Economía

A 14 años del control de precios los objetivos no fueron cumplidos

Inflaciones de 56,3% en 2013, 68% en 2014, 180 % en 2015 y 800% en 2016 demuestran que el antibiótico del control de precios definitivamente no sirve para atacar la infección especulativa, ni mucho menos para contener la voraz espiral inflacionaria que disuelve el poder adquisitivo de los hogares.

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Foto: FEDERICO PARRA | AFP

El actual desbordamiento de los precios que sufre la población venezolana es más un resultado del colapso del aparato productivo y del caos que generan los errores de las políticas cambiarias, fiscales, monetarias y de precios, que un delito que se pueda controlar y erradicar con operativos de fiscalización, requisa y remate de mercancías, multas a empresas o encarcelamiento de sus gerentes y propietarios.

– Se confundió inflación con especulación –

La inflación es un fenómeno económico que se manifiesta en un alza generalizada y sostenida de los precios, debido a un aumento en los costos de producción y comercialización, o por una expansión de la demanda agregada debido al aumento del consumo privado o del gasto del gobierno. Cuando ocurren aumentos de salarios, en el valor de las materias primas, maquinarias, alquileres, tarifas de servicios, etc. este incremento en los costos termina trasladándose a los precios.

Mientras que la especulación es una práctica ilegal que se manifiesta en la venta de un producto por encima del precio controlado, o en fraudes cometidos a fin de obtener ganancias exorbitantes. Cuando una compañía que recibe dólares preferenciales crea empresas de maletín, simula que son sus proveedoras para importar con sobreprecio, deposita afuera el monto en dólares equivalente a las mercancías que no trajo y fija el PVP con base en el dólar paralelo, allí se está cometiendo un delito de especulación y fraude a la nación.

Con la aprobación de Ley Orgánica de Precios Justos (LOPJ) y la creación de la Superintendencia para la Defensa de los Derechos Económicos (Sundde), el gobierno confundió especulación con inflación y se desgastó en un vano intento por contener el deslave de los precios a través de operativos de fiscalización, multas y cárcel. Al no comprender la naturaleza de la inflación venezolana ni corregir los desequilibrios fiscales, monetarios y cambiarios que desquician los precios, atacó el problema como si de un delito se tratara. Y a pesar de todo el terror generado por el despliegue de los fiscales, los abusos en las inspecciones, las multas discrecionales, el cierre arbitrario de empresas, las desproporcionadas multas y encarcelamiento de sus dueños y gerentes, lo que logró fue espantar la inversión, estimular la fuga de capitales, castigar la producción y generar un creciente desempleo, escasez y empobrecimiento de la población.

– Ni el control de precios, ni la LOPJ, ni la Sundde dieron resultados –

Los controles de precios que se prolongan en el tiempo después que desaparecen las circunstancias que inicialmente les dieron origen, siempre terminan rezagando los precios por debajo de los costos. Sobre todo cuando el control de precios se aplica a los productos de consumo final, pero no a los precios de la fuerza de trabajo, materias primas, maquinarias, etc. Así, cuando los componentes del costo aumentan de manera incesante pero los precios del producto final se dejan congelados, esta desincronización genera pérdidas, desestimula la producción y empeora los problemas de escasez, caldo de cultivo perfecto para que surjan las prácticas del acaparamiento y la especulación.

En vez de ajustar oportunamente la estructura de costos y mantener actualizados los precios, la Sundde se concentró en la espectacularidad de los operativos de fiscalización y descuidó el fortalecimiento de sus capacidades humanas y tecnológicas para asegurar una actualización flexible y oportuna de los costos y precios. Y al utilizar el control de precios como instrumento de dominación política se inhibió el espíritu emprendedor, se satanizó la iniciativa empresarial privada y se provocaron niveles de escasez sin precedentes.

Por eso en Venezuela el tejido empresarial se ha desmantelado, cada vez hay menos empresas, y en un mercado tan imperfecto, poco o nada competitivo, lo más probable es que esta dinámica refuerce el circulo vicioso de la tendencia a cartelizar los precios que a su vez refuerza la obstinación del gobierno a prolongar indefinidamente el control de precios, a pesar de que ha quedado demostrado que por esta vía lo único que logra es desordenar el funcionamiento de la economía.

De hecho, luego de 14 años de control de precios la inflación no ha sido contenida. Por el contrario, el índice de precios se triplica cada año y anula los aumentos salariales que se decretan anualmente, dejando a las familias que dependen de un ingreso fijo en una situación peor, toda vez que nominalmente ganan más bolívares que cada vez compran menos.

Sin embargo, el gobierno anunció que “está evaluando un nuevo mecanismo de sistema de precios y una reingeniería de la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde)”.

Más que reforzar el mecanismo para el control de precios, lo que hace falta es el diseño y ejecución de una eficaz estrategia antiinflacionaria. Esto implica estimular la producción agrícola e industrial, mejorar el clima de inversión a través de la seguridad jurídica y paz laboral, corregir el déficit fiscal y prohibir su financiamiento con emisiones de dinero sin respaldo, así como fijar una tasa de cambio que exprese la verdadera productividad del aparato productivo.

Aumentar la oferta nacional y disminuir las presiones de demanda son condiciones elementales para derrotar la inflación. La estrategia inflacionaria será exitosa a medida que se sustente en la diversificación y crecimiento económico. Regenerar el tejido productivo para que sea la propia competencia entre las empresas la que regule el margen de ganancia, es la mejor vía para desterrar la escasez, el acaparamiento, la especulación y la inflación: esta es la clave para proteger la capacidad adquisitiva de los hogares y devolverles su bienestar.

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