Sexo

Llegar virgen al matrimonio, los últimos mohicanos

Atrás quedaron los días en los que el sexo era un tabú. Sin embargo, aún hay quienes tienen como objetivo reservar su primera vez para la persona especial con la que se comprometen a tener un amor para toda la vida. El “sí, acepto” se mantiene como etiqueta de virtud y pureza total, en quienes todavía se aferran a preceptos tradicionales y hasta conservadores

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Francisco Salazar tiene 22 años, es alto, buenmozo, toca la guitarra, canta y estudia Educación Comercial. Como a cualquier chamo de su edad, le gusta salir e ir a fiestas. Nunca bebe. Sabe que tiene imán para conquistar muchachas porque, aunque no es de picarle el ojo a todas, ellas sí se lo pican a él. Pero él no aplica el dicho de “los caballeros no tienen memoria” cuando de hablar de experiencias sexuales se trata, ya que simplemente no la tiene. Francisco aún es virgen.

No hay estadísticas oficiales sobre la edad promedio en que los jóvenes venezolanos tienen por primera vez relaciones sexuales. En 2010 el diario español El Mundo citaba presunciones de que la iniciación sexual en Venezuela ocurría entre los 12 y 14 años de edad. Un dato que varios especialistas en la materia toman como cierto, y que se ubica muy por debajo del de Brasil, el país donde en teoría la virginidad se pierde más temprano, a los 17,3 años, según un estudio de la marca de condones Durex divulgado en septiembre 2016.

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Francisco considera que postergar la iniciación es un acto de madurez. Afirma que la voluntad de hacerlo, en su caso, no provino ni de la educación que le inculcaron en casa ni de la Iglesia, pese a ser parte de un grupo juvenil apostólico. “La persona debe estar mentalizada y consciente de que en verdad eso es lo que desea. Durante mi adolescencia no vi la necesidad de hacerlo, no vi el desespero, ni esas ansias. Obviamente tenía ganas, pero no estaba exasperado. Lo veía normal. No fue nada de religión o familia, simplemente es una decisión personal”. Es un estilo de vida.

Su decreto ha significado cargar un peso. “Obviamente el acto sexual es necesario en la persona, si lo llevamos al ámbito biológico. No ha sido fácil porque existe el deseo, provoca. Hay que mentalizarse, calmarse y buscar una distracción, hacer algo que mantenga la mente despejada”, explica el muchacho.

En cualquier caso, algo es seguro: son pocos los que cumplen con el consejo de la abuela de llegar “puro y casto” al matrimonio. Títulos como ‘el culito’, ‘la del fin de semana’, ‘el peor es nada’, ‘los amigos con derecho’, los ‘sí, pero no’ o ‘mi arrejunte’ son algunos de los adjetivos que definen no pocas relaciones entre muchachos.

La abstinencia hasta la noche de bodas –tan común en otras épocas, y un mandato en ciertas religiones– parece ser cosa del pasado, una ridiculez, algo vetusto. “Hay que probar antes de comprometerse para evitar un divorcio”, “la virginidad me pesaba”, “hay que conocer la mercancía antes de hacer la compra”, y “cómo sabes que te va a gustar el nestea si nunca lo has probado”.

A la vieja usanza

María Eugenia ronda los 50 años de edad. Se casó con 19 años, de punta en blanco y con significado. “Era mi segundo novio de agarraditas de manos y ya. No me dejaban salir sola con él, sino en grupo. Tuvimos un año de novios nada más, porque era insoportable el asunto. Entonces pidió mi mano formalmente”, recuerda. La abogada cuenta que llegó al casorio virgen y muy nerviosa. “Me habían contado que eso dolía, que se rompía el himen, que salía sangre”. Su primera noche fue de descubrimiento, “uno bonito, incluso”, pues tenía mucha ilusión. “Estaba muy emocionada. Tener una primera noche de boda con esa sensación no es comparable con nada”.

Para su ahora exesposo no fue la primera vez. Con él estuvo durante 18 años, casi dos décadas de fidelidad. Al separarse su vida sexual cambió, se diversificó. “He tenido varias relaciones, pero ninguna tan duradera. Estando casada no experimenté tantas cosas como las que sé estos días. Yo supe lo que me enseñó él, y tampoco tenía mucha experiencia. Después aprendí mucho”.

Estefanía Russian, por su parte, reconoce que su vida dentro de la Iglesia la llevó a tomar la decisión de guardarse hasta las nupcias. “Una de las cosas que me motivó hacerlo es la catequesis, porque hablas del matrimonio e hice un compromiso de tratar en lo posible de no ir en contra de lo que predicaba y eso ha influido bastante”. Tiene 24 años y es arquitecto. Desde su niñez ha sido miembro de grupos apostólicos y es catequista en una parroquia de Caracas.

El sexólogo Fernando Bianco explica que el ser humano es activo sexualmente “desde chiquitito”, y desde que nace responde a los estímulos. “Lo que pasa es que (desde la religión) se espera que tú puedas dominar tu condición humana”. El especialista reconoce que hay quienes “a punta de religión y de rezos” han logrado “parar al cuerpo”.

Las frases para justificar la importancia del coito antes del matrimonio abundan. Angélica las blande: “Uno tiene que saber si le va a gustar, especialmente si la idea es estar con esa persona el resto de la vida. ¿Y si no te gusta? Después no te puedes echar para atrás. Mejor es saber en lo que uno se mete, poder comparar para poder valorar”.

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Héctor Vivas, psicólogo clínico comunitario de la Universidad Católica Andrés Bello, asevera que estas posturas “están asociadas al tema de la postmodernidad. En la actualidad las relaciones son poco fluidas, hay poco compromiso y el sexo termina siendo la puerta de entrada para vincularse. La abstención, hasta cierto punto, puede ser mal vista, fíjate que dicen ‘pasaron tanto tiempo y no tuvieron sexo, cómo es eso posible’; como si hubiese un criterio de tiempo para tener sexo con la pareja. O comentarios como ‘a esa mujer lo que le hace falta es machete’ son comentarios que promueven el acto sexual”.

Vivas apunta, además, la existencia de expectativas sociales en torno a la primera vez. “Por ejemplo, a las mujeres se les suele insistir que tienen que perder la virginidad con alguien que las ame, no la pueden perder con cualquier hombre. También está el tema religioso, que promueve que no se tenga sexo antes del matrimonio. El tema de la educación y del miedo al dolor del acto sexual, a la penetración, y que por eso se prefiere postergar la acción. Y, no menos importante, las expectativas de la persona ideal, la indicada, cuando a ciencia cierta son más fantasías que quizá no lleguen a cumplirse”.

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Cuestión de dos

Llegar al altar “de blanco y con velo” va más allá de la elegancia. El atuendo representa la pureza de la mujer al momento de ser entregada por sus padres a su futuro esposo, lo cual incluye no haber sostenido relaciones con nadie más. Cada vez más mujeres enlazan sus vidas con un hombre sin taparse el rostro, pero siempre de blanco. El significado va quedando atrás.

Estefanía sueña con su traje níveo y lo usará bajo los cánones tradicionales. “El matrimonio tiene que tener algo diferente o por lo menos algo especial. Quiero tener algo que compartir solo con esa persona, y decidí que fuera eso”, acota Russian.

Tanto ella como Francisco consideran que la virginidad es la abstinencia del coito o cualquier otra actividad que conlleve a la penetración. Excluyen los besos, a pesar de estar conscientes de que estos juegan un factor importante cuando la pasión se empieza a desbordar. Héctor Vivas, insiste en que el uso del término tiene una importante carga subjetiva. “Por ejemplo, podríamos hablar que existen varias virginidades porque si implica la pérdida una penetración, entonces hay una vaginal y otra anal. Y no son pocas las veces que uno escucha que una mujer prefiere tener sexo anal para no perder la virginidad. Entonces, la virginidad posiblemente sí está asociada de manera cultural y social a la penetración vaginal. Pero, insisto, depende del individuo. ¿Una persona que es estimulada manualmente perdió su virginidad? Depende de dónde te pares, de la postura que tome cada persona sobre algo que termina siendo, en mi opinión, más un constructo social que otra cosa”.

Rafael Pico concuerda con el psicólogo. Para este joven de 16 años, por delante o por detrás es lo mismo. Él también tomó la decisión de “guardarse” cuando entró a la catequesis de confirmación. “Mis amigos me decían ‘vas a ser cura’ y me hablaban de sexo para que cayera en eso, pero no les paré. Prácticamente no le doy importancia”. Reconoce, además, que es “quisquilloso con esas cosas” y que en su casa la amenaza de «matarlo» si llega a dejar a una muchacha embarazada tiene bastante peso en la decisión. Con su novia, quien también hace vida eclesiástica, comparte la limitante para llegar iguales al altar. “No es tan importante, en la relación hay otras cosas”.

cita22Dane Uzcátegui, una periodista de 22 años, es fiel a la fe católica. Pero afirma que mantener las piernas cerradas no lo decidió por la religión sino por convicción . “Creo que tiene mucho que ver con primero valorar mi cuerpo, mi persona, y entender que la relación sexual no tiene sentido fuera del matrimonio porque es un mecanismo para hacer familia. El sexo es riquísimo, sabroso, bla, bla, bla, todo el mundo se sabe ese cuento; pero ver el sexo por su función placentera nada más es reducirlo y no entenderlo para lo que realmente es, una herramienta fabulosa para generar vida. Uno aprende que es mentira el cuento de que tener relaciones con un jevo y se acabó, y acostarse con otro y se acabó, no tenga consecuencias. Siempre las tiene y uno va dejando parte de sí en las camas, muebles, cocina, carros por los que va pasado”.

Cuando Dane decidió que no intimaría hasta contraer nupcias estaba en una relación. Su pareja de entonces ya era activo sexualmente y recibió el anuncio con sorpresa y novedad. Pero no hubo un final. “Costó muchísimo, pero se logró. Quizá no compartía mi iniciativa, pero la respetaba. Él entendió que la persona con la que estaba quería vivir así. Yo veía en él mucho más que una fuente de placer, y eso lo hacía evitar situaciones. A veces yo me volvía loca y él mismo me decía ‘no, porque llega a pasar algo y te vas a sentir mal porque tú no quieres esto en verdad”. Sus vidas se separaron no por las sábanas, sino porque luego de dos años de cariño y castidad Maiquetía hizo de las suyas.

Con su siguiente novio las condiciones pesaron más. “Con esta persona fue todo lo contrario. Entendió, pero también estuvo consciente de que él no era capaz y no estaba dispuesto a vivir de esa manera”.

El psicólogo Héctor Vivas razona que muchos rechazan el sacrificio por “los principios más básicos del ser humano. Somos hedonistas; es decir, buscamos el placer y el sexo suele estar asociado con sensaciones placenteras. Está hasta mal visto. Tú le dices a una persona que no tienes sexo con tu pareja y es algo cuestionado, sobretodo en el caso de los hombres”.

cita1Pero el especialista se cuida de no atribuirlo todo al machismo pues “sería muy reduccionista y simplista”. En cambio, sostiene que “juegan más factores. Cada vez es una conducta menos común y actualmente se vive en una época más liberal, no hay tabúes”.

María Eugenia alecciona. Su experiencia es desde el después, y no se arrepiente ni cree que le hayan faltado vivencias. “No creo que me haya perdido de nada. El sexo es una consecuencia del amor, por eso no evalúo mi historia desde la postura de que me perdí de algo durante todos esos años. Nada compara hacer el amor enamorada con una noche de copas que termina en una cama”.

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