Venezuela

Guyón Celis: "Le pedí disculpas a Carlos Andrés Pérez por el 4-F"

Uno de los protagonistas del 4 de febrero de 1992, recuerda con pesar su actuación de hace 30 años. El exmilitar y exsenador Carlos Guyón Celis explica, además, el porqué de su participación en la intentona y cuenta que está convencido de que a Chávez lo mató Fidel Castro

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Hay civiles militaristas y militares civilistas. En Venezuela han abundado más los primeros que los segundos. Y Carlos Guyón Celis es uno de estos últimos. Considera que la institución armada debe estar subordinada al poder civil. Tiene 64 años y es mayor del Ejército, graduado en 1981 de quinto lugar en una promoción de 73 oficiales. También fue senador de la república en 1999.

Aunque participó en el golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, desde la cuarta división de infantería blindada en el estado Aragua –la guarnición militar más importante después de Fuerte Tiuna– y acompañó a Hugo Chávez en su ascenso al poder, hoy se arrepiente de la actuación de hace tres décadas. Se la atribuye a la inmadurez de la juventud, aunque entonces ya rondaba los 32 años de edad.

Al cumplirse otro aniversario de la primera aparición pública de Hugo Chávez, de nuevo vale preguntarse los motivos que llevaron al grupo de militares a participar en la insurgencia contra el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. Un suceso que, si bien no marcó un punto final para el período histórico de la democracia, sí lo tambaleó y lo llevó a su desenlace final seis años después.

—¿Qué razones lo llevaron a participar en la intentona del 4-F?

—Yo tenía inquietudes sobre lo que pasaba en el país, sobre las anomalías de los gobiernos de la democracia que ya tenían varios años. Pero creo que fue la imprudencia juvenil la que me llevó a acompañar a ese golpe de Estado de 1992.

—Pero, ¿por qué atentar contra la democracia?

—No, no fue contra la democracia. Fue contra las acciones que estaban ejerciendo los que estaban dirigiendo los gobiernos democráticos, que es diferente. Porque a pesar de haber insurgido el 4 de febrero, yo soy un demócrata. Defiendo la democracia popular, defiendo los derechos que tienen los ciudadanos y la vía electoral. Incluso, yo llegué a ser senador de la república en 1999. Mi curul estaba al lado del ya entonces expresidente Carlos Andrés Pérez, senador vitalicio, y le pedí disculpas por haber insurgido contra su gobierno.

—¿Le ofreció disculpas antes o después de haber roto con Hugo Chávez? Lo pregunto porque tengo entendido que rompió con Chávez también en 1999.

—Antes, antes de haber roto con el presidente Chávez, de quien también fui amigo. Al presidente Carlos Andrés Pérez lo tenía al lado. Recuerdo que me paré y lo saludé y él fue muy decente conmigo.

—¿Y cuál fue la respuesta del presidente Pérez ante sus disculpas?

—Como te digo, él fue muy decente conmigo. Me dijo: “Yo lo conozco, señor senador”. Ni siquiera me dijo capitán. “Yo sé de su trayectoria y de los niveles de nobleza que usted tiene”. Palabras más, palabras menos.

—Ahora, ¿por qué un golpe de Estado y no otra vía? Ustedes conocían los daños que el autoritarismo había causado en el país a lo largo de la historia.

—Fue un error que cometimos, y eso es algo que reconozco desde hace muchos años atrás. Sin duda la democracia tenía sus mecanismos de perfectibilidad y, bueno, no sé, nos dejamos llevar por la pasión, creyendo que podíamos lograr una mejoría sustantiva en la población nacional a través del accionar del 4 de febrero y de la construcción del partido político que nos llevó al poder.

—Poder que compartió muy poco con Chávez. ¿Por qué rompió con él?

—Fue cuando yo era presidente de la Comisión de Defensa del Senado y me llegó una denuncia de que el presidente Chávez le había mandado un dinero a la guerrilla colombiana. Fui a Miraflores a hablar con el presidente y me conseguí en ese instante al jefe de la Disip (Dirección General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención), el teniente coronel Jesús Urdaneta Hernández, que también quería hablar con el presidente sobre eso, pero como él me veía como capitán y no como senador, me pidió hablar a solas con el presidente.

Yo me quedé en la oficina de la Secretaría de la Presidencia con Raúl Isaías Baduel, que entonces era coronel, y cuando Urdaneta Hernández salió de la oficina, lo hizo botando espuma por la boca porque Chávez nos había mandado a decir que eso seguiría así, que si nos gustaba nos quedáramos y que si no nos gustaba que nos fuéramos. Y así hicimos, ese mismo día decidimos irnos del poder.

—Los vínculos de Chávez con esos grupos no eran nuevos. El 14 de febrero de 1994, por ejemplo, pronunció un discurso en La Habana donde alabó a la Revolución Cubana y fue recibido por Fidel Castro.

—Hugo Chávez nos dijo que era simplemente un discurso para enamorar a la cantidad de venezolanos que creían en los sectores de izquierda, pero que él mantenía la democracia participativa y protagónica que habíamos prometido.

—Esa posición de que solo se trataba de un discurso la mantuvo frente al bombardeo de varios medios que en la época ya lo comparaban con Fidel.

—Sí. Seguramente has visto algunas entrevistas donde él decía que era un demócrata, que no iba a ser igual a Fidel Castro, que lo admiraba por otras razones, pero no por sus ideales comunistas. Hugo Chávez fue una persona que sedujo a la mayoría de la población venezolana. Chávez fue un líder negativo como lo fue Adolf Hitler o Benito Mussolini, que enamoraron a una gran cantidad de pobladores pero que le hicieron un daño terrible a su país. Fue el mayor destructor de nuestra historia venezolana, creo que peor que (José Tomás) Boves.

—¿Y hubo algún tipo de represalias por su posición y sus opiniones? Es decir, ¿buscaron callarle?

—Fíjate, yo fui preso en 2007. Estuve preso desde el 27 de noviembre de 2007 hasta el primero de enero de 2008. Pasé 72 horas en la Dirección de Inteligencia Militar (DIM), lo que hoy es la Dgcim (Dirección General de Inteligencia Militar) y después en la Cárcel de Ramo Verde. Salí porque mi esposa estaba grave en una clínica aquí en Maracay. Me soltaron, creo yo, que, por aprecio, por lo de mi esposa. Chávez también me quitó una finca que yo tenía y donde producía dinero para mantener a mi familia. La tenía a nombre de mi esposa para evitar que me la quitara, pero igual no valió de nada, porque me la terminó quitando en 2010.

4-F

—Cuando en 2011 salió a la luz pública lo de la enfermedad del presidente, se dice que él buscó reconciliarse con algunos de los insurgentes del 4-F que se habían distanciado. ¿Buscó reconciliarse con usted?

—Sí, mira, hubo emisarios, edecanes, que eran amigos en común. Los mandó a ser intermediarios para conversar conmigo, pero les dije que no tenía nada que conversar con él. Chávez marcó una línea dirigida por Fidel Castro, quien lo manipuló con la estrategia que él tenía desde los años 60 y que era tomar el petróleo venezolano para extender la Revolución Cubana a toda Latinoamérica. Entonces, cuando Chávez le estorbó, para mi apreciación, lo sacó del camino. Lo digo y lo sostengo: Hugo Chávez fue asesinado por Fidel Castro. Le fueron incubando un daño que no se sabe, porque en Cuba todo es misterioso y secreto.

—¿Por qué?

―Porque Hugo Chávez se convirtió en un estorbo para Fidel Castro. Ningún ególatra acepta que le hagan sombra, y, una vez que apareció Chávez en la esfera internacional, Fidel Castro pasó a un segundo plano. Hugo Chávez, con todo y sus defectos, no hubiese tenido a Venezuela como la tiene hoy Nicolás Maduro, que fue entrenado para esto y cumple con los designios que le dictan desde Cuba.

—O sea que usted dice que si Chávez estuviera vivo la situación no estuviera como está, pero, ¿acaso ese radicalismo, esa terquedad que caracterizó a Hugo Chávez no nos hubiera hundido más, no hubiera agravado la crisis?

—Oye, sí, él era empeñado porque se sentía el dueño de la verdad, pero él era nacionalista. A pesar de que fue aceptando las recomendaciones de Fidel Castro, él quería a Venezuela. A Maduro, por el contrario, no le importa el país. Creo que con Chávez no hubiésemos llegado a los niveles a los que hemos llegado ahora.

—Pero fueron las medidas que Hugo Chávez tomó, como las expropiaciones a la propiedad privada, por ejemplo, las principales causas de esta situación.

—Claro, pero a través del juego político internacional logró, con apoyo de sus asesores, que los precios del petróleo subieran a más de 100 dólares por barril. Hoy día eso no es así, la industria petrolera es cenizas. Y no lo apoyé en nada, como te digo, yo ataqué muy fuerte a Hugo Chávez y esos ataques me llevaron a la cárcel y a la expropiación de mi finca, de tal manera que tengo que estar trabajando como obrero para poder vivir, porque la pensión no sirve para nada.

—¿Y de qué trabaja ahora?

—Tengo un equipo de mantenimiento, de impermeabilización y remodelación de casas. Un equipo de trabajo que es de primera línea, pero también trabajo como obrero para poder lograr que me rinda el dinero. Antes lo hacía en mi finca, pero ahora lo hago para otros, para subsistir en esta debacle que atraviesa Venezuela.

—Vivimos en un ambiente muy polarizado. ¿Cómo carga con el peso del 4 de febrero de 1992? ¿Cómo ha sido llevar esa culpa durante 30 años?

—Te puedo decir que soy responsable de lo que pasa en Venezuela por insurgir el 4 de febrero, pero no soy culpable del desastre que ellos causaron. Soy un hombre de honor, de valor y principios bien arraigados. No me presté en ningún momento para ningún acto irregular, para ningún acto de corrupción, ni de traición a la patria. Me manejé dentro de los valores y principios que debe manejarse un militar. Creo en la democracia y en las diferencias que puedan existir entre las personas, pero soy muy duro cuando las cosas se alejan del respeto a la ciudadanía y de la Constitución, por eso insurgí el 4 de febrero.

—¿Los militares deben gozar de deliberación política o deben estar encerrados en los cuarteles subordinados a lo civil?

—Los militares tienen que estar en los cuarteles, para la defensa de las libertades del país. Yo fui uno de los que consideré el derecho al voto, pero eso es diferente a la deliberación, porque en los militares no puede haber deliberación sino disciplina, subordinación, que se pierden si hay deliberación. El subalterno debe cumplir la orden del superior, aunque no le guste. Tiene que ser de esa manera. Por eso, las Fuerzas Armadas no pueden ser deliberantes, sino disciplinadas, o prusianas como le llamábamos en aquel entonces.

Hoy en el país se ha perdido la disciplina y los subalternos se alzan y les reclaman a sus oficiales. Les dicen: “Bueno, pero si tú estás robando igual que yo”. Por eso tenemos que recuperar a las Fuerzas Armadas, porque desde el Foro de São Paulo se planean destruirlas como lo hizo Fidel Castro en Cuba, a través de milicias del partido de gobierno. Eso no podemos permitirlo, la libertad está por encima de todas las apetencias.

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