Sociedad

Cinco razones para ser profesor universitario

Ser profesor universitario es un asunto de optimismo. En su día, los docentes de cinco universidades cuentan qué los mantiene atados a las aulas. Todos, con mucha o poca experiencia, coinciden en que se requiere vocación. También están de acuerdo en que deben tener una ocupación paralela porque de enseñar no se vive

Fotografías en el texto: Valeria Pedicini y Dagne Cobo
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Todos sabían que querían dedicarse a la docencia desde muy jóvenes. Algunos lo consiguieron enseguida recibieron su título, otros empezaron un poco más tarde. En lo que están todos de acuerdo es en que esperan seguirlo haciendo por mucho más tiempo, no porque vivan de eso sino porque siguen aprendiendo.

Un profesor instructor a dedicación exclusiva gana 62.541 bolívares, mientras otro en el más alto escalafón –titular a dedicación exclusiva–, que debe tener como mínimo 20 años de experiencia y haber realizado cuatro trabajos de ascenso cobra 102.042 bolívares mensuales (alrededor de 25 dólares mensuales). Ese monto está muy por debajo de la canasta alimentaria, cuyo valor en octubre era de 429.626,08 bolívares –de acuerdo con la última medición del Cendas– y aún más por debajo de la Canasta Básica Familiar que se ubicó en 575.328,04 bolívares.

El Día del Profesor Universitario se celebra cada 5 de diciembre desde 1958. En esa fecha la Junta de Gobierno aprobó Ley de Universidades, que establece la autonomía como uno de los principios rectores de esas casas de estudio. Hoy, en su día, cada uno enuncia la razón por la que todavía siguen enseñando.

Levantarse frente al riesgo

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Toda Caracas es una ciudad con elevado riesgo sísmico; la labor de Luisa Páez es hacer entender a los estudiantes de Urbanismo de la Universidad Simón Bolívar (USB) cómo planificar la ciudad tomando en cuenta esta variable. Hace 12 años engrosa la plantilla profesoral de esa casa de estudios, pero desde que era estudiante de Geografía en la Universidad Central de Venezuela (UCV) sabía que lo suyo era dar clases, así que empezó desde lo más sencillo: haciendo suplencias en preescolar. Al egresar de la UCV, hace 32 años, optó por ejercer su carrera más que por enseñarla e ingresó a la administración pública; pero hace poco más de una década la llamaron de “emergencia” de la universidad de Sartenejas y Paéz vio la oportunidad de, por fin, ser profesora. Nada la ha apartado de eso desde entonces. Al principio compartía ambas actividades, ahora la docencia ocupa la mayor parte de su tiempo: “Yo nací profesora. Hay personas que llevamos la docencia en el corazón y la sangre, por eso hemos perdurado y no sucumbimos a pesar de los sueldos”.

Para redondear el mes, Páez hace consultorías y asesorías; por eso no es profesora a tiempo completo. Cada ascenso supone una nueva investigación y un nuevo trabajo de grado. Ha hecho cuatro, aunque la remuneración no sea equivalente al esfuerzo. Dice que los estudiantes de ahora son distintos: “Están muy desmotivados, así que el reto es hacer ejercicios que les suban el ánimo a diario. La fuga de estudiantes el último año ha sido grande. Urbanismo tiene 78 estudiantes y este año se fueron 11; pero yo no me dejo desanimar, sino cómo los ayudo a ellos”.

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Afirma que morirá dando clases y su razón para hacerlo es que tiene las esperanzas puestas en sus estudiantes.

Enseñar humanidad

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A los residentes de Medicina Interna en el Hospital Dr. José María Vargas de Caracas se les identifica como R1, R2 y R3. Luis Gaslonde dice que los supera a todos y ahora es R30 porque acaba de cumplir tres décadas caminando por los pasillos del Vargas, primero como estudiante y luego como profesor. “Ahí moriré. No tengo previsto jubilarme, aún tengo que aportar y transmitir y quiero seguir participando en el proceso de enseñanza y aprendizaje”. Quiere imitar al que fue su maestro y quien le dio la oportunidad de enseñar: el Dr. Herman Wuani Ettedgui. “A él le celebramos sus 60 años como docente en el hospital”.

En 27 años de ejercicio médico y docente mucho ha cambiado. Ha tenido que recetar “ajo y cebolla” a los adultos mayores que atiende por hipertensión: “Procuramos enseñar el deber ser, los nombres farmacológicos de los medicamentos y lo que se consigue. Cuando yo era estudiante el profesor de Semiología tenía a 12 o 15 alumnos. Ahora tiene a 40. De Laboratorios pasamos a Seminarios, así que hay que tratar de ser multiplicadores de conocimiento del más alto nivel”.

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Gaslonde ha sido Director de la Escuela de Medicina Vargas y Director de la Comisión de Estudios de Posgrados de la Facultad de Medicina. “Es una visión gerencial. Hay que pensar en la mejor utilización de los recursos y en el perfil del profesional que estamos formando”. Combina la enseñanza con la Geriatría, su otra pasión. Por eso afirma que sin importar los bajos sueldos, las dificultades de la UCV para hallar nuevos profesores, y los estudiantes que aún sin egresar ya están buscando cómo emigrar seguirá dando clases.

El motivo: “Transmitir lo aprendido de mis maestros. Propiciar y motivar a los estudiantes de Medicina hacia una práctica más humana, que reconozca la dignidad del paciente y que los quieran. La Medicina es un compromiso personal y social”.

Fuera de perfil

Foto-Centeno

Una profesora no logró pincharle la burbuja del entusiasmo a Yasmin Centeno. Lo de ella era una cuestión de vocación, así que empezó a estudiar Educación en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) a los 17 años. Tenía el cabello “de colores” y se dedicaba al canto. En tercer semestre una profesora le advirtió que su apariencia física no cumplía con el perfil de lo que debía ser un educador. “Ahora lo agradezco, pero en el momento me dolió mucho”. Se cambió a Comunicación Social, un mes más tarde se fue del país para ocuparse formalmente de la música y paralizó sus estudios.

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Cuando se acabaron los aplausos regresó a Venezuela. Tenía 24 años y compartía el aula con jóvenes de 17. De ahí en adelante su historia se aceleró. Se graduó en 2010 y una semana más tarde ya era docente en su alma mater. “¿Tu no querías dar clase? Vas a empezar ya”, le advirtió su tutora. En seis años de experiencia ya vio graduarse a su primera promoción de aprendices. Creó una pequeña empresa de Dirección de Arte porque no puede vivir de la docencia pero, por ahora, eso no le quita el sueño. “Las experiencias que obtengo con la enseñanza no me las daría más nada. Es una especie de elixir de la juventud, me conecta con la esperanza, la creatividad, son las horas que me regalo”.

Imparte tres materias. Una de primer semestre, otra del séptimo y una electiva. Encontrarse a los estudiantes en distintos contextos le permite apreciar su crecimiento. “Son otras personas, conozco su génesis y por eso no acepto que me digan que no pueden”.

Insiste en que no deja la docencia, aunque las condiciones actuales se lo hagan cada vez más difícil. La razón es justamente esa: “Ser profesora me da la oportunidad de creer que Venezuela puede ser el mejor país del mundo. Si no diera clases ya me habría ido. No da para vivir, pero sí para creer que todo es posible”.

Forjar líderes

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Tiene 27 años de edad y es Directora de la Escuela de Derecho de la Universidad Monteávila. Bajo su responsabilidad están los profesores ante los que hace apenas cinco años debía exponer o responder exámenes y también alumnos a los que no les debe llevar ni una década de diferencia. A María Verónica Torres eso no la desalienta: “Me permite tener una relación más cercana con los estudiantes, sin que eso signifique que me desconozcan como figura de autoridad y los demás profesores se lo han tomado muy bien y me apoyan en mis iniciativas”.

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La carrera de Torres ha sido meteórica. Egresó en 2011 de la Monteávila, se especializó en Derecho Constitucional en España y ha sido Directora Ejecutiva de Forma, Formación y Acción; y Directora Académica Adjunta del Programa de Partidos Políticos para Latinoamérica de la Fundación Konrad Adenauer. Siendo parte de esta organización regresó a Venezuela de vacaciones, la invitaron a dar clases en su alma mater y se quedó. Una de las asignaturas que le ofrecieron era Teoría Política, la primera que cursó en pregrado y con la que se dio cuenta que enseñar podía ser parte de su ADN. “Vi en la posibilidad de formar a los jóvenes venezolanos una tarea tan importante que dejé todo y me quedé. No cambio por nada la oportunidad de ayudarlos a descubrir su vocación política”. Sin embargo, reconoce que en principio la juventud sí le jugó en contra al momento de reprender a profesores –que habían sido suyos– por su método de enseñanza y porque a los estudiantes en principio “les costó pasarse el suiche de que alguien tan joven podía ser Director”.

Opina que si el contexto de Venezuela fuese otro, ella estaría dedicada a “otra cosa”. Sobre su salario admite que “hace milagros”, con la ventaja de que es una mujer joven y sin hijos que aun vive con sus padres.

“Hay que formarle el corazón y el intelecto a los chamos, que aprendan a amar a Venezuela y la democracia como forma de vida, y a ser generosos con su vocación de servidores públicos”, esa es su motivación para enseñar.

Con visión gerencial

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Comenzó como preparador en las universidades de Colorado y Columbia en los Estados Unidos, así que Alí Cárdenas, profesor de Macroeconomía en la Universidad Metropolitana desde muy joven tuvo claro que quería y que le gustaba enseñar.

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De regreso en Venezuela, hace 30 años, él se labró la oportunidad. Su carrera docente comenzó en la UCAB y desde entonces ha dictado cátedras dentro y fuera de Venezuela. Asevera que la experiencia ha sido gratificante, aunque la respuesta de los estudiantes sea muy variada: “Hay algunos que simplemente van a la universidad porque tienen que ir a la universidad, y otros que están muy motivados por cumplir con la materia. Si en un salón de cincuenta hay dos o tres que de verdad quieren aprender, ya me doy por satisfecho”.

Su vida económica está resuelta, así que en vez de sacarle el cuerpo a la docencia por los bajos salarios cada vez aumenta más su carga académica. En este momento imparte hasta cuatro materias.

Dice que su motivación es vocacional: “Es satisfactorio saber que lo que has aprendido trasciende, que el conocimiento no muere en ti, y así tú logras perpetuarte en otro”.

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