Deporte

Los espejismos de la Vinotinto

La selección nacional hizo historia en la Copa América Centenario de 2016, pero sus luces aún siguen sin poder sostenerse en el tiempo y con el suficiente fulgor para hacer frente a sus pares latinoamericanos o para, de verdad, aspirar competir en un Mundial. Rafael Dudamel parece tener el diagnóstico claro. ¿Podrá espantar el adagio de que la Vinotinto juega como nunca y pierde como siempre?

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l 31 de marzo de 2015, tras solo sumar un punto en la Eliminatoria, Noel Sanvicente dejó a la Vinotinto. Rafael Dudamel fue su sustituto. Tres meses y medio después, el ex portero se convirtió en el tercer entrenador de la historia en clasificar a Venezuela a los cuartos de final de una Copa América. Los aficionados pasaron del desprecio exagerado a la ilusión desenfrenada. ¿Puede un conjunto ser tan malo y luego tan bueno?

Entre 2001 y 2007, Richard Páez dirigió a la Vinotinto. Arengó a sus futbolistas a rebelarse contra un historial de resultados mediocres. También se inventó algo más propio de la ambición competitiva que del análisis lógico: Venezuela tenía que llegar a un Mundial. Según datos de Alexa, el denominado país beisbolero es después de España la nación con más lectores de Marca. Aunque en la tierra de las arepas el clásico es Caracas vs. Táchira, los bares se llenan de camisetas del Real Madrid y el Barcelona. Aficionados con esos estándares le exigieron victorias a su selección. Los espejismos empezaban a forjarse.

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La penúltima peor plantilla de la Conmebol

Juan Villoro dice que los aficionados mexicanos caen en el autoengaño llegado el Mundial: olvidan las penurias de su equipo y se convencen de que pueden alzar el trofeo. Los venezolanos fueron más allá. Antes de clasificar a una Copa del Mundo, asumen que sus jugadores están a la par de los que ven en la Champions. Se pintan un oasis y se molestan si no consiguen agua. La plantilla de la Vinotinto solo supera en la Conmebol a la de Bolivia.

Entre 2008 y 2013, César Farías fungió como seleccionador nacional. Luego de su salida, el analista Luis Revilla escribió: “El número de criollos establecidos en el nivel medio europeo puede contarse con los dedos de la mano. También ha sido residual la presencia del producto nacional en la élite continental: entre 2008 y 2013, solo 11 venezolanos disputaron partidos de cuartos de final o instancias superiores en la Copa Libertadores de América. Fueron dos partidos de experiencia entre los ocho mejores del continente para ese puñado de futbolistas”.

En ese periodo, expuso Revilla, 60 uruguayos jugaron cerca de cuatro partidos de cuartos de final o instancias superiores de Libertadores; 60 paraguayos disputaron casi tres cotejos; 37 chilenos y 34 colombianos estuvieron en más de dos encuentros; y 18 ecuatorianos sumaron más de cuatro partidos. Desde el 2013 hasta el 2016, ningún cuadro local ha vuelto a llegar a cuartos de final de la competición. Por otro lado, en la historia de la Copa Sudamericana nunca un equipo venezolano ha trascendido hasta instancias similares.

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Debido al poco talento apto para la selección, Farías tuvo que nacionalizar a Fernando Amorebieta, Andrés Túñez, Frank y Rolf Feltscher, y Julio Álvarez. Aceleró el proceso formativo de Josef Martínez y Alexander González. Y recurrió a los mundialistas sub 20: Rafa Romo, José Manuel Velázquez, Carlos Salazar, Francisco Flores, Rafa Acosta, Ángelo Peña, Yohandry Orozco y Salomón Rondón.

Sanvicente hizo lo propio. Wilker Faríñez y José Contreras respondían a la búsqueda de porteros que supieran jugar con el balón. Le abrió espacio a Wilker Ángel y le dio una oportunidad a Jefre Vargas. Creyó en Rómulo Otero y Jhon Murillo. Nacionalizó a Jeffren Suárez y Christian Santos. Y se benefició con la irrupción de Yeferson Soteldo, Adalberto Peñaranda y Juanpi Añor.

La tendencia —que, ante la falta de madurez, dificulta nivelar fuerzas de forma estable contra selecciones que recurren a futbolistas consagrados— terminó en que, en la Copa América Centenario, la Vinotinto fuera el combinado más joven, con un promedio de edad de 24 años.

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Las cualidades de estos muchachos responden a un proceso emotivo: empezaron a tomarse el fútbol en serio a edades más tempranas que los ahora consagrados. Por eso tienen más condiciones. Eso no implica que a nivel nacional se esté mejorando la formación. ¿Por qué cuesta ver centrales que sepan salir jugando, laterales profundos y mediocentros que ordenen al equipo con la pelota? Venezuela necesita mejores futbolistas y debe organizarse para producirlos.

Algo que sí ha mejorado desde la salida de Farías es el número de venezolanos en el extranjero. Cuando Chita tomó la selección, los pocos que estaban asentados no atravesaban buenos momentos. La tendencia se revirtió casi al final del ciclo. Tres ejemplos: Luisma Seijas fue campeón de Copa Sudamericana, Alejandro Guerra destacó con el Atlético Nacional y Salo se adaptó a la Premier League. A eso se suman la consolidación de Rincón en Italia, la continuidad de Añor y Rosales en el Málaga, la revitalización de Miku y Ronald Vargas, y el despunte de Peñaranda. De esta forma, Dudamel recibió un equipo sumido en una vorágine negativa pero con piezas que atravesaban un estado de forma en sus clubes que no alcanzaron mientras Farías o Chita estuvieron en la selección.

No obstante, si se revisan las plantillas de Perú —Paolo Guerrero, Christian Cueva y los ausentes de la Copa Claudio Pizarro y Jefferson Farfán—, Paraguay —Justo Villar, Paulo César Da Silva, Néstor Ortigoza, Nelson Haedo Valdez y Roque Santa Cruz— y Ecuador —Jefferson Montero, Antonio Valencia, Fidel Martínez, Miller Bolaños, Enner Valencia— se encontrará que las tres cuentan con elementos que han sido protagonistas en el mejor fútbol del mundo. Salomón y Rincón, dos de los mejores jugadores de Venezuela, militan en equipos de la zona baja de la tabla de clasificación.

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Deficiencias en el ataque posicional

Farías sabía que se debía mejorar: “Teníamos que ver cómo defender en tres cuartos de cancha, cómo invadir el campo rival”. Los aficionados pedían una selección más vistosa. Para eso, se necesitaban cierto tipo de piezas escazas en el país. Se podía jugar mejor, pero no tanto como los hinchas exigían.

Escribió Revilla: “Si el fútbol es un continuum dividido en cuatro momentos (fase defensiva, transición defensa-ataque, fase ofensiva, transición ataque-defensa) el equipo dominaba con fluidez irreflexiva la respuesta ante los dos primeros, y eso le bastaba para competir con los mejores del continente”.

Pero si se quería trascender se debía aprender a tener la pelota. Era ahí, en la fase ofensiva —también llamada ataque posicional—, cuando se veían las deficiencias: no se sabía salir jugando, se redundaban espacios, faltaba dinámica. Farías no pudo lograr la evolución. Esa sería la asignación de Chita.

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El FIFA Gate, que devino debacle de la Federación Venezolana de Fútbol (FVF), produjo situaciones extra deportivas con las que Sanvicente no supo lidiar. Pero a nivel deportivo hubo logros. Rincón era conocido por su excesiva agresividad para defender. Con Chita, tiró pases filtrados y se ofreció para dar salida al equipo.

Algunos de los momentos más destacados con la pelota en la era de Chita

No obstante, Venezuela, en palabras de Chita, tenía “pérdidas de balón que no son de un equipo profesional”. Cuando Baroja y Vizcarrondo se pasaban la pelota, afloraban sus carencias técnicas. Sema Velásquez es el único central del país, apto para la selección, con cualidades para construir las jugadas desde atrás, pero su mejor nivel lo alcanzó al final del ciclo. De cualquier forma, por sí solo no podía corregir fallas estructurales tan marcadas. No hay laterales que toquen la pelota con gran sentido en la fase de salida. Rosales, en un día normal, es impreciso bajo presión. En la mitad de la cancha, Rincón y Seijas no siempre se ubicaban bien: eran muy estáticos, se estorbaban mutuamente o aparecían para pedir el balón un par de segundos tarde. Cuando a ese equipo lo presionaron, lo pusieron en aprietos.

Venezuela no tiene futbolistas que sapan salir jugando. Este es un mal histórico

¿Por qué era tan difícil mejorar? Revilla lo explicó así: “Venezuela no tiene estructura, ni cultura, ni jugadores moldeados para jugar un estilo concreto de fútbol (…). Los venezolanos no están acostumbrados a superar líneas y comer peones con pases a ras de césped. En el país no se enseña ni se intenta eso, ni abundan las canchas donde resulta posible”.

La sucesión de derrotas maximizó la percepción de las falencias (carencias). Se escaparon puntos productos de errores puntuales. Eso atentó contra la credibilidad del proceso. Juan Ignacio Sanoja, analista de Foro Vinotinto, escribió lo siguiente: “Los entrenamientos a doble turno, ya de por sí desgastantes, empezaron a ser inmamables. Las charlas con video, que requerían cierto nivel de concentración, ahora supondrían algo sumamente molesto y aburrido. Cualquier ejercicio que se realizase sería visto desde el cristal de la duda, el miedo y la desesperación. Y finalmente, en la cancha, los jugadores se sentirían vulnerables en medio de un modelo de juego que expondría las falencias de un grupo de futbolistas criados en un país con las ya conocidas fallas estructurales”.

Errores no propios de un equipo profesional

Ni antes eran tan malos, ni ahora son tan buenos

Lo único peor que exagerar la derrota es creerse demasiado bueno tras el triunfo. Luego de ver a la Vinotinto de Dudamel, pareciera que se encuentra lista para tutear a los mejores del mundo. Con una preparación adecuada puede llegar a competir e incluso a ganar, pero eso no significa que esté al nivel de esos rivales. El DT recogió la cosecha de su antecesor, continuó el trabajo emprendido y limpió los conflictos extra cancha. Apoyado en eso, en el buen rendimiento de algunas piezas en sus clubes y en el despunte de los jóvenes, construyó un equipo competitivo. Pero la plantilla sigue adoleciendo de la falta de calidad mencionada y, por consecuencia, continúan los problemas.

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Alguna vez, Jorge Valdano sentenció: “El jugador no se aferra a ningún compromiso simbólico, ideológico o afectivo. Por eso los cambios de DT lo asumen como un alivio”. Cuando Dudamel llegó al cargo declaró: “Mi primera tarea es recuperar esa ilusión y esa alegría de nuestros futbolistas (…). Ese es mi principal objetivo: que toda la atmosfera que hay a nuestro alrededor sea de armonía y sea de respeto (…). No hay módulo táctico que valga, no hay estrategia que dé frutos, si el jugador no está tranquilo y enfocado”.

Armonizado el ambiente y mejorado lo hecho por el cuerpo técnico anterior, fue posible desplegar algunos buenos minutos de ataque posicional frente a Jamaica. Su rival permitió que quienes tuvieran la pelota fueran los mediocampistas y no los defensas. Cuando a lo largo del torneo se obligó a los centrales a tocar el balón, surgieron errores. Dudamel usó la Copa para trabajar con sus jugadores más de lo que podrá volver a hacerlo a corto plazo. Logró maquillar las falencias.

Gol contra Jamaica: ataque posicional en zonas altas (3 y 4), pérdida, transición defensiva óptima y transición ofensiva con gol

Los picos más altos de Farías y Chita se vieron en las respectivas Copas América. Es posible que esto también suceda con Dudamel. El trabajo continuo de varias semanas facilita elevar el nivel colectivo a fin de enfrentar a rivales con más recursos, que en campeonatos largos terminarían imponiéndose. Esa es la magia de los torneos cortos. Permite que algunos rendimientos individuales, multiplicados por el colectivo, empujen a una selección a resultados históricos.

En la Copa América del 2011, Venezuela llegó a semifinales. La ilusión voló. En la Eliminatoria siguiente, los pies tocaron el piso. Ahora, Dudamel aplaude la ambición de sus dirigidos y pide mesura a los hinchas. Sabe que para entender el juego, hay que despejar los espejismos que pinta el corazón.

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