Economía

Venezuela no tiene plata ni para pagar su plata

El gobierno de Maduro, en lugar de tomar medidas que organicen la economía del país, tomó una decisión que incrementa la inflación: emitir papel moneda sin respaldo en dólares. Pero no tiene bolívares ni para pagar la impresión de estos nuevos billetes inorgánicos. Mientras tanto el venezolano se siente más pobre y devaluado

Texto: Reyes Theis | Composición fotográfica: Mercedes Rojas Páez-Pumar
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28 de julio de 1923, el diario alemán Neue Berliner publicaba en su primera página una noticia escandalosa: un dólar estadounidense equivalía a la increíble suma de un millón de marcos. Era la época de la hiperinflación en la República de Weimar, el nombre de Alemania en el período entre las dos guerras mundiales.

Tras La Gran Guerra, Alemania estaba en bancarrota y para pagar sus deudas recurrió a la impresión masiva de billetes que aceleró la inflación. Un periódico costaba miles de millones de marcos, los productores agropecuarios se negaban a aceptar papel moneda por su mercancía y la gente empapelaba sus casas con billetes, que eran más baratos que el papel tapiz.

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Mayo de 2016, en Venezuela un dólar en el mercado paralelo se cotiza en más de Bs.1.000, pero tomando en cuenta que hace ocho años hubo una reconversión que eliminó tres ceros a la moneda, realmente lo que hay que pagar en el mercado paralelo por un dólar es un monto similar al que anunciaba el periódico alemán citado: un millón de bolívares de los de antes.

El propósito de aquella reconversión monetaria —según un anuncio de la época del Banco Central de Venezuela (BCV) — era “fortalecer la moneda y reafirmar el objetivo de estabilidad de la economía”. Entró en circulación un nuevo cono monetario cuyo billete de mayor denominación es el de Bs. 100.

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En abril de 2008, el diario El Nacional publicaba una información sobre el ajuste de precios de los alimentos. “Según la resolución publicada en la Gaceta Oficial 38.918, con fecha del 25 de abril de 2008, el kilogramo de pollo entero beneficiado quedó fijado en 8,39 bolívares fuertes, un alza de 84,39% con respecto al precio anterior, de 4,55 bolívares fuertes”, señalaba la nota. Añadía que el cartón de huevos se compraba entre Bs 14 y 16 y la harina de maíz dio un salto al pasar de 1,40 Bs a 2,07.

Hoy el pollo se consigue a más de Bs. 2.200 por kilogramo, el cartón de huevos a 2.500 aproximadamente y un paquete de harina de maíz en el comercio informal puede costar más de Bs. 1.000. Con el billete de mayor denominación que circula en Venezuela, apenas alcanza para comprar 5 caramelos de esos que meten en las piñatas.

El peso de los billetes

El manejo de efectivo es un dolor de cabeza para bancos, comerciantes y el público en general. Hay que contar con cantidades absurdas de billetes para comprar unas pocas cosas. La situación es aún peor cuando se cobra un cheque o se hace un retiro bancario y la entidad paga con papeles de Bs. 20 o de Bs. 10. “Es una prueba de ignorancia la falta de decisión que ha permitido tener un cono monetario absolutamente desfasado”, opina el diputado José Guerra, economista y exdirectivo del Banco Central de Venezuela (BCV), quien destaca la necesidad de contar con papel moneda de mayor denominación, no solo para optimizar las transacciones, sino también por los costos de la impresión de los billetes.

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Guerra aporta una cifra que da una idea de la falta de lógica económica gubernamental. “Imprimir un billete de Bs. 100 cuesta 20 centavos de dólar”. Es decir, si se calcula al tipo de cambio del mercado paralelo, imprimir un billete de Bs. 100 costaría Bs. 200. Evidentemente, las diferencias son aún mayores si se analizara el costo de un billete de Bs. 2 y lo que se puede comprar con él.“No es lo mismo emitir 5 billetes de 100 que un billete de 500”, agrega el parlamentario, al destacar la necesidad de un nuevo cono monetario, que a su entender debería estar conformado por un billete de 5 mil, uno 2 mil, uno de mil y otro de cien.

Impresión costosa

El costo de la emisión es otro asunto que ya encendió las alarmas en el alto Gobierno y en el BCV. Como consecuencia de la inflación acelerada, tal como se hacía en la República de Weimar, el Ejecutivo venezolano ha encontrado en “la maquinita de hacer dinero” una forma de saldar deudas y de aminorar impactos políticos.

El comportamiento de la emisión de billetes de finales del año 2015 es un claro ejemplo de ello. Según las estadísticas del BCV disponibles en su portal electrónico, la cantidad de billetes que se emitieron en noviembre pasado, en la víspera del pago de aguinaldos y de las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, superó a lo que se había emitido en todo el año 2014.

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En 2014 el BCV emitió billetes por casi 88 mil millones de bolívares, mientras en noviembre de 2015 el Central reportó que  emitió casi 102 mil millones de bolívares. En total, lo emitido en 2015 fue de casi 309 mil millones de bolívares, 3,5 veces más que lo emitido en el año precedente.

En cuanto a las piezas, en 2014 se emitieron 1.700 millones de billetes, en 2015 fueron impresos 4.700 millones de piezas de papel moneda. La cantidad indiscriminada de la emisión ha hecho además que se haya rebasado la capacidad de la Casa de la Moneda. Este ente que pertenece al BCV está conformado por tres fábricas interconectadas en una superficie de 22,5 hectáreas, en terrenos correspondientes a la hacienda La Placera, en Maracay.

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La fábrica de billetes —según su portal web— cuenta con zonas de impresión, control de calidad, acabado final, acabado semiautomático, bóvedas, áreas de preparación y despacho y entre otros equipos, posee una rotativa Super Simultan II que tiene una capacidad de impresión, a un turno, de 320 millones de piezas al año. “En la Casa de la Moneda se sigue imprimiendo, pero no tiene la capacidad para imprimir al ritmo que se requiere, por eso es que se están importando”, explica José Guerra.

Una importación que, de acuerdo a la prensa estadounidense, ha llegado a unos niveles increíbles. En febrero pasado el periódico Wall Street Journal informaba de la llegada a Venezuela de “tres docenas de aviones Boeing 747” cargados con billetes. “Esos cargamentos fueron parte de una importación masiva de al menos 5.000 millones de billetes autorizada por el gobierno del presidente Nicolás Maduro en el segundo semestre de 2015, con la que intenta apuntalar la oferta de una moneda que vale cada día menos, según siete personas al tanto de la operación”, reseñó el medio.

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La llegada de estos billetes fue producto de una licitación internacional que convocó a través de la prensa el BCV en agosto pasado y cuya apertura de sobres estaba prevista para octubre. Pero, además, el mismo medio estadounidense señala que el BCV “inició negociaciones secretas para encargar otros 10.000 millones de billetes”, un número superior a los 8.000 millones de billetes que la Reserva Federal de Estados Unidos imprime cada año.

Muchos bolívares y pocos dólares

Aquí entra otra arista del problema: la impresión de los bolívares no se puede pagar en bolívares, hay que cancelarla en divisas, algo que, como tantas cosas, escasea en Venezuela. La agencia de noticias Bloomberg apunta que el fabricante de dinero más importante del mundo, la compañía De la Rue de Inglaterra, envió una carta al Banco Central de Venezuela reclamando el pago de $ 71 millones.

Debido al retraso de los pagos, las empresas que han sido contratadas para fabricar bolívares no habrían aceptado contratos por montos superiores ofrecidos por el Gobierno local, ante el riesgo de que el Estado no pueda cancelar esos compromisos.

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Posiblemente lo costos de la emisión sea la razón por la cual el BCV no ha emitido el nuevo cono monetario, que según su presidente, Nelson Merentes, ya está en planes. Merentes le explicó a la agencia AP en marzo pasado que ya estaba en proyecto la emisión de nuevos billetes de 500 y 1.000 bolívares para ir hacia un cono monetario «más óptimo» que se adapte a la situación del país. Dijo: «queremos que sea este mismo año» que salgan las nuevas denominaciones de billetes, pero precisó que «no está todavía la fecha establecida ni se tiene el cono monetario establecido con las imágenes correspondientes».

Las razones y percepciones

La Psicología Económica estudia el comportamiento económico de las personas. Axel Capriles, psicólogo social,  escribió un libro sobre este campo con un sugerente título: El complejo del dinero, que explica las actitudes y conductas del venezolano respecto al dinero. Desde Madrid accedió a hablar sobre las razones del Gobierno para retrasar la emisión del cono monetario y las percepciones de la gente sobre la crisis.

“Es incomprensible la razón por la cual el Gobierno ha postergado por tanto tiempo la emisión de billetes de mayor denominación. El problema transaccional creado por la falta de billetes acordes con el poder de compra de la moneda no solo aumenta  “el costo de la suelas de los zapatos» —la molesta tarea de tener que acudir con mayor frecuencia a los bancos a sacar dinero efectivo— sino que acentúa la percepción de la inflación y afinca las distorsiones en el mercado monetario, precisamente por lo difícil que se hace la inmanejable cantidad de billetes que exige hasta el más pequeño intercambio económico”, comenta.

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Dice que ha escuchado opiniones de quienes piensan que la emisión de billetes de mayor denominación genera presiones inflacionarias. “Eso no es así, porque la emisión de los nuevos billetes no necesariamente implica mayor liquidez, cuyo aumento ante la ausencia de productos es lo que incrementa la inflación”, de tal manera que se puede mantener exactamente el mismo nivel de liquidez monetaria modificando, simplemente, el cono monetario, es decir, aumentando los billetes de mayor denominación y disminuyendo los de menor valor. Para Capriles, además de incompetencia, le parece que hay mucho de orgullo de parte del Gobierno “de tener que reconocer que fueron derrotados por la inflación”.

Sobre las percepciones de la gente, el psicólogo social sostiene que “tener billetes con mayor poder de compra da la sensación de independencia, vigor y fuerza” y que, por el contrario, “tener que acarrear una inmensa cantidad de billetes para cualquier transacción, además de la incomodidad y la molestia que implica, aumenta la sensación de desvalorización, sujeción e impotencia”.

Añade que el dinero es un medio de intercambio y movilidad social. Cuando dicho instrumento se hace voluminoso y pesado, se introducen elementos de rigidez en los intercambios humanos. “La gente hoy se siente apresada. Las tarjetas de crédito no han aumentado suficientemente sus límites de crédito, el volumen de papel moneda que se requiere para la vida cotidiana no es solamente inmanejable sino peligroso. La vida económica en Venezuela ha perdido la fluidez que requiere y con ello la movilidad y libertad que produjo la invención del dinero”, sostiene.

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Cree que la crisis aún no ha dado paso a un cambio del venezolano derrochador al austero. “La actitudes colectivas toman tiempo en cambiar. Si mañana se abriera el chorro petrolero y el Estado comenzara a regalar todo, como en los tiempos de Chávez, es muy probable que volvamos a los mismos vicios. Ya lo vivimos con la crisis de 1983 cuando pensamos que comenzaría la transformación de la mentalidad colectiva. Pero, sin duda, la situación crítica a la que hemos llegado ha introducido una condición inusitada en la sociedad venezolana que cuestiona, repercute e impacta elementos nucleares de nuestra identidad nacional. Los venezolanos nos caracterizamos por una psicología de abundancia y la realidad conduce a una psicología de escasez. No solo vivir en la supervivencia y la escasez, sino a entender los límites a los que nos enfrentamos todos cuando dejamos de ser productivos y perdemos de vista los límites”, explica.

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Axel Capriles destaca los impactos de la crisis en la psique del individuo. “La inflación y la pérdida de la capacidad de compra tienen consecuencias perniciosas para el ser social. Afectan la identidad, la autoestima, las relaciones personales, el matrimonio y hasta la potencia sexual de las personas. Mientras más aumenta el valor de la cosas y disminuye el poder de compra, más decrece la estima de sí de las personas. Una sensación de falta de logro e impotencia abruma a toda la sociedad”, asevera.

Añade que en los procesos inflacionarios, los sentimientos de devaluación inconsciente de la colectividad son transferidos a la moneda como símbolo de la identidad e integridad de la sociedad. “La ausencia de valor de la moneda es una manera de despreciarnos a nosotros mismos”, concluye.

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