Humor

Amor con hambre no dura

Recientemente la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia emitió una sentencia en la que se modifica la edad legal para contraer matrimonio en Venezuela. Antes el Artículo 46 del Código Civil establecía que la edad mínima para casarse era catorce años para las mujeres y dieciséis años para los hombres. Algo totalmente Robin Hood y Lady Marian de parte de nuestros legisladores de antaño y que ni siquiera concuerda con nuestras clasificaciones de censura en el cine. ¿Qué marido va a ir con su esposa a un cine al cual no puede entrar para disfrutar de una película C-16?

Composición imagen: Mercedes Rojas
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Con la publicación de la sentencia 1.353, esta modalidad cambió al ser considerada discriminatoria y ahora nadie en Venezuela, hombre o mujer, podrá contraer matrimonio antes de los dieciséis años. Ahora bien, el Tribunal Supremo fue más allá y exhortó a la Asamblea Nacional a considerar reescribir todo el artículo mencionado del Código Civil, para elevar la edad legal a 18 años.

El argumento de la sentencia es que el “matrimonio debe ser producto de una decisión libre y el consentimiento pareciera no ser totalmente libre y cabal si al menos una de las partes es ‘excesivamente’ inmadura”. Concuerdo en este punto con el Tribunal Supremo, pero si comparamos ese criterio con las realidades de la vida, la edad legal para casarse debería ser 81 años. ¿Cuántos hombres en Venezuela han sido dejados por sus esposas a los 28, 38, 48 y hasta después de la muerte por ser “excesivamente inmaduros”?

La sentencia 1.353 continúa diciendo: “Para los adolescentes el matrimonio prematuro tiene un profundo efecto físico, intelectual, psicológico y emotivo”. Es cierto, puede llegar a limitar las opciones educativas y de crecimiento personal de los adolescentes, pero me aventuraría a decir, que el matrimonio crea un profundo efecto en todas las edades. Sobre todo el psicológico. Fui educado por unos padres que actualmente cumplen 40 años de casados. Después de todo ese tiempo juntos, mi papá hace pipí sentado. Mi señora madre lo puso a escoger: era la puntería acertada o el divorcio. Ante tal amenaza, no le quedó otro remedio que sentarse en el trono.

El matrimonio no es fácil. Quien diga lo contrario es viudo. Y si bien en teoría debería ser producto de una decisión libre y consensuada, el problema radica en que mientras más viejos nos ponemos, menos libre es nuestra decisión. Cuántas mujeres venezolanas no se fajaron estudiando un postgrado para que al culminar su abuela les dijera: “¿Y usted no se piensa casar nunca, mija?”. Cuántos hombres no fueron diputados, alcaldes, gobernadores y candidatos presidenciales y el pueblo igual les dijo: “Los tiempos de Dios son perfectos Henrique Capriles, pero llega un momento en que ya no es Dios sino el Viagra”.

Con esto no quiero decir que la petición del TSJ de elevar la edad a los 18 años sea insensata. Si pudiéramos garantizar que todo joven venezolano llegase a los 18 años con su título de bachillerato bajo el brazo, una salud óptima, acceso a un salario profesional y atención médica, pues entonces que se consiga a su media naranja y que no culpe al Estado venezolano si luego las cosas no salieron como en el álbum de barajitas “Amor Es…”

Pero el problema es que las cosas no pintan bien para los adolescentes en Venezuela. Con la tasa de embarazos precoces más alta de América Latina, índices desproporcionados de deserción escolar y un salario que no da para cubrir la cesta básica mensual, a los 18 años ningún venezolano promedio puede arrodillarse frente a una mujer en una plaza, con un anillo para pedirle su mano. Comenzando porque el hampa ve el anillo y se lleva hasta el dedo.

Entonces he ahí el detalle. La cuestión no es elevar la edad para contraer matrimonio sino elevar la calidad de vida de quienes aspiran a convertirse en marido y mujer. En este momento da lo mismo casarse a los 18 que a los 16 o a los 30 porque de igual manera los demás factores externos a la edad no se cumplen. Sin políticas serias que garanticen que un venezolano podrá vivir su vida marital como la viven los dibujitos de la familia de un texto cualquiera de Educación Familiar y Ciudadana, la edad poco importa.

Aplaudo la decisión del TSJ de querer alejarnos de la Edad Media. Pero lo aplaudiría más si contribuyera a alejarnos de todos los demás factores que nos hacen sentir como si Venezuela se hubiera quedado anclada junto a Robin Hood allá en el Bosque de Sherwood buscando real, comida, derechos y encima la mano de la bella Marian.

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