a la localidad colombiana con un firme propósito: saciar el hambre.

Mujeres hombres y niños se las han arreglado para convivir en habitaciones o casas alquiladas en donde se alojaban entre 20 y 30 personas cada noche.

Intemperie con el enemigo

Pero muchos de ellos están siendo desalojados en plena cuarentena, porque ya no tienen como pagar el alquiler.

En San Antonio del Táchira los pequeños hoteles han bajado a la mitad el costo de las habitaciones.

De  esta forma dan espacio a los desplazados venezolanos que vienen de Colombia y que pernoctan poco tiempo mientras intentan regresar a sus lugares de destino en el resto de Venezuela, explica el gerente de un establecimiento.

Las riberas del río Táchira, que separa a ambas naciones, son las duchas donde a diario se bañan muchas personas con menos fortuna para pagarse un hotel.

También lavan la ropa, cocinan y resuelven otras necesidades.

Algunos venezolanos en La Parada, se instalaron en «cambuches» (chozas precarias con materiales de desecho), cercanos a la casa de paso La Divina Providencia, administrada por la diócesis de Cúcuta.

Hasta seis personas duermen en cada choza de estas en "La Parada"

«Cambuches» de venezolanos en La Parada (Foto: Cortesía)

Este centro humanitario alimentó, hasta el pasado 15 marzo, a unos 6.000 migrantes que recibían raciones de almuerzos diarios.

El cierre del comedor que en mucho auxiliaba a la población venezolana, es una medida temporal por la pandemia de Covid-19, aclaró en un comunicado la diócesis de Cúcuta.

Todo cambió

El presidente Iván Duque, ordenó el cierre de las fronteras con Venezuela a partir del 14 de marzo pasado. Fue una de las medidas para evitar la propagación del coronavirus dentro del territorio colombiano.

Hasta el 13 de marzo todo parecía normal para la población venezolana que habita en el corregimiento La Parada, y que en su mayoría no tienen documentos migratorios, ni estatus definido.

Para muchos el juego se trancó y  para otros hubo un obligado un cambio de estrategia ante el cierre de los pasos legales, las «trochas».

Se entorpeció la posibilidad de armar los improvisados negocios a la vera del camino y de las carreteras, o de cruzar la frontera por los puentes internacionales con carretas, maletas de mercado y mercancías en grandes bolsas.

“No hay dinero para comer y uno necesita rebuscarse para seguir adelante», aseguró Jesús Barrientos, oriundo del estado Lara, habitante de La Parada.

Gato y el ratón

Durante los 14 días cumplidos del cierre de frontera se han logrado evacuar a más de 30.000 venezolanos que retornaron a su país con la ayuda de la Policía Nacional, el Ejército y Migración Colombia, dijo el alcalde del municipio colombiano de Villa del Rosario, Eugenio Rangel, a RCN Radio de Colombia.

Pero muchos regresan por donde fueron sacado, denuncian medios locales.

Aún quedan muchos inmigrantes en las calles, y es por eso que se ha solicitado al Ejército nacional y a la gobernación de Norte de Santander la militarización de La Parada, agregó la autoridad.

“Es necesaria la presencia del ejército las 24 horas en esta localidad. Hay conjuntos residenciales donde los migrantes han llegado a amenazar con ingresar a la fuerza. Nos preocupa la situación de estos venezolanos. Que no tengan cómo alimentarse y nos hagan saqueos”, dijo el alcalde.

La gente que llegó a la zona de La Parada para vivir del día a día, ahora se ha convertido en una preocupación para las autoridades, apuntó Rangel.

Se ha logrado identificar el hacinamiento en el que viven. Son unas 30 personas en cada casa y el tema sanitario es la mayor intranquilidad, indicó.

“Reclaman agua y alimentos pero los presupuestos que se tienen son para ser usados con los ciudadanos colombianos. Nos vamos a reunir con organismos de cooperación internacional para ver cómo podemos ayudar a los venezolanos”, dijo.

«Una amenaza»

Algunos habitantes de La Parada contactados por este medio, aseguran que la manera de vivir de los venezolanos en el corregimiento colombiano representa una amenaza para la comunidad.

“La situación es difícil. La comunidad está aislada para evitar contagios pero la gente de Venezuela anda como si nada pasando por las trochas. Han hecho como 12 caminos nuevos para llegar al río Táchira y luego cruzar a San Antonio”, dijo Aurelio Santana, habitante de la zona.

Los migrantes han alquilado casas donde viven hasta 50 y 60 personas entre mujeres, hombres y niños.

Carretilleros tarifados siguen pasando con sus bultos y maletas, víveres, ropas y cualquier cosa que haya pasar de  un lado a otro, narró el vecino colombiano con notable molestia.

Al caer la noche la gente de los barrios y urbanizaciones de La Parada, se organizan en cuadrillas de vigilancia porque “el rumor es que los venezolanos quieren ingresar a la fuerza a locales comerciales y a casas”, detalló Juan Novoa, afectado.

Miedo al virus

Habitantes de la zona fronteriza con Venezuela se preocupan por el escaso o nulo sentido de prevención e higiene que muestran algunos ciudadanos venezolanos en el lugar.

“Se preparan los alimentos en cualquier parte de la calle. Ellos no creen que la pandemia sea real. No tienen ni idea de lo que está sucediendo en el mundo», dijo Francisco Muñoz, habitante de La Parada.

«Viven el día a día y eso nos preocupa porque al tener contacto con solo una de estas personas que esté contaminada todo el trabajo que hicimos en la cuarentena se pierde, nos van a contagiar”, agregó.

“La policía y Migración Colombia se llevan a los venezolanos indocumentados en camiones hasta el puente Francisco de Paula Santander, con la intensión de que regresen a su país pero ellos (policías y migración) se dan la vuelta y estas personas ingresan por las trochas”, comentó.

Pasos abiertos

Entre 25.000 y 30.000 pesos colombianos (entre 8 y 10 dólares) deben pagar quienes crucen los pasos ilegales entre Venezuela y Colombia en tiempos de pandemia.

A colaborar con este paso se dedican los venezolanos que se han quedado rezagados en La Parada y en San Antonio, denunció un vecino de la localidad fronteriza que pidió reserva de su identidad.

“A ellos les pagan quienes vienen de otras partes de Colombia, inclusive los que están retornando de Perú y Ecuador. También hay gente que viene de San Cristóbal y otros municipio a hacer mercado a Villa del Rosario y Cúcuta”, precisó la fuente.

Táchira bajo presión

El alcalde de San Antonio del Táchira, William Gómez, informó la noche del jueves 26 de marzo que se encontraba en el terminal de pasajero de la localidad fronteriza, para constatar la llegada de connacionales (por las trochas) al lugar, proveniente de Colombia y otros países.

“Aquí estamos acompañando a todos nuestros patriotas que vienen de Colombia y varios países de Suramérica y llegan aquí a la terminal»,  dijo el alcalde fronterizo.

«Se les hace un chequeo médico y análisis para constatar que ninguno traiga el virus”, agregó.

La autoridad municipal explicó que una vez se aplican los protocolos médicos a los retornados, se organizan y se les ayuda a regresar a la región de origen.

“Los han corrido, maltratado y debido a la situación económica que se ha generalizado estas personas que trabajaban y vivían del día a día se ven obligados a retornar a la patria”, agregó Gómez.

Hasta el viernes 27 de marzo, 108 connacionales habían salido en la última semana del terminal de la población fronteriza con Colombia, señaló el alcalde Gómez.

Terminal de pasajeros de San Antonio, Táchira, donde decenas de desplazados intentan viajar al interior de Venezuela

Solidaridad declarada

La solidaridad se manifiesta ante la crisis que enfrentan ahora los venezolanos.

Familias enteras habían  visto en las poblaciones fronterizas con Colombia una opción para mejorar su calidad, pero ahora, con el cierre del paso formal entre ambas naciones, enfrentan grandes dificultades.

Un plato de comida ya es un gran auxilio para muchos que han visto menguadas sus capacidades productivas, mientras continúan trajinando a un lado y otro de la frontera.

En el comedor escolar de la unidad República de Cuba, en San Antonio, se mantienen cada día filas de hombres y mujeres que llegan cerca del mediodía a buscar los almuerzos que se reparten.

Los alimentos provienen del Programa Nacional de Alimentación Escolar, que ante la paralización de actividades optó por entregar las comidas de esta manera.

Algunos padres reclaman los almuerzos que llevan a los niños a casa pero en su mayoría la comida se despacha a quienes han migrado del centro y oriente del país.

Sopa colectiva

Vecinos del barrio Leonardo Ruiz Pineda, de San Antonio del Táchira, unen esfuerzos para desarrollar una acción humanitaria: “La sopa solidaria”.

“Lo hacemos en la comunidad con recursos que la gente aporta. Somos 17 personas que trabajamos en la preparación de las comidas. Ahorita solo nos alcanza para alimentar niños y casos especiales, como personas de la tercera edad y enfermas. Ayer repartimos 160 platos de sopa”, dijo Jorge Salcedo, vecino del sector.

La mayoría de los beneficiados con el almuerzo diario son hijos de personas provenientes del centro y oriente del país que se han quedado sin empleo en medio de la coyuntura que se vive, precisó Salcedo.

“Se les da la comida a los niños del barrio pero en su mayoría es a los hijos de la gente que viene de afuera, – Caracas, Maracay, Valencia, Puerto La Cruz-. Ellos son los que viven hasta 20 personas en un garaje”, comentó.

El tachirense lamentó no tener la capacidad económica para poder visitar otras zonas y alimentar a otros niños que se encuentren es similares circunstancias. Pidió apoyo a quienes deseen ayudarlo con donaciones de alimentos y lograra llegar a más personas que lo necesiten.

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