Sociedad

Tinder en Venezuela, se chancea porque sí

Tinder es un espacio para el “chanceo” en su máxima potencia. Sirve para encuentros sexuales casuales o tiene fines más románticos y hasta prácticos: en un país en el que la diáspora reciente se calcula en un par de millones es una oportunidad de reconstruir el tejido de amistades que la emigración adelgazó

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Deslice el dedo a la derecha si le gusta y a la izquierda si no. Nunca entablar relación con un desconocido había sido tan sencillo. Tinder se convirtió en un campo de conquista virtual en el que el chanceo es indetenible, un paso al frente para los tímidos y una ayuda para quienes se declaran incompetentes en el arte de la seducción cara a cara. No hay nada que perder. El match confirma que quieren contigo.

Pero el trecho de gustarse hasta conversar, luego salir y posiblemente entablar una relación puede ser tortuoso. Diego, de 31 años, este año ha salido con cuatro y tiene a tres “en lista de espera” por falta de tiempo. De las cuatro a las que sí conoció mantiene contacto con dos. Confiesa que instaló la aplicación hace tres años con el propósito de buscar citas y desde entonces ha conocido a “paranoicas, prepagos, religiosas, cultas y no tan cultas, bohemias, etc”.

–¿Prepagos?

–Sí, vale. Acá aparece cualquier tipo de personas. Ellas utilizan Tinder como un medio para promocionar sus servicios.

En la variedad está el gusto.

cita4La aplicación irrumpió en el mercado en 2012 y ya suma más de 50 millones de usuarios. Se encuentra en 195 países y está disponible en 24 idiomas. Brasil, Argentina y México son las naciones latinoamericanas con las cifras más altas de usuarios de la herramienta. 26 millones de veces al día, la pantalla del celular se tiñe de negro, se emparejan las fotos y Tinder anuncia que Fulanito y Perenceja se gustan e invita a que se envíen un mensaje.

Hay de todo y para todos. Hasta “dominación machista consensuada”. Claudia* aprendió el significado de esas tres palabras juntas después de una cita con un hombre que conoció en Tinder. Es periodista y tiene 28 años, descargó la aplicación en 2014 para conocer gente distinta a la de su círculo, “y si tirábamos chévere, pero esa no era la intención”.

Con el de la “dominación machista consensuada” salió un par de veces. La primera vez fueron al cine y luego por unos tragos, en la segunda el hombre se sinceró: “Me dijo que consideraba que yo era una tipa abierta y me invitó a probar. Hasta me mostró fotos. Consiste en mantener relaciones con varias mujeres, pero sin involucrar el sexo o una relación emocional. Las mujeres debían estar desnudas en su casa y dejarse golpear. En su apartamento, que utilizaba solo para eso, tenía una decoración vintage con una tabla de planchar. Y nada más podía hablársele de ‘usted’ y responderle a todo ‘sí, señor”. Muy a lo Cincuenta sombras de Grey, en su versión criolla. Claudia declinó a la oferta y optó por no conversar más con él.

cita3Omar, un bartender de 23 años, se encontró con una mujer transexual. “Estaba aburrido y comencé a darle like a todo el mundo, sin fijarme, y de repente hice match con esta persona, cuando me metí a ver su perfil decía que era transexual en la descripción, así que rápido cancelé la compatibilidad”. Conoció la app hace dos años, por recomendación de un amigo que le dijo que por ahí se podía chancear –entendido como un coqueteo directo o el último estadio del flirteo. Así que la utilizó precisamente para eso. Saca cuentas y asegura que habló como con 20, que en persona nada más vio a dos, “pero a una sola me cogí. Con las demás era burda de nula la conversación”.

El prejuicio de Susanita

Los diálogos en Tinder pueden llegar a ser un parlamento manido y repetido: hola, ¿cómo estás?, ¿a qué te dedicas?, ¿en qué zona vives? ¿qué buscas aquí? ¿qué edad tienes? ¿sexo? Queda de parte de los interesados trascender a las preguntas ya sabidas y darle un poco más de profundidad a la conversación, en la medida en que lo permite el hecho de que se trata de un completo extraño y la paranoia de vivir en Venezuela con sus altos índices de inseguridad.

Este último punto define el tipo de encuentros: las mujeres siempre buscan que sea en algún lugar público, jamás se suben en la primera cita en el carro de quien las invita y procuran no estar muy a solas con el extraño. «Sí me daba miedo. Iba a sitios que yo conociera y de los que supiera salir. Jamás a sus casas. Y solo dos veces me monté en sus carros, y era de día», admite Claudia.

El novio actual de Lucía es resultado de la herramienta, ella trabaja en una galería y él es banquero. Y aunque se conocen desde hace más de un año, admite que todavía se preocupa: “A veces me da miedo, aún estamos en proceso de conocernos y todavía no sé quiénes están en su círculo de amigos. Me produce paranoia no conocer su entorno”. Llegó a salir con tres de las personas que conoció en la app, siempre a sitios públicos, una tendencia generalizada y una pequeña protección en uno de los países más violentos e inseguros del mundo. Su intención era solo hablar. “No es que estuviese buscando una relación, pero tampoco nada tan casual, porque yo no soy una persona casual”. Por eso desechó a cuatro o cinco “locos” que sin que hubiese aunque sea un café de por medio le lanzaban “mensajes súper sexosos” y a más de un extranjero –que utiliza la opción premium de cambiar la ubicación– que querían tener sexo telefónico.

cita2Francisco no se anda con rodeos. Está claro en que primero viene el sexo y de ahí puede surgir todo lo demás: “Escribir, por escribir… naaaaa”. Dice que usa Tinder porque no tiene tiempo ni espacios sociales para conocer mujeres. La descargó hace tres años y reconoce que es su vicio. “Todos los días digo que la cerraré”, pero no lo hace. Y después lanza que le gusta besar en la primera cita.

Tinder acaba con las inhibiciones de hombres y mujeres, y rompe prejuicios. No solo las mujeres que entran en la aplicación buscan encontrar una pareja estable, casarse y tener hijos. Los hombres también. Diana*, conoció a un “maracucho que se quería casar y preñarme desde el día uno”. Y también a otro hombre que le averiguó todo su historial médico para saber si calificaba como la madre de sus hijos.

No ha sido la única. Otro de los encuentros de Claudia fue con un hombre de 40 años, hijo de padres chinos al que su familia lo estaba presionando para que se casara y tuviera hijos. “No habíamos salido y al día siguiente de empezar a conversar me preguntó si yo quería tener otro hijo. Le dije que esa decisión no la podía tomar así, y menos con un perfecto extraño y más nunca hablé con él. Pero sí, en Tinder hay mucho tipos muy de casarse mañana”.

Y en cuanto al just sex. Diana tiene a uno fijo y Claudia ha tenido varios.

Cuando tus amigos se fueron

Lucía afirma que vio en la herramientauna alternativa para encontrar gente con quien salir, pues la migración de los últimos años redujo sus opciones. Andrés, un ingeniero en Informática, dice que entre sus motivaciones para descargar la aplicación estaban buscar una relación, el sexo casual, y el chanceo. Además, desliza que la diáspora acabó con su grupo de amigos, por lo que también sería un puente para conocer a otras personas.

“En principio fue porque mi ex me dejó y quería ver si podía chancear. Después me di cuenta de que mi núcleo se fue cerrando por la inmigración tan arrecha, y por allí conozco gente. El sexo se ha dado par de veces pero no es lo común. A mi novia ya de un año la conocí en Tinder”, asegura.

cita1Estar en una relación no implica que hay que abandonar la app. También sirve para canas al aire “inocentes”. Andrés “de vez en cuando” abre la aplicación para “ver quién está por allí”. Omar cuenta que uno de sus amigos –el que le presentó la herramienta– instala y desinstala Tinder para que su novia no descubra que él la utiliza. Y Claudia, cuya lista de anécdotas crece, agrega que una vez entabló una relación seria con un hombre que conoció por allí y resultó que estaba casado: “Salimos por cinco meses. Y yo me enteré atando cabos. Nunca salíamos los fines de semana, ni hablábamos en las noches. Era casado y nunca me lo dijo”.

En la lista de encuentros que Andrés cataloga como extraños se encuentran tres: “Una chama me dijo ‘mira quiero que vengas esta noche a tirar. No quiero más nada. Tengo mis exámenes al día si quieres verlos’. Con otra salí una vez, en la próxima salida nos fuimos a un hotel y al día siguiente quería presentarme a su familia como su novio. Y una tercera que casi me violó. Nos fuimos de viaje a la playa y en la piscina de la casa me metió la mano en el short y quería que se lo metiera y se arrecho porque no lo hice, porque no tenía condón; pero en general, de verdad, me ha ido muy bien”.

El sexo ocasional no es tan sencillo como parece. “Actualmente, uso Tinder para distraerme porque nunca se sabe con cuál trastorno de la personalidad te puedes encontrar”, cierra Diego. Se chancea con muchos, pero se sale con pocos.

*Los nombres fueron cambiados a petición de los entrevistados.

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