En Brisas de Turumo tienen un sistema para recolectar agua cada vez que llueven. En esa barriada al extremo este de Caracas no reciben el servicio desde diciembre. Recogen el agua desde los techos y luego le añaden polvo de alumbre para separar las impurezas
La emoción que vivieron los habitantes de las barriadas populares de Caracas con la llegada de las lluvias, este año no mostró signos de miedo si no, más bien, de felicidad. Ante la prolongada falta del servicio, el agua que cae del cielo es el maná venezolano.
En el municipio Sucre y sus barrios, las primeras lluvias fue el motor que hizo salir a la gente de sus hogares. Todos corrieron a poner sus envases (a los que los venezolanos llaman «pipotes») en el techo de su casita o debajo de las láminas de zinc de los mismos techos, convertidas en canales para el agua de lluvia. Esta vez, los populares pipotes azules, que abundan en todas las barriadas, se llenaron del agua que cae del cielo y no de la que llega en camiones cisternas.
Como al hambriento pueblo judío que le cayó maná del cielo para saciarse, para el sediento pueblo caraqueño el maná es el agua que cae del cielo. Muchas comunidades no habían recibido agua por las tuberías desde el mes de diciembre. La naturaleza les hizo el milagro.
En Brisas de Turumo, donde en todo 2020 no han tenido agua, niños, ancianos y mujeres salieron a llenar sus baldes con agua de lluvia. Estaba oscuro y había truenos, pero no les importaba. Algunos hicieron cola en las canaletas de los techos de zinc para llenar los pipotes con más rapidez.
La primera noche de lluvia, Dominga Gutiérrez se sintió feliz. Vive en la calle Bolívar de Brisas de Turumo. Su casa tiene una platabanda de zinc y, por el canal que se formó, logró llenar «en un momentico» cuatro pipotes azules. Sus vecinos hicieron lo mismo.
lluvia en Brisas de turumo
Dominga tiene un secreto: aclara el agua que cae del cielo y que circula por el techo de zinc, con alumbre en polvo que venden en la farmacia.
«Yo mezclo un poco de alumbre con el agua de los pipotes y todas las impurezas se van al fondo. Entonces, yo uso solo lo cristalino del agua, que es lo que está arriba. Esa agua es perfecta para lavar ropa y bañarse uno», cuenta.
Otro que usa este mismo método es Gerardo, uno de sus vecinos. En su techo instaló un tubo que recoge el agua del techo. Sin embargo, Gerardo espera que llueva unos 15 minutos antes de comenzar a recoger agua. «Es que así se lava el techo», explica.
Después de ese maná que para los caraqueños es la lluvia, toda la barriada huele a limpio. El agua que cae del cielo también le lava las calles, algo que tanta falta hace. El pétrichor, ese aroma a tierra mojada, también se impone. A los vecinos, después de tantos meses sin agua potable, les gusta ese perfume porque les simboliza la vida.
Los niños de la barriada más grande de Caracas son muchas veces los responsables de buscar agua para sus casas, y hacen seis largos recorridos cargando 10 litros de agua cada vez. De la necesidad de buscar agua no se escapa nadie
Una embarazada, su madre de 63 años y su hermana fueron atacadas por sus vecinos quienes les impidieron recoger agua que suministraba un camión cisterna. A la gestante la patearon en la barriga. La desesperación por obtener un poco del líquido hace que los venezolanos pierdan todo rastro de humanidad
Shirley Rodríguez vive confinada en un hogar muy humilde en San Isidro, una de las barriadas de Petare. No puede moverse, no tiene interés en ver la calle: a lo poco que aspira en medio de su pobreza es que llegue el agua para poder lavarse las manos, porque ni eso tiene en medio de la pandemia. Así es la pobreza en Venezuela